miércoles, 20 de marzo de 2013

El césped


Esquema Línea Maginot
"Dónde está la película, dónde está la película que no veo por ningún lado", a veces me asaltaba la pregunta mientras me encontraba cavando en el jardín, con todos los sentidos reconcentrados en la acción, con el ánimo de hacerle resurgir a nuestra explanada de tierra moteada de grama un manto de alfombrado verde para el siguiente verano.
Eso sucedía a cada principio de primavera antes de que me fuera a Inglaterra. 
Ahora mismo observo la tierra seca y veo que no me quedan ganas de volver a comenzar; aunque a estas alturas ya estarán germinando por el subsuelo los matojos y como mínimo me veré obligada  a arrancar los que crezcan altos, si es que quiero evitar la sensación de abandono total.
La vez que lo tuvimos mejor, de eso hace muchos años, le eché para reforzar unas bolas azules que me recomendó mi padre, la atractiva nitrofosca que saqué del saco para su jardín, pero que dejó el mío completamente achicharrado, quizá por haberle esparcido en demasía.
Así que, cuando ya estaba sin rastro de lo que tuvo, le dije a mis hijos todavía menores y en vacaciones:
"Mirad, siendo que ha quedado el jardín como ha quedado, ¿porque no aprovecháis a jugar con la tierra?", podríais marcar unas carreteras y poner a circular vuestros autitos por ellas; en fin, lo que se os ocurra...", al tiempo que les sacaba afuera cubos, palas y rastrillos de playa; y ahí los dejé, con el ánimo de que se quedaran entretenidos un rato.
Demasiado tiempo sin interrupción, raro tanto sosiego, entonces asomé y aluciné.
Tenían abierto en canal medio jardín; habían cavando una zanja de la profundidad de las del entubado público, y ya iban por la curva, montañas de tierra se alzaban a sus costados, casi más altas que ellos mismos; vocación de picapedreros, buldózeres  a pico y pala, de los auténticos.
Aún estando por completo al tanto del potencial de mis hijos, esa vez me dieron una sorpresa de las buenas, pues sin tomar en cuenta el embarrado general, resultó ser la solución para todo un mes.
Abrían compuertas, cerraban compuertas, diques, puentes, ideaban nuevos ramales, haciendo circular el agua por un laberinto tan serpenteante y bien tramado que hasta de los barrios vecinos se asomaban a ver.