martes, 31 de marzo de 2015

Carcomidos por el mal sexo


Mi marido me llamó un día de este mes para mostrarme en su ordenador una filmación que acababa de visionar por vía de red social de un hecho ocurrido en uno de esos países en donde la mayoría de los bípedos sin plumas copulan malamente. Un hombre aparece en las imágenes por la calle sujetando a una mujer que hace arrodillar en mitad de la acera mientras a los gritos comienza un discurso que parece referirse a lo terrible de algún comportamiento de la cubierta de negro a sus pies, o que estuviera haciendo propaganda de la malvada en la intención de que alguno entre los transeúntes se la quedara a fin de propinarle el uso que merecía. Fugazmente configuré que se desharía de la sometida en una rápida transacción, o que seguido de golpearla animaría a otros a hacer lo mismo, sumándose la canalla de inmediato, dado que el vídeo era de poca duración, pero lo que sucedió fue más veloz, el hombre sacó un revolver y le descerrajó un tiro en la cabeza que la tumbó ipso facto, sin tiempo a doblegarse, caída tiesa en el sentido de la bala, cual pieza de ajedrez en forma de fantasma, ante el personal que seguía impertérrito circulando.

El veintiséis leí lo contado por un afgano afincado en Londres, aquejado de insomnio tras haber presenciado durante su corta estancia en Kabul, en pleno centro frente a la mayor mezquita de la capital, el linchamiento hasta la muerte de una joven y quema de su cadáver previo vapulearlo, arrastrarlo y tirarlo a la inmundicia, llevado a cabo por una turba de indignados, al clamor de "Alá es grande" y "muerte a Israel", por motivo de que un mullah dijo de ella que trató de quemar un Corán. Entre los homicidas, chicos modernos con teléfonos inteligentes y cuentas en las redes sociales donde se apresuraron a colgar y difundir testimonio de lo hecho, jóvenes urbanos poco enterados de la religión, más pendientes de coches o de féminas. Ahí estarían para verlas a ellas, como cada miércoles, día de acceso para las mujeres a los santuarios, observarlas de lejos, conjeturarles la silueta a las atrayentes, por indicios en el ropaje sin entallar, atisbar al borde de sus pañuelos alguna mirada apuntando por el rabillo del ojo hacia sus personas. Farkhunda, la que pereció en sus manos, era una creyente musulmana que estudiaba para profesora de religión. Por esa cercanía se confiaría de expresarle al mullah que la lanzó al diablo sus dudas acerca de lo apropiado de algunos como él de instalarse  a la entrada de los santuarios a hacer gastar a las pobres mujeres el dinero de la subsistencia en adquirir influencias a través de ellos para la concesión desde el más allá de aquello por lo que rogaban.

La policía vio y se mantuvo al margen, igual que los uniformados del cuerpo antiterrorista que patrullaban por la zona. Para evitar represalias contra ellos, la familia de Farkhunda, por consejo de esa misma policía, declaró que su hija padecía enfermedad mental. Luego el padre se retractó diciendo que Farkhunda se encontraba cuerda mas sin intención alguna de quemar el libro sagrado. Se alzaron voces de ambos sexos manifestándose en contra de ese horror por las calles de Kabul, el país permanece estremecido por la injusticia. No obstante, lo subyacente y tenebroso de pensar es que, de haber intentado de veras la muchacha hacer arder las páginas de ese libro, el terrible castigo le hubiera parecido a la mayoría, dentro del noventa y nueve coma ocho por ciento musulmán, la adecuada y proporcionada punición.

Jyoti Singh Pandey
"Nirbhaya"
A principios de este marzo volvió a las noticias, por un documental estrenado en el Reino Unido, lo sucedido en la India a finales del dos mil doce. Entonces una joven de veintitrés años, estudiante de fisioterapia, con un amigo, técnico informático, tras acudir a un centro comercial en sesión de tarde un domingo a ver la película La vida de Pi, se montaron en South Delhi, el distrito más influyente y próspero de la capital de la nación, a un minibús de línea privada que les ofreció el servicio por ir en la dirección que los debería de haber conducido a casa. Al acceder, el conductor y su hermano limpiador de ese transporte se encontraban junto a cuatro amigos haciendo la ruta sin otros pasajeros a bordo. Al poco de sentarse fue cortada la luz en el habitáculo, por los inminentes asesinos que a golpes lo redujeron a él y entraron de pleno a violarla a ella. Nirbhaya murió días después en un hospital de Singapur, enviada desde Delhi para ver de salvarla, cuando la madre y los doctores del primer hospital sabían que eso era francamente imposible debido al amasijo en que habían sido convertidos sus órganos internos durante la agresión. Después de usarla la arrojaron del autobús a la cuneta, a ella y a su acompañante, ensangrentados y desnudos ambos. El suceso levanto la indignación y la protesta en el país. Por primera vez la ciudadanía salió en masas a la calle por algo velado que venía y sigue ocurriendo en gran medida contra las mujeres, pudiéndose temer desde su más tierna infancia. Ante el revuelo general, fueron buscados con éxito, juzgados y condenados los culpables.

La productora y cineasta británico-israelí Leslee Udwin rodó un documental sobre el caso, que tenía planificado difundir en Internet el ocho de marzo, Día Internacional de las Mujeres, con presentaciones en diferentes puntos del planeta. El gobierno indio bloqueó el cuatro de marzo su difusión mediante una orden de la Corte de Justicia, alegando la necesidad de ser aprobada antes por las autoridades pertinentes. El ministro de Asuntos Parlamentarios declamó: "Podemos prohibir la película en la India, pero esto es una conspiración internacional para difamar a nuestro país y vamos a ver como podemos detenerla también en el extranjero". Los medios de comunicación se están mostrando por lo general poco conformes con el film; más pendientes e indignados por el atrevimiento de una extranjera a dar una mala imagen del país que satisfechos o expectantes por la revulsión social que esta produciendo una investigación que desvela la ponzoña que a pesar de las leyes permanece inoculada en los tejidos más profundos de la sociedad.

La cineasta Leslee Udwin que nació en Israel, creció en Sudáfrica y lleve treinta viviendo en el Reino Unido, se declara amante de la India, a la que lleva viajando por más de una década y dice que la idea del film no le vino de la violación, sino de las protestas, que la impresionaron y le abrieron las ganas de aportar algo. Nunca antes había visto ella en el mundo un levantamiento de tal magnitud clamando por un cambio de mentalidad, en un lugar donde ir a manifestarse no es como salir a tomar el fresco; requiere de un valor, un íntimo convencimiento, un hartazgo hasta decir basta para enfrentarse a lo que pueda suceder. A la pregunta de porqué puso el foco en ese país, siendo como hay tantos en el planeta donde las mujeres no están en mejor situación, ella respondió, ¿y porqué no?.


Ni un instante de remordimiento o compasión pudo atisbar la directora del documental a lo largo de las dieciséis horas empleadas con los convictos. Aparte de saciar las ansias de juerga ellos tenían motivos de enjundia para la agresión. El cabecilla, el conductor que se suicidó colgándose en la cárcel, quería enseñarle a sus secuaces cómo darle su merecido a esa pareja de moral errónea que se sentó en su autobús. Empezaron por increpar al muchacho, Awindra, inquiriéndole, "¿Qué estás haciendo tú, rondando de noche con una chica?, ¿qué estás haciendo sentado a su lado?". Uno de los violadores, Mukesh Singh, se extrañaba de que su hecho hubiese  llamado tanto la atención. ¿Escuchasteis del caso de Barabanki?, preguntaba al equipo de rodaje, ellos le arrancaron los ojos después de violarla, ¿es eso menos malo que lo que nosotros hicimos?. Mukesh Singh fue desgranando ante cámara sus perlas de pensamiento: "Una chica es de lejos más responsable de una violación que un chico; ella no debería haber estado allí; resulta imposible palmotear con una sola mano"; si ella hubiera cedido sin dar batalla, a ellos les hubiese bastado con meterle sus miembros viriles, sin adición de emplearse con barra de hierro, a lo que la virulencia de ella los empujó, vino a decir, en palabras menos precisas, este hermano del conductor.

Se desvela en la película una perversa actitud hacia las mujeres no acotada a una panda de violadores, sino que justamente estos dieron con total suficiencia salida desbocada a los humores de su podredumbre imbuidos de una soberanía de macho de la cual está empapada la sociedad en su completo, con los considerados biempensantes a la cabeza.

Lo dramático para la sociedad, que pasa por sobre lo abominable del hecho, según la cineasta, es que no se trata de una depravada acción sin autor imaginable que resulta perpetrada por unos locos con caras de degenerados, si no un hecho bastante reconocible, donde se ensañaron algo más de la cuenta unos jóvenes anodinos, de aspecto común y vulgar, que se sienten superiores a ellas y siguen a horas de hoy creyéndose en todo el derecho de haber hecho lo que hicieron. Creencia de superioridad larvada desde el primer momento, por pequeños gestos, en apariencia inofensivos. Cuenta la madre de Nirbhaya en el film como ellos obsequiaron con caramelos a la llegada de su hija, detalle que extraño sobremanera a los receptores, siendo lo corriente regalan golosinas en celebración por el nacimiento de un niño y nada por una niña. Lo mismo que vendieron los padres de Nirbhaya un pequeño terreno heredado de sus ancestros, ellos que son de estrato humilde, para poder ayudarla a pagar la matrícula en sus estudios, algo por lo que fueron preguntados si es que habían enloquecido, ¡contando además con dos varones!.

AP Singh, uno de los abogados defensores, pronunció y se reafirmó en días posteriores que una hija o hermana suya llegara a relaciones íntimas antes del matrimonio, deshonrándose a sí misma y perdiendo toda calidad de cuerpo y alma, sin duda que el la tomaría, a esa especie de hija o hermana, la llevaría a su campo de casa, y delante de la familia entera la rociaría con combustible y la haría arder viva. ML Sharma, el otro abogado de la defensa, dijo ante la cámara de Leslee Udwin que en su sociedad no se permite salir a las chicas ni a las seis, ni a las siete, ni a ninguna hora con un amigo; "¿de qué están hablando ustedes?, ¿de amistad entre un hombre y una mujer?, perdonen, pero esto no tiene cabida en nuestra sociedad. Nuestra cultura es la mejor y en nuestra cultura no hay lugar para la mujer".

La joven se llamaba en realidad, Jyoti Singh Pandey, lo anunció su padre tras ella fallecer, para dar ejemplo y coraje en casos como el de su hija, de atreverse a salir con nombre propio a denunciar una violación, pues las víctimas a menudo permanecen anónimas, por lo frecuente de que la agresión recaiga sobre la afectada como una vergüenza, sino una culpa. De descubrirse, corre el riesgo de que el repudio se cierna sobre ella y su familia, vistas como mancilladas ambas por lo ocurrido. Por ello, en la mayoría de casos se evita la denuncia, o se trata de que el nombre de la mujer afectada permanezca oculto. De hecho, el verdadero nombre de Nirbhaya no pudo ser revelado con anterioridad en virtud de una ley india que protege a víctimas de violaciones.

La misma directora contaba que en Sudáfrica es una actividad social reconocida para diversión de las pandillas de muchachos salir a la caza y violación de la chica. Supongo que en cualquier sitio donde no impere el juego divertido entre los sexos a la par, el panorama se pone triste, tenebroso y peligrosísimo a la fin para cualquiera, del género que fuere.

Hoy treintaiuno he tenido noticia de que en Badalona, ciudad pegada a Barcelona, ha sido detenida a la madrugada una familia marroquí, padre, madre y dos hijos gemelos de dieciséis años, acusados los cuatro de promover la yihad. Los chicos iban a emprender viaje al día siguiente para incorporarse vía Marruecos-Turquía a los combatientes por el Estado Islámico en Siria. Habían sido radicalizados, en primera instancia por la madre, la más furibunda defensora de mandar a sus hijos al combate, como había sido con el mayor, fallecido en la misma lucha en el dos mil catorce, mártir de la causa cuyos hermanos querían emular. Me pregunto en qué consistiría la cópula del matrimonio.

Desde luego que carcomidos por el mal sexo están los que tienen a la mujer por inferior, mas no solamente ellos corren el peligro de metamorfosearse en desalmados a causa de la división.