lunes, 30 de agosto de 2010

El cumpleaños de mi madre II

Aquí pego el verso que le ha hecho mi marido a mi madre y a continuación lo que yo he escrito.

Vive en Xxxxxxxxxx una señora
que habita en el nºxx de Xxxxxxxxx Xxxxx, així es diu el carrer.
Y ella, ¿cómo se llama?
Xxxxx Xxxxer.
Es esta Xxxxx, señora formidable
Y aunque cumple 75 se la ve en plena lozanía,
por lo cual es joven noche y día,
siempre guapa, simpática, inteligente y muy amable.
Es esta señora, madre, suegra y abuela;
hijos, nietos, nueras y yernos la saben estimar,
y ella con chocolate prepara el calamar,
pero también de verduras un purecito,
que a su yerno no le gusta… ¡pobrecito!
Sin embargo, de la familia, Xxxxx es el cogollo,
invariablemente pronta, solidaria y muy dispuesta,
por lo que estar con ella siempre es una fiesta,
haya puré, calamar o simple pollo.


(en catalán)
"Mama, eres la mejor madre del mundo", esta es la frase que le mandé a Agnès para poner en el álbum. No es sólo que yo lo crea así, es que estoy convencida de que si existiese un medidor científicamente objetivo de bondad materna ella estaría en el Top 10.
Pero a mi querida hermana Agnès le pareció que eso era poco y que tenía que explayarme más. Me leyó su escrito y algunos más con la condición de que no me repita con las palabras. Cumpliré y sólo abordaré la superficie.
Mi madre es guapa y elegante. Mantiene un tipo muy bonito que resalta sobre todo cuando se pone zapatos de tacón alto y trajes de chaqueta entallados.
Ella es presumida y nunca la verás desarreglada. Esto no significa que se pase el día frente al espejo. Tampoco significa que necesite demasiado artificio para lucir bien. Ella se levanta de la cama, se pone su bata larga, y no se qué más hace, pero, sin maquillar ni nada, ya tiene un aspecto resplandeciente.
Ella es un todo-terreno. La puedes ver sacando las telarañas de una masía desvencijada o barrer sus desvanes. La puedes ver haciendo un ramo de novia o llenando de flores las capillas para que luzcan bonitas en las ceremonias familiares. La encontrarás cocinando un roast beef con cebollitas caramelizadas para veinte personas, más los entrantes, las tartas y el arreglo de la mesa, a la que no le faltará detalle, y después de todo este trabajo, se va diez minutos a su lavabo y sale arreglada como si se hubiese pasado toda la mañana en un salón de belleza.
A las dos nos encanta compartir momentos de frivolidad. Me gusta cuando llego a mi pueblo y después de charlar un rato se va a su habitación a buscar para enseñarme el último vestido que se ha comprado. O cuando salimos a caminar y nos recorremos todas las tiendas bonitas para mirar los escaparates. Y me gusta ponerla al corriente de las historias de los artistas de cine o anécdotas del mundo de la farándula, que estoy más enterada yo que ella, y eso que no tengo televisor.
Las últimas gafas de sol que se ha comprado las fuimos a elegir juntas y disfrutamos mucho. Ella prefiere que le regalen un bolso bonito que unas buenas sartenes, y eso que las sartenes también las necesita. Y en cuanto a los perfumes, quiere uno que fundiéndose con su piel le resulte de un olor moderno, suave y romántico, que cuando estemos a su lado lo notemos, pero que de ninguna manera nos resulte embriagador.
Ella no es una mujer clásica, ella no es una mujer moderna, ella es atemporal.

domingo, 29 de agosto de 2010

El cumpleaños de mi madre I

Mi mamá cumple setenta y cinco años la próxima semana y mi hermana Agnès ha tenido la idea de personalizar hojas con el nombre de cada uno de los miembros de la familia y de cada una de las amistades de mi madre y las ha repartido en mano pidiéndoles que escriban allí algo acerca de ella, o que peguen fotos, o que dibujen, o  lo que quieran. Y va a montar un álbum con todo el material.
Hoy por Skipe me ha enseñado la cubierta que ya ha diseñado y montado. Ella es una artista para estas cosas.
Luego he visto los collages de fotos, los dibujos y los textos preciosos que le han preparado sus nietos, cada uno a su manera. Y me  ha abrumado la pronta y bien dispuesta colaboración de todo el mundo.
Agnès me ha leído algunos textos, entre ellos el suyo, pero con la condición de que no me mimetize cuando escriba el mio.
Le comenté por el ordenador a mi marido que tendría que escribir algo para mi mamá y vi como se revolvía en el asiento y se rascaba la cabeza. Él es escritor profesional, pero un pedido así le toma por sorpresa; tendré que seguir insistiendo.
A Lucas llevo días mandándole mensajes, mi hermana también, para ver si redacta unas cuantas líneas. Ayer pasé por su cafetería para apurarlo con la labor y ver de sacarle una foto que pueda ilustrar lo que vaya a poner. De lo segundo me olvido porque se ha rapado la cabeza y no queda demasiado favorecido. ¿Un álbum? me dice con cara de extrañeza;  todavía no se ha querido enterar de la cuestión.
Por mi parte pensé que una foto mía en bicicleta y una frase contundente eran suficientes. Pero al hablar con Agnés me he dado cuenta de que espera algo más.
Simón ha respondido creando un poema que ha pegado con photoshop encima de una foto de él y su padre.

sábado, 28 de agosto de 2010

El viajero


Macpie o Pica-pica
 En el trabajo, más o menos a las doce, me tomo un descanso y me voy al jardincito del hostel que casi siempre está vacio. Me da gusto descalzarme y estirar las piernas a lo largo del banco de madera junto a la mesa. Aprovecho para hacer unos cuantos ejercicios de estiramiento. Es una pequeña rutina diaria.
Hoy tenía además sobre la mesa una cajita de plástico transparente con tres ciruelas y me estaba comiéndo una rebanada de pan integral cuando detrás mío sentí llegar a un hombre que estaba diciendo algo en voz alta, di vuelta a la cabeza y ví que era  a mí a quien se dirigían sus palabras  "No puede ser que usted esté comiendo algo que se trajo de su casa. No puede ser que trabajando usted aquí no le proporcionen un desayuno como es debido". Iba hablando mientras se acercaba a otro banco del jardín y se sentaba a liar un cigarrillo. "Llevo veinte años trabajando en Francia y allí una cosa así jamás hubiese sucedido. Allí se preocupan de darte algo bueno para comer", yo no había abierto la boca y el hombre continuaba, "yo no soy inglés, no soy más inglés, ahora yo, yo ya soy francés"; me hablaba a mí, y también se lo decía a si mismo. Su aspecto me trajo a la memoria a uno de los personajes del cuadro de Cézanne Los Jugadores de Cartas. Le pregunté de dónde era. "Nací en este país, pero no puedo ser de un lugar dónde la gente corre por la calle engullendo su comida. En Francia se sientan a la mesa, pueden tomanse sus dos horas para comer, tienen tiempo, charlan mientras tanto", y continúa "aquí van rápido, no piensan en la gente, solo piensan en los pennys" dice mientras hace con la mano el gesto de contar dinero. Nos quedamos charlando. Es profesor de Historia. Creo que es un viajero porque en su conversación opina sobre diferentes países y dice no conocer España; "No, sólo he estado como turista; en  Madrid, en la Mezquita de Córdoba y en la Alhambra de Granada" dice respondiendo a mi pregunta. "Dos países con mucha historia los nuestros" y compone un gesto de confrontación. "Pero Cambridge no es Inglaterra, Cambridge es otra cosa", bueno, menos mal.
Han sido quince minutos muy intensos que he disfrutado de verdad. Me ha dado la sensación por un momento de que el jardín empedrado se había transformado en un espacio teatral y que nosotros eramos los comediantes. Pero tengo que volver a la faena.
Me levanto, me acerco, le tiendo la mano y me despido.  Sir, ha sido un placer.

viernes, 27 de agosto de 2010

Tormenta familiar


Miquel Barceló
En casa las tormentas caen de golpe, y sueltan rayos y truenos, pero duran poco, al día siguiente el cielo amanece limpio de nubes y luce el sol. Ya debería saberlo, pero no me acostumbro.
Ayer llamó mi marido para desahogarse conmigo del desastre de hijos que tenemos. Simón vive de noche. No hace más que salir y entrar de la casa. Amigos por aquí, amigos por allá, pero no colabora para nada en las labores que hay que hacer. Se acuesta a la mañana y se levanta a las cuatro de la tarde. Su padre lo arrancó ayer de la cama que eran cerca de las cinco, y el chico se sintió maltratado, como si un  insecto molestón le hubiera venido a perturbar el sueño. Cuando mi marido enfurece puede pasar de todo. Lo primero que hizo fue tirar a la basura toda la pasta, los ñoquis, los quesos y demás provisiones con las que llena la nevera para alimentar al niño. "A partir de ahora, que se busque la vida", me dijo. Tenía que terminar un artículo y no podía concentrarse. Me envidia.
Hablé después con mi hijo que estaba en su cuarto con el ordenador. Puso cara de pobre sufridor. Tiene un padre que está loco, dice. Tiene hambre.
Cuando yo estaba allí mediaba para que las cosas no se desmadraran demasiado, pero ahora, a tantos kilómetros de distancia, no sé que puedo hacer. Es como una marea que llega y me arrastra. En esos momentos no se me ocurre pensar que el temporal amainará y solo ruego al cielo que no tengamos que salir en las páginas de sucesos.
Hoy con el alma encogida los he llamado por Skipe para saber como iban las cosas y me los encuentro a los dos tan campantes y sonrientes. Veía por detrás suyo en la pantalla al operario que ha ido a instalar una alarma y los dos estaban pendientes de los detalles técnicos de la cuestión.
En un aparte mi marido me dijo que cree que ha mi hijo le vino bien su enfurecimiento de ayer. Esperemos que dure la paz.

jueves, 26 de agosto de 2010

La policía inglesa

Anteanoche el hermano de Seweryn salió a las siete de la tarde a dar una vuelta por los alrededores de la casa y no regresó. Tiene dieciséis años, no conoce a nadie en esta ciudad y no habla una sola palabra de inglés. Seweryn y Monika anduvieron dando vueltas con el coche toda la noche para encontrarlo. Preguntaron a una patrulla policial, que tomó sus datos para informarles de cualquier noticia que tuvieran. Llamaron a los hospitales. Nada. Era alarmante porque nunca antes había abandonado la casa sin avisar, ni en Polonia. La imaginación empezaba a trabajar. A las diez de la mañana se fueron a la policía para denunciar la desaparición. Y allí les informaron de que el chico estaba detenido y que había pasado la noche en una comisaría. Parece ser que los polis tuvieron un altercado con un grupo de muchachos que gamberreaban junto al supermercado, y el hermano de Seweryn estaba ahí mirando. Los otros, más avispados, habrán salido corriendo y el polaco se quedó. No respondía a las preguntas  y el policía la emprendió con él a puñetazos. Hoy lleva el ojo derecho morado.
Ni Monika, ni Seweryn le han dado demasiada importancia al asunto. El chico es extranjero, y encima, polaco, esto es algo que puede suceder; de ser inglés, nunca lo hubiesen golpeado, eso seguro, y menos si llegan a saber que solo tiene dieciséis años.
                                                                            

De camino hacia el trabajo llovía mucho. Por más que llevara sombrero el viento me traía el agua de frente y me mojaba la cara. Al subir a la acera la rueda de la bici ha resbalado siguiendo el cauce del bordillo en lugar de remontarlo. La bici se ha volcado y he salido despedida. He notado cada parte de mi cuerpo golpeando contra el suelo.  La caída me ha dejado en estado de shock. Menos mal que no he ido a parar a la calzada. Todavía no me he recuperado de la impresión y estoy toda magullada. Me he levantado como he podido, he comprobado que no me había roto nada y he continuado la marcha. Mientras le daba a los pedales me imaginaba las posibles caídas de mis hijos o las de mi marido por estas terribles calles mojadas y me llenaba de escalofríos. En el hostel no quise ni sentarme un rato, porque si me hubiese detenido, ya nadie me hubiera levantado. Agnieszka metió mis pantalones blancos ahora renegridos, en la lavadora. Me tomé un café y me puse a trabajar. Creo que el choque me aceleró las ideas.


miércoles, 25 de agosto de 2010

Application for Employment

Los fogones de mi casa - S.M.
Me he pasado toda la tarde llenando los papeles de la Application for Employment. Es un formulario muy extenso que en mi caso queda un poco grande. Tengo que detallar estudios, trabajos, períodos de viajes, trabajos de voluntariado, interrupciones laborales o temporadas de desempleo.
He de hacer malabarismos para que me cuadren todas las fechas. No es que esté falseando los datos, pero no estoy acostumbrada a llevar la contabilidad de mi vida pasada.
Puede que resulte poco entendible que alguien con tanto estudio y tanta nota esté a estas alturas tratando de conseguir una plaza de limpiadora. Yo tampoco sabría explicarlo.
Al final tengo el espacio de un folio para decir porqué creo que soy la persona idónea para ese puesto. Piden ejemplos concretos que evidencien que puedo cumplir con los requisitos de la función.
Pego lo que les he contado.
           En Inglés
-  Soy una persona activa y en buena forma física. 
-  Soy organizada y capaz de encontrar soluciones por mí misma. 
-  Establezco buenas relaciones con mis compañeros de trabajo. 
-  Me gusta trabajar en equipo y me gusta trabajar sola; ambos. 
- En España siempre he cuidado de mi casa y de mi jardín personalmente, por   tanto     tengo mucha experiencia en limpieza. También me gusta el bricolage y yo misma monté la cocina de mi casa, sin ayuda. Sé pintar paredes y techos. Puedo reparar un electrodoméstico si la avería es simple. Puedo arreglar un enchufe o empalmar unos cables.
- He hecho trabajos de voluntariado en mi país que requerían de considerable fuerza física (recolectar cartones y botellas, montar tiendas de campaña, organizar campamentos para niños, etc.)
-  En mi actual trabajo también se necesita estar fuerte para: Hacer camas en litera. Pasar la aspiradora, que es muy grande y pesada, y subirla a la segunda planta por unas escaleras muy altas. Y pasar la fregona a grandes superficies.
-  No tengo miedo a nada (arañas, ratones, serpientes, etc.)
-  Me gustan los deportes. Ahora mismo me desplazo en bicicleta a todos lados y corro durante una hora  dos veces a la semana.

martes, 24 de agosto de 2010

El club de rugby

Por Madingley Road
Hoy las cosas me han salido redondas. Estoy satisfecha porque le he conseguido a mi hijo Simón un club  de rugby donde entrenar. Empieza el dieciséis de Septiembre a las siete de la tarde.
La parte de la ciudad que he conocido hoy sí que le hubiese gustado a mi cuñada. Se ven unas casonas y unos edificios de la Universidad impresionantes. Desde Madingley Road he bajado por Grange Road para llegar a Sidgwick Avenue, donde se encuentra el edificio Austin Robinson de la Facultad de Ciencias Económicas. Me ha costado encontrarlo. He recogido en un despacho una "Application for Employment", un formulario que tengo que llenar con mis datos y devolver para poder tener acceso a una entrevista. Es el trámite normal aquí para conseguir cualquier trabajo. Me enteré por la página web de la Universidad de Cambridge que tienen una plaza vacante de limpiadora en Económicas.
Descendiendo por Grange Road he visto a mi derecha, a lo lejos, una portería de rugby. He cruzado la calzada para mirar. Es el campo de rugby de la Universidad. Me he metido con la bici por todos lados y no he visto a nadie. He estado incluso en los vestuarios, con moqueta en el suelo y buena madera en las paredes. Junto a la entrada hay una casa que he supuesto que sería del cuidador. A través de la ventana he visto una plancha, lista para ser usada, junto a la ropa. De un pasillo junto a la casa ha salido un hombre vestido con la camiseta verde del club, que ha sido muy amable conmigo. El University Rugby Club es sólo para alumnos aventajados de la Universidad, pero me ha indicado que no lejos de allí quedaba el Cambrige Rugby Club, el club de rugby de la ciudad de Cambridge.
Al recoger el formulario  he hablado un poquito con la mujer que me ha atendido. He aprovechado para preguntarle sobre un cartel que había visto junto a la recepción que anunciaba la venta de bicicletas de segunda mano. Sí, es el recepcionista quién arregla y vende bicis; puedes venir la próxima semana si quieres hablar con él, ahora está de vacaciones, me ha dicho.
A la salida he ido a buscar el campo de rugby, no ha sido demasiado difícil. Los lugares por los que he pasado son preciosos.
El área del terreno que ocupa el Club es inmensa, se divisan a lo lejos un montón de porterías. Me acerco a las gradas y veo sentado a un hombre que supongo que es un socio o un aficionado. Le he contado la historia de mi familia y él ha mirado mi bici y ha dicho que no está tan mal, pero que urge que me compre un casco para proteger mi cabeza. Adiós amiga, se ha despedido en español. He ido a las oficinas dónde me ha atendido un hombretón que, si es jugador, me daría miedo verlo en el campo al lado de mi hijo, sus muslos son diez veces más gordos que los de él. Me tranquiliza pensar que con Simón no va a jugar porque se lo ve mayor. Andará por los treinta y largos, va rapado y lleva brazos y piernas llenos de tatuajes. He contado otra vez que Simón juega al rugby desde hace años, que el curso pasado no entrenó y que es alto y delgado, pero fuerte, rápido y muy atrevido. Me preguntaron cuál era su posición en el campo y les he dicho que no sé,  pero que le encanta placar. Y seguro que no estará en las alas, porque él siempre tiene que estar en el centro de la cuestión. Voy a preguntar a mi hijo; a ver si he acertado.
Me ha comentado que tienen varios equipos en diferentes niveles y que hay tres chicos españoles. Después de preguntar qué día llega mi hijo y se ha ido a mirar el horario de entrenos. Si llega el quince, dile que venga a entrenar el dieciseis a las siete de la tarde. Así de fácil.
Encima me ha dado la dirección de e-mail y teléfono de un hombre que alquila casas y habitaciones. Me ha dicho que lo llame y que le diga que soy del club, que quizás él pueda ayudarme a encontrar la vivienda que estoy buscando.

lunes, 23 de agosto de 2010

Televisión inglesa

En la calle - S.M.
En Sidney Street un grupo de cuatro chicos, tocaba su música y regalaba el CD que ellos mismos han producido y editado. Dentro de la funda, en hoja aparte, han anotado la dirección de su página web (arabellamusic.co.uk) y de su facebook y myspace. Al llegar a casa he enchufardo el DVD y la televisión por primera vez para poder escucharlo.
Ya que tenía la tele encendida he sintonizado un canal al azar y he visto un trozo de una serie de producción local dirigida a la tercera edad. La acción transcurre en un pueblo y muestra las peripecias de cinco añosos amigos y sus respectivas esposas, las risas de fondo me indicaban cuando la escena era graciosa.
A continuación he visto un rato un programa en el que un anticuario evalúa y tasa los objetos antiguos y de posible valor que la gente va trayendo de sus casas.
Debería mirar la tele más a menudo para familiarizarme con el idioma e ir conociendo la idiosincracia del país. Pero no tengo tanto tiempo. He visto por último un programa, que me ha interesado, en el cual los lugareños de distintas partes del país mostraban al locutor y a los espectadores parajes escondidos de su región de esplendorosa belleza natural.
Y por la noche salimos al jardín los cuatro que ahora habitamos la casa y nuestro vecino yugoslavo a tomar una copa de una bebida a base de vodka, limón y miel que prepara el padre de Monika y que ella se trajo en este viaje.

domingo, 22 de agosto de 2010

Sexy Shop


Ann Summers Shop

Grand Arcade y Lions Yard son dos áreas comerciales situadas en pleno centro dentro de un edificio moderno y bien integrado en el entorno. Hoy me he paseado por allí. Hay una tienda sexy en la que  además de corsés, ligueros y ropa interior tiene expuestos en su entrada sugerentes trajes de enfermera, de camarera o de corista, y no tan a la vista bodys de cuero, fustas de dominatrix y otras bastantes cosas más. Al salir caí en cuenta que es una tienda de Ann Summers. Había leído algún artículo en la  prensa española, y también mi amiga Alison me había hablado acerca de la creadora de ese imperio al servicio del placer erótico.
Jacqueline Gold es la directora ejecutiva de la firma Ann Summers. Es una mujer atractiva, de cincuenta años, que ha levantado un enorme tinglado comercial a partir de los cuatro primeros Sex Shops que su padre, un rico empresario del porno, le cedió para su administración a mediados de los años ochenta. Ella supo darle un giro al negocio haciéndolo atractivo para las mujeres. Ahora tiene cientos de tiendas Ann Summers instaladas en los mejores puntos comerciales de cada  ciudad. También de ella fue la idea de vender artículos propios de un Sex Shop del mismo modo que Tupperware viene vendido sus recipientes de plástico desde hace décadas, en casas de familia, en reunión de amigas y sin presencia masculina. Ahora ella es una de las mujeres más ricas y famosas de Inglaterra y viaja en su propio jet privado. Como en las novelas su vida también tiene un lado sórdido y un lado trágico.

sábado, 21 de agosto de 2010

Mi hermano y mi cuñada

Acabo de hablar por primera vez por Skipe con mi hermano Mateu y mi cuñada Maite. Parecían dos astronautas, por los grandes auriculares acolchados que llevaban en los oídos. Mi hermano decía que así el sonido no reverbera, y me ha hecho poner a mi también los auriculares internos. Nos ha mareado con tantas pruebas de sonido.
Él compra todos los artefactos técnicos que van saliendo. Hace menos de un año cablearon su chalet para adaptarlo a la tecnología que vendrá y compró para sus hijos tres ordenadores de mesa con pantalla ultra plana y sin torre. A mi cuñada le regaló un  I-mac de por lo menos veintisiete pulgadas. Él trabaja siempre con un Sony Vaio portátil  y por supuesto esperó con impaciencia la llegada  del I-phone y ahora del  I-pad.
Él sí que desde siempre contribuye con sus compras al progreso de la humanidad. A su lado me siento acomplejada. Si de mis compras dependiera,  la economía mundial se hubiese hundido, no ahora, sino hace ya mucho tiempo. Se hubieran salvado de la bancarrota  los supers y los quioscos de diarios.
Les enseñé con la camarita del ordenador mi habitación y Maite dijo que no estaba mal, con cara no muy convencida. Cómo que no esta mal, está genial, le repliqué. Y es que mi cuñada está muy bien acostumbrada. A ella le gustan las cosas nuevas y relucientes. No se si Cambridge le gustaría del todo. Ya se lo dije. Por supuesto que le agradaría el centro y la parte monumental de los Colleges. Pero aquí la  mayoría de las casas son antiguas, y bastantes ofrecen un aspecto un tanto decadente, o casual que a mí me gusta, pero no sé qué opinaría ella. Ojalá venga un día a visitarme para saberlo. Yo de momento, brillo y ostentación no he visto por ningún lado.
Mi hermano me ha enseñado una filmación desde su teléfono en la que se ve cómo trabaja un  prototipo de máquina que están desarrollando en la fábrica. Tiene muchas esperanzas puestas en este proyecto en el que llevan trabajando unos siete años. Mi cuñada dice que soy una privilegiada, porque lo llevan en secreto y no se lo había  enseñado hasta ahora  a nadie más. Él espera que el invento lo saque de las penurias económicas de esta crisis que nos azota.

viernes, 20 de agosto de 2010

Monika regresa de Polonia

Hoy ha llegado Monika de Polonia tras pasar dos semanas con sus padres. Luego irá Seweryn. Son de la misma ciudad, pero se conocieron en Cambridge a través de amigos comunes. Nunca viajan al mismo tiempo. Al no estar casados no podrían compartir cama allí y prefieren disfrutar por separado cada uno de su familia. En esos días Monika pasó la rubéola, que ya vendría incubando. Antes de salir estaba muy expectante con el viaje. Compró ropa para su hermano y para un sobrino que acaba de nacer. Dijo que lo apreciarían porque la ropa en su ciudad es mucho más cara, menos bonita y de peor calidad.
No lo pasó tan bien como esperaba. No terminaba de encajar en el lugar. Los problemas que desvelan a su familia ya no son los suyos. Los chismes de la ciudad ya no le interesan. Ella ha cambiado. Cuando uno emigra no hay vuelta atrás. Seweryn y Monika ven la televisión polaca, tienen amigos polacos y hacen algún comentario de lo extraños que les resultan a veces los ingleses. Pero al volver a Cambridge Monika sintió que regresaba  a su casa, y a un estilo de vida que ya no podrá, ni querrá borrar.
Me comenta que la gente allí no sonríe. Entró en un comercio y sintió que la dependienta la miraba como a una tocada por el simple hecho de haberse dirigido a ella con una sonrisa en la cara. Cómo van a sonreír si la vida allí supone una lucha constante para conseguir lo más elemental, los excusa.
Me sorprendió que se trajo de Polonia un lomo de cerdo entero, como los que encuentras en España a decenas en cada tocinería. Lo iba cortando con lentitud en rodajas y se las iba enseñando a Seweryn para que le confirmara que el grosor era el adecuado. Dice que en Inglaterra una pieza como esta costaría muchísimo dinero.
Ya le dije a mi marido que se fuera olvidando de las doradas, de los gallos, de las lubinas, de la merluza, del rodaballo, de la pescadilla o del bacalao. Ahora le diré que se olvide también del lomo de cerdo.

jueves, 19 de agosto de 2010

El centro

En la plaza del mercado
Esta mañana pensaba que tendré que empezar a moverme con los Curriculums otra vez. Estoy trabajando de media unas seis horas diarias y estamos en plena temporada alta. Es poco. Como comienzo ha estado perfecto y he tenido tiempo de ir conociendo la ciudad, pero "necesito pagar mis facturas", como dicen aquí.
A la salida del trabajo me he acercado al centro, quería saludar a mi hijo, pasarme por una pizzería  y cronometrar el tiempo que me lleva ir en bici desde allí  hasta mi casa.
¡Oh, el centro!. Llevaba días sin pisarlo y me he sentido renacer. Esto es lo mio. El nuevo trabajo tengo que buscarlo por aquí. Hasta se me hacía raro caminar por la calle sin estar pegada a mi bicicleta, que había dejado atada a una reja.
Me fui a la plaza del mercado para sentarme en un banco y comerme el bocadillo. Al lado tenía a una mujer china con sus dos hijos. La miraba de soslayo; piel curtida, melena corta y lacia no muy arreglada, manos fuerte con uñas rectas y sin barnizar, caro jersey reversible de punto con cremallera, y sandalias Timberland. En el suelo dos pequeñas bolsas con sus recientes compras: una de Hotel Chocolat, una afamada bombonería y la otra blanca con ribete negro de Chanel. Los niños, de unos ocho y diez años, llevaban también buena ropa deportiva y eran bonitos. LLegó un bufón malabarista y se colocó justo delante nuestro para arrancar con su actuación y enseguida se formó un círculo grande de niños y acompañantes.  Los hijos de la china se sumaron a los espectadores y daba gusto ver lo bien que lo estaban pasando; saben inglés porque suman sus voces a las de los demás niños para replicar al comediante. Yo ya tenía triple espectáculo para amenizar mi comida. Por eso me gusta el centro. Llegó el padre de los chinitos con unos jerseys que les acababa de comprar en Gap, y que quiso que se probaran. Le lleva muchos años a su esposa, tiene un aire juvenil  y usa gorra de visera. Si hubiera tenido a mi marido al lado ya hubiéramos empezado con nuestros análisis sociológicos y hasta es posible que les hubiéramos inventado una vida. Mi marido y yo también nos llevamos muchos años.

Me fui a la cafetería de mi hijo,  pero, como siempre, había una larga cola de gente esperando para ser atendidos. Mi hijo trabaja mucho; prepara batidos y capuchinos a una velocidad endiablada y encima tiene que cobrar y no confundirse con los cambios. Me hizo sentar en una mesa y me trajo un café con leche descafeinado. Hablamos medio minuto y quedamos en comunicarnos por Skipe.

Fui a Carluccio's a dejar de nuevo mi curriculum.  Es una pizzería y tienda de productos italianos que me gusta, por eso es que insisto y es la cuarta vez que hablo con un encargado. El local es muy amplio y luminoso, y el ritmo de trabajo que observo  es continuo pero no acelerado. Veremos si algún día me llaman.
De allí me fui a Tk-maxx, una cadena de outlets con sucursales en todos lados, y me compré un impermeable. Llevaba días pensando que cuando amanezca con lluvia copiosa llegaré al trabajo empapada. Antes de ayer hice el viaje de vuelta bajo un buen aguacero, no hacía demasiado frío y era gustoso notar como el agua me caía  por cara y hombros igual que en la ducha. Al llegar a casa me cambié, de otro modo no hubiese sido tan gracioso.
Me alegró comprobar que desde el centro, tomando por Milton Road, no tardo más de veinte minutos en llegar a casa.

miércoles, 18 de agosto de 2010

La tartaleta de crema

Hoy no tengo energía para escribir porque me he levantado a las cinco y media de la mañana y he trabajado durante nueve horas. A lo que hay que añadir una hora de pedaleo y que no me saco a Dalila de la cabeza; ¿cómo puede ser tan burda?.
Esta mañana me tocó cocina y habitaciones. A las dos de la tarde los de la limpieza habíamos terminado nuestras tareas, que es en el momento en que empiezan a llegar los huéspedes. Pero Dalila y Warren se habían olvidado de hacernos limpiar la planta baja, porque aquí va todo un poco sobre la marcha. Entonces Dalila preguntó si alguien podía quedarse dos horas más. Nadie podía excepto yo. Se puso muy contenta. Warren me convidó a sentarme cinco minutos y tomar un té. La verdad es que, un té servido en vaso, hecho por mí misma con agua del grifo, y tomado a las apuradas, no me apetecía nada. Gracias Warren, en realidad lo que yo tengo es hambre, le dije, un poco para que Dalila, que estaba ya en su despachito, lo escuchara. Entonces  la chica se levanta y veo a través del cristal de una ventana que da al comedor que coge un plato de un estante y se dirige a  la cocina. Ilusa de mí, pensé que me había ido a buscar algo para comer, que había caído en cuenta de que necesitaría combustible para seguir trabajando. Pero no, fue su estómago el que despertó al escuchar hablar de hambre, así que volvió con una gran tartaleta de crema con fruta y cereales encima que se puso a comer con deleite delante mio.
Yo no tenía apetito  alguno porque James me había servido algo a escondidas en la cocina y estos desayunos ingleses tan poco apetecibles llenan durante horas. Pero me sublevó su falta de consideración. ¡Al menos que  se hubiera comido su empalagosa tarta en la cocina!.

martes, 17 de agosto de 2010

Dos incidentes en un día

Esta mañana en el trabajo he estado haciendo camas. En un dormitorio el olor a aliento alcoholizado flotaba en el aire, se notaba que los chicos habían estado de fiesta la noche anterior. Se me ocurrió airearlo abriendo la puerta de la salida de emergencia que da al exterior. Lo había hecho una vez en otra habitación y no pasó nada, pero al accionar la barra horizontal que atraviesa la puerta a la altura de mi cintura empezó a sonar una alarma, no demasiado estridente, la verdad. Tratando de detenerla apoyé mi pulgar sobre un círculo negro enmarcado en rojo que estaba en la pared. Apenas lo rocé se rompió y se activó la alarma de incendio. Esa sí que era poderosa. Dalila subió con la cara congestionada para hacer evacuar al personal; a esas horas no hay huéspedes en las habitaciones. Luego me contaron que no es la primera vez que ocurre.
El segundo incidente pasó en el supermercado.
Gran parte de los ciclistas que veo por la calle están en buena forma física. Gente de aspecto agradable que podrían salir en un anuncio de un Banco o de una Compañía eléctrica. La hay de todas las edades y de muy variada condición.
Pero en el supermercado la cosa cambia. Allí llegan en coche familias enteras con terrible sobrepeso. Se ve gente muy obesa cargando sus carros con porquerías alimenticias. Montones de jovencitas con cantidad de grasa acumulada en su cintura.
Estaba allí haciendo la compra y de paso quería sacar alguna fotografía para ilustrar el fenómeno. Ya me imaginé que muy legal no sería. Llevaba la cámara escondida en el bolsillo de la cazadora y sólo la saqué en el momento oportuno. No imaginé que el flash refulgiría tanto. Me fui hacia otro pasillo. Estaba eligiendo unos frutos secos cuando me sobresaltó la presencia a mi lado de un empleado de la firma con aspecto de tener un cargo de responsabilidad. Me recriminó por haber sacado una fotografía en su establecimiento. Por el modo de abordarme estoy segura que pensó que era una espía comercial. Pero mi acento y mi candidez lo habrán desarmado.
¿Cómo es posible que me vieran? ¿Tienen espías detrás de las cajas de cereales?

domingo, 15 de agosto de 2010

La muerte

Gustavo murió esta madrugada a las cuatro. Hablé hace dos días con mi mamá y con mi tía. Estaban en casa. Él en su cama, durmiendo, sedado. Le pregunté a mi tía si estaba igual que mi padre y ella me dijo que sí, igual, incluso un poco más tranquilo.
Una médica le había preguntado a Gustavo si prefería pasar sus últimos momentos en el hospital o en su casa. Lo que él tenía muy claro es que no quería sufrir y no quería que alargaran de un modo innecesario su vida. Una vez le escuche contar con rabia y pesar la lenta y terrible agonía de su padre muchos años atrás.
No habrá funeral, ni nada. Así lo pidió. Lo van a cremar y ya está. El tiene una gran familia en Santander. Dice mi mamá que ha conocido a tres sobrinas que son tres soles. Dos de ellas son médicos y han estado turnándose para atenderlo a cada rato. Se muestran  muy cariñosas con mi tía Elvira.

Mi papá falleció de un derrame cerebral hace un año y medio. Desde que se desplomó en las oficinas de la fábrica hasta que su corazón dejó de latir pasó casi un día.
Mi hermano Alex falleció a los vientinueve años de un aneurisma cerebral. Cayó fulminado al suelo durante la ceremonia de boda de su mejor amigo, hace dieciséis años. En el hospital lo mantuvieron más de un día con respiración artificial para poder trasplantar sus órganos.
Es extraño cuando se diluye la frontera entre la vida y la muerte. ¿Ya no están?, ¿Abandonaron la máquina?,  ¿Qué es lo que se fue si su corazón sigue latiendo y su piel está caliente? ¿Se va la vida en el instante en que el pensamiento se desliga del cuerpo?
Fue importante que en ese lapso de tiempo los dos tuvieron a su gente querida cerca y todos pudimos despedirnos de ellos.

He hablado con mi marido y con mi hijo Simón por Skipe. Simón está muy guapo.
He hablado también por Skipe con mi hijo Lucas. Él estaba al lado de mi padre en el instante en que su corazón se paró. Hoy lo recordaba. Me preguntaba si creo que mi madre lo ha superado. Mi hijo Simón lo pasó peor porque en ese momento vivía en Madrid y no lo vio en el hospital. Cuando pasó lo de mi hermano Alex mis hijos todavía eran pequeños.
Me ha llamado mi hermano Mateu para felicitarme con atraso por mi santo y para hablar un ratito. Le dije que se instale el Skipe y así podré hablar de tanto en tanto con mi cuñada Maite.

sábado, 14 de agosto de 2010

La guardería

Al fin he conseguido colocar una foto en la cabecera del blog con el título escrito encima. Llevaba días intentándolo. He buscado una imagen donde no salieran niños.
Yendo un día en bici vi desde lejos un nutrido grupo de mujeres, algún hombre y críos en sus cochecitos que parecían estar esperando el bus a la sombra de un árbol. Lo que me llamó la atención es que no iban demasiado aliñados y que casi todos los adultos estaban sobrepasados de peso. Me acerqué sigilosamente por un costado tratando de fotografiarlos sin ser vista. Detrás de ellos me apareció una casa con un jardín frontal lleno de colorido; toboganes de plástico, colchonetas hinchables, triciclos y ristras de banderolas colgadas de los arboles. Al frente un letrero bien grande, "Abacus". Era una guardería, y los padres que acababan de recoger a sus retoños. Absorta en sacarle una buena foto al conjunto no me dí cuenta que una monitora me estaba llamando desde el jardín. Me acerqué y me explicó que en este país está totalmente prohibido tomarle instantáneas a los niños ajenos y me rogó por favor que borrara de mi cámara la foto que acababa de sacar. Además podría tener serios problemas legales si publicara esa imagen en algún medio.
En España las caras de los niños en los diarios salen pixeladas, supongo que también habrá medidas para proteger a los menores, pero no se si una monitora se preocuparía demasiado si una señora estuviera sacando una foto de lejos a la guardería en el momento en que los padres salen con sus hijos. Le preguntaré a mi hermana si hubiese salido tras de mí.
Por asociación me acordé que Alison, mi amiga inglesa, me contó un día algo que le llamó mucho la atención al poco de llegar a España. Iba ella por el paseo marítimo de nuestro pueblo cuando vio que una niña que andaba en bicicleta se cayó y un chico adolescente que pasaba justo a su lado, en una reacción instantánea, se acercó a ella, le ayudó a levantarse, le examinó la rodilla levemente lastimada y la consoló con alguna carantoña. Lo que llamó la atención a mi amiga fue la proximidad física que hubo entre los dos. Según ella en una situación similar en su país el chico, de un modo instintivo, se habría guardado mucho de acercarse tanto a la niña, para evitar cualquier posible mala interpretación de su forma de actuar.
En fin, hasta anteayer tenía puesta en la cabecera de este blog una foto, que quité porque se me encimaba con el título, en la que aparecía en primer plano una niñita de rasgos orientales paseando de la mano de su papá por Market Hill. Menos mal que hasta el momento tengo cero visitas y cero seguidores.

jueves, 12 de agosto de 2010

Sin título

Gustavo está peor, lo han ingresado en el hospital.
Mi mamá estaba ahora en la casa de la playa. Estaba previsto que mi hijo Simón pasara unos días con ella y con todos los de la familia que estuvieran por allí; mi marido lo iba a acompañar con el coche. Pero no ha podido ser. Mi hermana Agnès ha llevado a mi madre al aeropuerto de Barcelona para tomar un vuelo hacia Santander. Quiere estar con mi tia Elvira y ayudar en lo que pueda.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Las influencias


A veces las cosas surgen de golpe, sin razón aparente. Una noche me senté al ordenador y arranqué con este blog. Fue una idea repentina. Habrá vivencias que me han influido, estoy segura, nada sale por generación espontánea; las siguientes, por ejemplo, creo que han tenido algo que ver:

-El año pasado vi la película Julie&Julia. Ami Adams se mete en la piel de una chica newyorkina, que vive con su novio en un pequeño apartamento, tiene un trabajo que no le da demasiadas satisfacciones y le divierte cocinar. Un día, sin más, se le ocurre reproducir en su casa, en su diminuta cocina, y en el espacio de un año, las quinientas veinticuatro recetas de cocina francesa que la afamada cocinera Julia Child había escrito en su libro "Mastering the Art of French Cooking" cuarenta años atrás, y monta un blog para narrar su aventura.
-En una de las últimas sobremesas familiares mi hermana Inés cariñosamente me reñía por tener una imaginación que distorsiona la realidad. Le pregunté qué es la realidad y ella lo tenía clarísimo. Mi madre también piensa que reconstruyo el pasado a mi manera. ¿Acaso eso no es lo que hacemos todos? les decía. No se porqué esa conversación se me quedó tan gravada.
-Ana Frank escribía su diario mientras estaba escondida junto a su familia y otras cuatro personas. Más de dos años pasaron encerrados sin apenas contacto con el exterior. Ana se entendía bien con su papá. Él fue el único que sobrevivió. Parece que el padre de Ana cuando leyó el diario de su hija comentó que de verdad no la conocía."Nadie conoce a nadie" concluye mi marido luego de contarme esta historia acerca del padre de Ana Frank.

Market Street - S.M.

Ayer leí en El Mundo digital que un ex-militar británico acaba de concluir el recorrido a pie de todo el curso del Amazonas, de la selva peruana a la selva brasilera. A tardado dos años, cuatro meses y siete días. Llevaba ordenador portátil, teléfono vía satélite y cámara de vídeo. Durante este tiempo ha ido narrando sus experiencias en un blog, que ha sido seguido por un importante número de internautas. Me resulta curiosa la noticia, pero nunca podría influenciarme. Lo que me llamó la atención en este caso es que, leyendo todo el artículo, y ya lejos del titular, te enteras de que el protagonista no estaba solo; lo acompañaba en su recorrido el peruano Gadiel Sanchez, que estuvo con él veintitres de los vientiocho meses que duró la expedición.

martes, 10 de agosto de 2010

Carlota

Carlota es una amiga "de toda la vida", nos llevamos tres meses. Nuestras madres ya tricotaban juntas los jerseycitos que ibamos a usar al nacer.
Le escribí al poco de llegar y hoy he recibido su respuesta. Aquí van los dos mensajes.

(en catalán)
Hola Carlota.
¿Cómo va tu vida por Siria? ¿estás en Damasco?. Tu madre me dijo que entraste en contacto o que tenías trabajo en el Instituto Cervantes ¿es así?.
Hoy me acordé de porque en la prensa española salió que en Siria han prohibido el "Nigab" y que no permitirán a las profesoras y a las universitarias que lo usen. Y dicen que el presidente está por la conciliación y la buena convivencia entre las diferentes religiones ¿te parece?.
Escribeme un día y explicame un poco del país.
Yo estoy en Cambridge desde hace diez días. Me acuerdo muy bien que en la fiesta de los cincuenta años, cuando estabamos en la mesa comiendo, tu me dijiste que estabas segura de que en Inglaterra me esperaba el "éxito", o algo así, porque era algo que llevaba tiempo soñando. No se si te acuerdas de esto, pero yo lo guardo como un amuleto de la buena suerte. Te lo agradezco. Lo que te puedo decir es que desde que llegué estoy como alucinada. Creo que estoy en un estado anormal que se me pasará, pero de momento no paro de sorprenderme agradablemente con todo.
Bueno Carlota, te mando un abrazo muy fuerte. Cuidate mucho.
Susanna.
Y ella me contesta:
Hola guapísima, me alegro mucho que estés en Cambridge (imposible escribir acentos, ni apóstrofes, por tanto, intenta leer lo que escribo como puedas).
Este es un país religioso, pero laico, dónde conviven cristianos y musulmanes sin problema; la gente está contenta de que así sea. Es muy interesante verlo y te abre los ojos. Creo que tenemos que abrir los ojos y aprender muchas cosas. Desde occidente tenemos una mirada totalmente negativa, estereotipada, pobre y propagandística de esta parte del mundo.
¿Y tu, cómo estás? Te veo muy animada y me alegro. Tengo ganas de verte. Cuando pueda vendré a hacerte una visita. Explicame cómo te va. Un abrazo muy fuerte.
Carlota.

lunes, 9 de agosto de 2010

El albergue

Hoy me he levantado a las seis menos cuarto con el tiempo justo para llegar a las siete al hostel. Lo único que comí antes de salir fueron cuatro pequeños melocotones de agua. Al entrar vi que Nick, el encargado, el chico de ojos azules y anteojos del que había oído hablar y no precisamente bien, estaba en el despacho acristalado junto a la recepción. Había regresado de sus vacaciones. Me fui al comedor a preparar el buffet. El encargado entró, cogió un plato y se sirvió el desayuno. Ni sonrisa, ni saludo. Solo un comentario casi inaudible sobre el apetito que tenía. A los diez minutos vino y se llevó un café.
A primera hora mi labor consistió en servir el "desayuno inglés" a los huéspedes que lo solicitan. Tienen también el "desayuno continental". Después lavé la vajilla. Estábamos Jamie y yo en la cocina.
Cuando cerramos al público, le pregunté a Jamie si podía servirme algo de lo que había sobrado, como el mismo me había servido los demás días. Puso cara compungida; hoy no es posible, hoy está el encargado. Me dio bajo mano, tal si fuera algo ilegal, un bizcochito marrón envuelto en celofán que me aseguró me daría energía al momento. Muerta de hambre vi como tiraba a la basura un montón de salchichas, huevos fritos, champiñones y tomatitos asados.
Ocho horas de trabajo intenso con un intervalo de diez minutos para comerme el susodicho Flapjack, un pastelito típico inglés de avena y miel. El mío no creo que contuviera demasiada avena, ni demasiada miel, pero me aseguraba que iba a ingerir, porque venía remarcado en el envoltorio por un redondel, un veintiuno por ciento de materia grasa (mantequilla).
James es eficaz en lo que hace, esté o no el encargado. Hoy recibió alguna advertencia, y seguro que ningún reconocimiento. Un día de estos el hostel se quedará sin su segundo de cocina.
Me lo paso bien con él. Está admirado de la belleza de la mujer del encargado y se pregunta cómo es posible que un hombre tan desabrido tenga una esposa tan bonita.
Y empieza a hablar de mujeres. Parece que se ha recorrido unos cuantos países, porque abre la boca y los ojos en señal de asombro al rememorar el impacto que le causaron las bellezas puertorriqueñas, y las argentinas, y las brasileñas !olalá¡ . Y las norteamericanas, neumáticas, pero nada desdeñable. Con las francesas arruga la nariz, y no se muestra demasiado satisfecho con el panorama local.
La última hora de la jornada la he dedicado a limpiar las cintas de goma antideslizantes pegadas al borde de cada peldaño de las escaleras. Tenía que frotar y frotar con un estropajo verde y jabón para que asomara tras la mugre el color blanco inicial. Sentada dos escalones más abajo acometía cómodamente la tarea de lavar los de arriba. A esa hora no circula gente por el hostel. Estaba bien ahí sola. Me sentía como una Cenicienta moderna, sin pajaritos cantores a mi alrededor, pero ambientada, a través de mis auriculares, por la música de la BBC Radio Cambridgeshire.

domingo, 8 de agosto de 2010

Summer in the City 2010

Hoy domingo la Freddie and Friends New Orleans Jazz Band tocaba de tres a cinco de la tarde en Jesus Green Park, un parque al lado del río. A la salida del trabajo he ido para allá. Había bastante gente de todas las edades sentada o tumbada sobre la hierba. Algunos se habían traído sus sillas plegables. Algunos estaban haciendo pic-nic. Se veían sombrillas, sombreros, bicicletas, perros y pelotas hinchables. Parecía una playa de arena verde. Me recordó alguno de los cuadros de Seurat.

"Mela" en sánscrito significa "reunión, agrupación, amontonamiento". Así se nombra en el subcontinente asiático a los acontecimientos públicos, sean de carácter religioso, comercial, cultural o deportivo, que juntan a mucha gente en un lugar. En el año 2001 tuvo lugar en el norte de la India la Maha Kumbh Mela la más grande concentración de gente que se ha dado en toda la historia de la humanidad. Treinta millones de personas en un mes acudieron a la cita y se bañaron en las aguas del río Ganges en su confluencia con el Yamuna.
Por descontado que la Mela que tuvo lugar en Cambridge el segundo fin de semana de Julio no era de esas dimensiones, pero supuso toda una experiencia para una novata como yo.
Salí de la casa de mi hijo en Mill Road con la intención de comer algo y vagar por ahí. Al llegar a Parker's Peace me topé con las carpas que estaban montando el día anterior. Ahora ellas lucían enormes y blancas, favorecidas por el sol y el bullicio que reinaba a su alrededor. Junto a la primera tienda que me encontré unos hombres de rasgos indúes estaban sirviendo y vendiendo comida típica de su país. Todo tenía un aspecto muy bueno, así que me puse en la cola. Me sirvieron en un plato grande de cartón lo que elegí. Tres bolas de verdura que se asemejaban a una tempura, un triángulo de masa hojaldrada frita rellena de carne de cordero y un poco de ensalada para acompañar. Me metí con el plato en la mano en la carpa para ver que pasaba. Un grupo musical de chicos y chicas estaba en plena actuación, en la primera línea junto al escenario un público joven enfervorizado los estaba jaleando; llevaban todos juntos una marcha impresionante, el resto de la carpa estaba llena de gente que como yo gozaban del espectáculo, la gran mayoría de ascendencia india, o de Pakistán o Bangladesh, supongo. El ritmo lo inundaba todo, al tiempo que saboreaba ese manjar; de repente estaba metida en otro mundo, fresco y vibrante por cierto, y entre bocado y bocado casi se me suelta una lágrima de la emoción.
En otra carpa más pequeña, una presentadora joven, guapa y vestida con un sahari azul turquesa, daba paso a la siguiente actuación, la de una cantante también atractiva enfundada en un sahari naranja. Los espectadores estaban sentados en el suelo alrededor del entarimado central, los hombres a un lado y las mujeres y niños al otro. Era una carpa más tradicional y familiar que la anterior, pero también llena de sensualidad.
Luego me fui a una explanada grande donde estaba montado al aire libre el escenario principal. Allí se estaba desarrollando el festival de World Music o Música del mundo. Vi la actuación de Black Umfulosi, una banda de Zimbaue compuesta por seis hombres negros con una gracia y un don para la actuación colosal, y la de Raghav, un cantante y compositor indo-canadiense de música Bhangra , acompañado por un chico negro, alto y espigado, que le daba la réplica, tipo hip-hop, en sus canciones; lo que surgía de entre ambos y con el público era espectacular. 
Terminé bailando salsa en la Carpa de Baile. Nunca había visto tanta diversidad de tipos humanos bailando en un mismo lugar. Parejas absolutamente dispares, entre sí y con respecto a las demás; diferentes en edades, en grosores, en alturas, en colores, en atavíos.
Esto no sucede cada día en Cambridge, me dijo una chica portuguesa que como yo se sentó acalorada a descansar mientras su mirada continuaba en la pista. Esto es algo muy especial.


sábado, 7 de agosto de 2010

Malas noticias


Hace ya algunos días que recibí una mala noticia. Al marido de mi tia Elvira le han detectado un cáncer terminal. En Pamplona se lo han confirmado. No hay nada que puedan hacer. Solo esperar. De allí se fueron directos a Santander, la ciudad natal de él.
Hablé con Gustavo el día antes de viajar hasta aquí. Llamé para despedirme. Me contó que le habían encontrado algo y que tendrían seguramente que operarlo pero que no sabía si eso sería antes o después del verano, que ellos siempre pasan en su tierra. Estaba muy animado y no se tomaba el asunto muy en serio. Yo tampoco. Pensábamos que todo saldría bien.
Mi marido me lo comunicó, y me dejó descolocada, pero no terminaba de asimilarlo. Mi hermano Mateu tampoco se hace a la idea porque en un mensaje electrónico me comenta: "parece que se encuentra bastante bien porque ha salido de casa para ir a comerse unas cigalas grandes como langostas".

Pero ayer supe que está mal, que no puede dormir acostado porque le cuesta respirar y que sus hermanos están tramitando su empadronamiento en la ciudad para que puedan administrarle morfina. Con esto la cosa se me hizo real y cercana.
Una pesadilla me despertó a la madrugada y no pude dormir más.
Había escrito dos postales, una para mi tía y otra para él, que no me atrevía a echar al correo.
Pero hoy lo hice.

viernes, 6 de agosto de 2010

Españoles en Cambridge


En Cambridge están las calles por las que transitan todo tipo de vehículos, y luego están los senderos por donde sólo pasan ciclistas y peatones.
Con la bici puedes ir de un lado a otro de la ciudad atravesando prados y jardines. De hecho tengo la sensación de estar viviendo un verano campestre. Hay que conocerlos, pero siempre existen bucólicos caminos que te salvan de pasar por los nudos de carreteras, o atajos entre casas y edificios que te facilitan el desplazamiento.
La bicicleta es la reina de la calzada, y de la acera. Los coches se detienen a su paso y los peatones se disculpan si interfieren en su avance. Casi no hay motos.
Es una ciudad muy tranquila; no se escuchan demasiados ruidos y el centro histórico y comercial está cerrado a la circulación.
Es un destino turístico, lleno de visitantes de todas las nacionalidades. Las calles principales están muy concurridas, sobre todo los fines de semana, pero perdura la calma. Todo lo que escuchas al pasear es un leve murmureo y de tanto en tanto el sonido de la música, los cantos o las declamaciones de alguno de los múltiples, y a veces buenísimos, grupos de artistas que en el centro se dan cita con sus actuaciones callejeras.
Aunque ayer, cuando caminaba por la zona del King's College, escuché a lo lejos un clamor que poco a poco iba en aumento y que despertaba la curiosidad de los transeuntes. Pronto supe de qué se trataba. "Españoles, españoles, somos españoles", gritaban y repetían unos animados y festivos estudiantes mientras avanzaban izando una bandera rojigualda. Los seguí corriendo tratando de sacarles una foto.

jueves, 5 de agosto de 2010

La compra

Hoy he recibido una carta del Job Centre Plus con mi National Insurance Number. Este es mi número permanente que me permitirá trabajar en este país siempre que quiera.
Mi bicicleta
Voy progresando con la bicicleta. En las subidas de los puentes modifico la marcha y tras un ruido estruendoso de la cadena al cambiar de piños empiezo a darle a los pedales más rápido y con menor esfuerzo. Cuando llega la bajada, vuelvo a la posición inicial y salgo veloz del puente hacia la calle.
Hasta ahora la compra siempre la he hecho en dos supermercados de proximidad, Tesco y The Cooperative. En cada barrio hay varios. Pero me habían comentado que en las grandes superficies presentan los productos en envases más grandes y por tanto más económicos.
Ayer a la vuelta del trabajo pedalee tres cuartos de hora hasta un Tesco grande que veo a lo lejos cuando salgo a correr. Queda en Milton. Pasé por un puente para peatones y ciclistas sobre la autopista que ya había cruzado corriendo un par de veces y me hacía gracia inaugurarlo con mi bicicleta.
Quería comprar cereales de marca blanca y algo de fruta, pero ni de lo uno ni de lo otro estaban muy surtidos. Había unas bandejitas minúsculas con unas cerezas medio descompuestas. Las fresas en cajitas de doscientos gramos, cuando en España las compro en cajones de a dos kilos. Melocotoncitos y nectarinas en mallas de a cuatro.
Por ahora está bien, porque estoy sola, y no necesito más, pero con estas dosis no se alimenta una familia.
Compré una bolsa de frutos secos variados que están rancios. Y unas bananas que no sabían a nada.
Se ve mucha comida preparada que tiene buen aspecto pero que no me detengo a mirar porque para mí por ahora es prohibitiva.
Llené la mochila y emprendí la vuelta a casa. Estaba cayendo una llovizna fresca y agradable que no llegaba a mojarme.
Hoy en el recorrido hacia casa pasé por delante del supermercado Asda. Mi hijo me había dicho que era el que estaba mejor. Aparqué la bici y entré. Tenía razón. Hay de todo y en cantidad. Grandes bolsas de pasta fresca, pollos enteros, rodajas de pavo con denominación de origen. Hasta tiene una mini pescadería. Algunas frutas y verduras las venden a granel.
Me acabo de comer un lomo de salmón que he comprado por una libra, condimentado y envuelto en una bolsita lista para poner en el microondas, que estaba buenísimo. Y la banana sabe a banana.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Momentos difíciles

El grupo de chicos alemanes se va hoy. Ninguno de ellos olvidó nada en los baños durante estos días. Es curioso porque con los otros huéspedes llenamos una caja a la semana con los productos de perfumería que se dejan en las duchas. Le pregunté a Jamie, el cocinero de Birmingham, que le habían parecido los muchachos y puso gesto de desagrado.
Hablando de los españoles que él ha atendido se echaba las manos a la cabeza, ¡que barullo, que ruido!, ¿porqué gritan tanto? me preguntaba. Y le explica a su compañera también inglesa, que un día una niña española, y señala con su mano una medida de poca altura, se le acercó y le dijo en alta voz "Joder, no quedan salchichas", y era una niña pequeña, comentó con expresión de sorpresa. Él no es nada refinado y usa fuck muy a menudo. Tuvo una novia valenciana, y conoce bastantes palabras en español, "joder" entre ellas.
La chica inglesa se llama Holly, igual al nombre del abeto navideño, me aclaró. No tiene demasiado salero la muchacha, no se pone desodorante, tiene las manos muy estropeadas por no usar guantes y habla con un acento que no entiendo nada. Me dio la sensación que al principio me miraba con cierto recelo, pero cuando me plegué a sus ordenes y le comenté que confundo su nombre con el de la oveja clonada Dolly (¡ah!, Dolly the sheep) empezó a mostrarse más amable. Mejor, porque la verdad es que yo pensé que había metido la pata hasta el fondo comparando su nombre con el de una oveja.

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He pasado por dos momentos difíciles en esta ciudad. Uno de ellos el día que llegué a la casa en la que ahora estoy.
Después de inspeccionar varias habitaciones por el centro bastante deprimentes, ví esta y no tardé demasiado en decidirme. La casa está refaccionada y es muy confortable y la habitación es grande, luminosa, y no le falta detalle. Hice la mudanza un día por la tarde, me acompañó en su coche Alan, el chico polaco que le alquila a mi hijo. La casa es de unos amigos suyos; él nos puso en contacto y él fue quien me acompañó también en la primera visita.
Una vez instalada quise ir al supermercado; me habían dicho que quedaba a cinco minutos caminando. Salí a la calle y seguí las instrucciones: a la derecha, a la izquierda, recto. Rápida y confiada. Hasta que de repente, oh, no sabía dónde estaba, todas las casas me parecían iguales. Eran iguales, como en una pesadilla. No había retenido ningún detalle para identificar a la mía, y no tenía ni el teléfono ni la dirección. La noche estaba cayendo, y de repente me sentí perdida en medio de la nada. Confusa. Sentía que me había equivocado terriblemente. Me había ido a vivir a un lugar lejos de la civilización. Caminaba sin rumbo con el alma en vilo hasta que reconocí el coche de Alan en la puerta de la casa, por suerte se había quedado a compartir una cerveza con sus amigos. Llegué sin compra y con un hambre tremendo. Sentí esa casa tan ordenada como una prisión. Corrí al ordenador y encontré conectada a mi hermana Agnès. Ella lo hizo muy bien y supo como calmarme. ¡Ah! y por favor, le dije, no digas nada de esto a nuestra madre, que yo estoy muy bien, y lo de hoy pasará.
Al día siguiente y con la luz del sol todo cambió. Tenía el autobús a un paso que en veinte minutos me deja en el centro y dos supermercados muy cerca.
Esta madrugada el drama se volvió a repetir. Me desvelé y oía afuera la lluvia caer. Mi angustia iba creciendo. En un rato tendría que salir a la calle, volver a pedalear, volver a luchar contra el tiempo para llegar a la hora. Me imaginaba lo que sufriría en invierno, levantándome a la madrugada, saliendo a la calle en plena oscuridad, con una bicicleta que no adelanta, malos frenos y sin luz ni bocina. La lluvia o la nieve cayéndome encima durante todo el trayecto, y un viento cortante que me helaría la cara.
Olvidaba por completo que tengo un contrato de alquiler de tres meses, que es probable que aquí no pasaré el invierno, que espero pasarlo con mi familia, a ser posible en esta ciudad, y que mi bici destartalada no tiene porque acompañarme siempre. De nuevo, con la luz del sol todo cambió. No fue fácil la ida hasta el hostel, pero tampoco nada trágico.

martes, 3 de agosto de 2010

La bici


Esta mañana el viaje en bici de ida al trabajo resultó una pesadilla. Salí a las seis y media de la mañana de casa. Esta máquina no tira y no atino con el cambio de marchas. Me lié y me perdí. Cuando retomé el camino ya era bastante tarde y quise darme prisa. Tropecé con un bordillo y me caí; me hubiera podido hacer bastante daño, por suerte sólo me raspé la pierna. No llegaba. No sabía dónde aparcar el trasto. No podía cerrar el candado.
Ocho horas en la cocina. La chaqueta negra del uniforme resulta muy agobiante. El cocinero no para de llamarme My Darling y de darme abrazos para agradecerme lo relucientes que estoy dejando los platos. Y me muero de sueño porque llevo dos noches durmiendo menos de cinco horas.

lunes, 2 de agosto de 2010

Los sueños

Rio Cam en la zona de Chesterton
Hoy me he levantado a las cinco y media de la mañana porque mi trabajo empezaba a las siete y como no tengo autobús a esas horas, he ido caminando. Cincuenta y cinco minutos a paso rápido, desde Kings Hedges hasta Tenison Road, cerca de la estación de tren. A las seis ya hay una claridad total y era precioso andar por las calles vacías con esa luz. Siempre llevo el mapa encima y trato de variar los recorridos, para ir conociendo. También me fijo en los carteles de las inmobiliarias y tomo nota si veo alguna casa pequeña en alquiler. En mi recorrido he cruzado el río en una zona que no es turística. Es hermosísimo. Estás en medio de una naturaleza desbordante y en plena ciudad, hay incluso vacas pastando.
He trabajado ocho horas, las primeras cuatro en la cocina. Allí he colocado en el buffet lo que había para desayunar y cuando la gente iba acabando ponía los platos por tandas en un lavavajillas industrial que en cinco minutos los lava y seca.
Congenio mucho con Daniel, el chico búlgaro, que me ha enseñado lo que hay que hacer. Tiene diecinueve años y está estudiando derecho. Le dije que cuando venga mi hijo Simón, que tiene su misma edad, se lo voy a presentar.
El cocinero se llama Chris, y es un hombre de unos cincuenta años de nariz colorada, simpático, que la ha tomado conmigo y me nombra en voz alta cada vez que me ve pasar: ¡Sousena!, ¡Suseana!. Es Inglés. Comentó que en la región de Anglia, donde se situa Cambridge no llueve demasiado; llueve al año lo mismo que en Israel.
El segundo de cocina se llama James y es natural de Birmingham. Alguien le dijo que fuí profesora de Aerobic y me vino a contar que él es aficionado al Boxeo inglés, diferente del Boxeo tradicional y del Kick boxing. Con dos movimientos de brazos y de piernas que hizo para mostrarme ya me dí cuenta que es bueno.
Todos se tomaron un tiempo para crear buen ambiente, y luego se concentraron en su trabajo.
Me serví del desayuno inglés: salchichas, bins unas judías pequeñas en salsa roja muy comunes aquí, champiñones y una especie de bollo de patata. Todo tenía buen aspecto, pero mi decepción fue grande cuando lo probé.

Al salir fui a buscar la bici a casa de mi hijo Lucas. Estaba lloviendo y tuve que esperar un rato. Desde que era una niña casi no he montado en bicicleta, y aquí, al circular el tránsito al revés, nunca sé por dónde vendrán los coche, además el suelo estaba mojado y no tengo memorizada la ruta hasta mi casa. Así que me daba un poco de susto coger la bicicleta. Dí las primeras pedaleadas y sentir el aire puro y fresco sobre mi cuerpo mientras avanzaba me llenó de satisfacción.

Pasé de vuelta por el río. En una de mis paradas para consultar el mapa me puse a charlar con un ciclista. El hombre es de Cambridge, pero le encanta Andalucia, adonde viaja de vacaciones una vez al año. Tiene muchas ganas de aprender español, y conoce algunas palabras. Quiere alguna vez irse a vivir allí.
En mi familia todos llevábamos ya tiempo pensando en emigrar a algún país anglosajón.
Antes de venirme aquí yo pasé un año entero sentada frente al ordenador tratando de aprender inglés y esperando que llegara el momento oportuno. Entonces vi algunas películas en versión original. Entre ellas An Education, de la directora Lone Scherfig, un film ambientado a principios de los años sesenta. La protagonista es una adolescente británica, responsable y estudiosa, que vive con sus padres en Twickenham, un barrio de clase media del Gran Londres y se prepara para ingresar en la prestigiosa Universidad de Oxford. Pero algo diferente bulle en su cabeza. En la intimidad de su dormitorio la chica fuma cigarrillos franceses marca Gauloise y reproduce con su voz las canciones de Juliette Greco que suenan en su tocadiscos, mientras su imaginación vuela a un París "charmant", lleno de gracia y encanto, al que algún día ella viajará.
Todos tenemos unas cosas y soñamos con otras.

domingo, 1 de agosto de 2010

Los chicos alemanes

Hay ahora en el hostel un grupo de estudiantes alemanes; suman ochenta y tres entre chicos, chicas y monitores. Durante este tiempo que se queden no habrá que hacer demasiadas camas. Los vi entrar el primer día en fila india directos al salón social en perfecto orden y sin alborotos. Por la mañana me tocó arreglar habitaciones y vaciar papeleras. Ya me advirtió Inés, la chica polaca, que me llevara muchas bolsas, big black bags, y no sabía para qué. La cantidad de envases vacíos de refrescos que saqué de cada habitación era impresionante. Botellas y botellas plásticas gigantes, de Coca-cola sobre todo. Mínimo tocaba a cuatro litros por persona y noche.
St. Mary's Street - S.M.

En los cuartos de los chicos alemanes impera un desorden mayúsculo, igual al que reina en casi todas las habitaciones de adolescentes del mundo. Pero son muy cuidadosos con las zonas comunes.
Son unos chicos muy guapitos y educados. Pero hecho de menos la sonrisa, el Thanks, el Sorry, la forma desenfadada y alegre de la mayoría de los huéspedes de los otros días. Ellos pasan a tu lado serios, como una sombra, sin molestar.
Escuché en España decir de los Ingleses: "Guardan las formas, pero son muy suyos" o "Son pura fachada, pero luego, si te he visto no me acuerdo", o cosas por el estilo.
Para mí la fachada es muy importante. Como es lógico cada persona se preocupa y ocupa de sí misma y de su entorno más querido. No voy a pretender de entrada que alguien me salude amablemente y de inmediato me invite a quedarme una semana en su casa, por ejemplo. Cosa que, por cierto, me parece que es más probable que ocurra aquí que en nuestro país, o por lo menos en Catalunya, que es lo que conozco.
Yo llevo tres semanas en Cambridge y he entrado en dos viviendas, tres si cuento la de mi hijo:
1- La de una chica mejicana casada con un Italiano que conocí porque alquilaban una habitación en una casa de su propiedad que queda enfrente de la suya propia. Por una cuestión de fechas no llegamos a un acuerdo con el alquiler, pero un día me invitó a sentarme en su salón para charlar y darme pistas de cómo empezar a moverme en esta ciudad. Y eso que estaba atareada vigilando que sus hijas terminaran los deberes para llevarlas a un cumpleaños. Pero encontró un espacio. Espero volver a verla.
2- El vecino yugoslavo, que si por él hubiese sido todavía estaríamos viendo vídeos en su casa.
3- Los chicos polacos que le alquilan habitación a mi hijo. Aprovechando que Lucas estaba en Barcelona, pasé allí mi primera semana. En ese tiempo me invitaron por dos veces a cenar con ellos en el jardín. Vimos juntos el partido final de la Copa del Mundo en Sudáfrica y se alegraron casi tanto como yo por la victoria de España. Y finalmente fueron ellos los que me consiguieron la habitación en la que estoy, y quienes me ayudaron con su coche en la mudanza.
Ninguno de ellos es inglés. Vale. Pero yo creo que la gente se impregna del espíritu del lugar.
Si tengo que ser sincera, y me duele decirlo, yo llevo viviendo casi treinta años en un pueblo de la costa catalana y salvo en la casa de mis tres o cuatro amigos y en la de Teresa, una mujer entrañable donde siempre eres bienvenido, y en la de una señora venezolana que de tanto en tanto organiza veladas "literarias", no recuerdo haberme sentado nunca en otra casa de mi pueblo a tomar una taza de café. Y mi pueblo está lleno de catalanes, castellanos y gente de todas partes del mundo.
No lo sé. Esa es mi experiencia. Por eso es que me pregunto si, de verdad, nosotros somos tan abiertos, o si los británicos son tan suyos.