miércoles, 30 de septiembre de 2015

Entre Berta y yo

La Plana - Pintura Susanna Morell
Luego de la sorpresa inicial, a su edad y condición física no tan inesperada, siento a la semana el vacío por la marcha de Berta Canals. Imagino qué le pueda estar sucediendo a quién la atendía de continuo en el cometido de conseguir esa magnífica imagen que ella ofrecía, desde su trono de real mando. Mi madre, de un equilibrio excepcional, al fallecer su suegra siguió escuchando día y noche el tintinear de la campanilla con la cual mi abuela solicitaba el presto servicio que ella y demás le brindaban con diligencia de ayudas de cámara; hasta el punto de tener que acudir a la consulta de un psiquiatra.

Creo que entre Berta y yo se dio una suerte de conexión, al menos durante un rato por parte de ella; algo que ver teníamos, proveniente de lo más profundo y ancestral; será por esa tierra dura en la cual nacimos, campos del interior, de esos padres roturadores de la piedra, inteligentes, del negocio; con madres de alma más cultivada, diría ella. O será que conecté yo de modo unilateral por devenir Berta el personaje que fue.

Le admiro ese personaje que de ella misma supo extraer. Agradezco haberlo presenciado. Imposible hubiese sido de otro modo hacerse idea de algo tan original, extremado y complejo. Tuvimos el privilegio, las veces que a su casa acudímos mi marido y yo, sentados junto a su mesa de comedor, transcurriendo como en una nube de irrealidad, más cinematográfico todo el conjunto que salido de la directa pantalla.

Tengo registrada como íntima hazaña, congraciada con el azar, el lograr que respondiera a mi carta; entre las variables que favorecieron estuvo el que Berta resultara dejarse llevar por la intuición, pues la tomó en cuenta antes de enterarse de la excelencia de la pluma de mi escritor marido. En otro tanto por ciento habrá influido el conocer Berta a mi tía, y saber de mi familia, la suficientemente cercana a su propiedad en el campo como para estar enterada de los chismes sobre propiedades y herencias que puedan correr. Vio una vez a mi padre en su castillo y se acordaba, cuando Berta acompañó al matrimonio Cela, del Nobel Camilo José Cela, por motivo de investir a la esposa, la periodista Marina Castaño, con un título honorífico anual concedido en montaje de gran fiesta por una cofradía de los vinos; Berta me aclaró.

Campos de La Segarra 
Por las relaciones el mundo se te abre como flor de la pasión para enjugar sus néctares; por las inexistentes te quedas a palo de regaliz, perpetuo solicitante a la espera, hasta que a fuerza de intentarlo se produce el acontecimiento excepcional, o no, que puede surgir, en caso de hacerlo, incluso de la sopa más boba, sin fideo cabellín; todo es cuestión de aprovechar lo que se tenga y divertirse en el intento, pues a la postre, como es bien sabido, el humor de verdad es lo único que conserva a través de los años su peso específico. Y está bien que me haga la maestrilla en este estadio, cuando ella acaba de fallecer y se cierne sobre mi cabeza otro otoño; ¿el definitivo?.

Lo dejaré aquí. ¿Un blog secreto para acceder a la universalidad?, ¿quién se atrevería a decir que no?.

Descansa en paz Berta Canals. Te agradeceré hasta mi desaparición el haber insuflado un cierto aire de consistencia al material de mis sueños. Algún día vendré a presentarte mis respetos frente a tu tumba en tu pueblo de Santa Fe, cementerio silencioso, si es que allí encuentro tu lápida, o al aire seco clamaré tu nombre entre las espigas, y una rosa amarilla o blanca entre las amapolas depositaré, si es que te han incinerado.

-¡Treinta año de espera!, Berta hizo su cálculo y se estremeció al nombrarlo.
-Tampoco te creas... eh, Berta..., yo le decía, ... lo hemos pasado muy bien.
-Pues claro que sí, mujer, ya me lo imagino. 

lunes, 21 de septiembre de 2015

Hasta siempre

Dibujo de Fernando Krahn
Veintiuno de septiembre, inicio de otoño, hoy ha muerto Berta Canals; mañana los periódicos vendrán llenos de la noticia. Esta tarde llamó a mi marido un amigo escritor y periodista encargado de hacer la nota pertinente para el diario en el cual ambos colaboran, pidiéndole unas palabras sobre ella. Todos hablarán. Pocos lo lamentarán tan en silencio como yo. Temo la llegada del invierno, sin calefacción en casa y sin su calorífico halo en lontananza, distancia a lo cierto corta para mis adentros.

Mi marido la rememora así en su lugar de red social:
"Este es un oficio encabronado al que he dedicado la vida y ahora que la estoy encerrando, veo que tuvo momentos que no cambiaría por nada, me escribió hace ya un año. La conocí tres años atrás, cuando me hizo venir desde Cambridge, donde entonces residía, para que tuviéramos una conversación. En pocos meses consiguió que tres prestigiosas editoriales publicaran tres novelas de mi autoría (RBA, Galaxia Gutemberg y Editorial Porto, de Portugal, que me publicó una novela aún inédita en castellano). Doy fe de que era rápida, inteligente, brillante, dueña de un carácter fuerte pero a ratos (muy frecuentes) cariñosa. Era tenaz, emotiva, intuitiva, lista (por supuesto), y muy entrañable para los que llegamos a conocerla. Comí en su casa, en compañía de mi mujer un par de veces; la última acompañados de Xavi Allen, de la Vanguardia y Joan Tarrida, editor de Galaxia Gutemberg. En otra ocasión la visité una tarde de verano. Estábamos sentados a la mesa, bebiendo café, y a ella se le ocurrió comer cerezas. Mandó que las trajeran. Eran deliciosas, pero en el momento en que me metí una en la boca ésta reventó manchándome la camisa. Me ruboricé, y seguramente se notó, porque Berta dijo: "No te preocupes L., son cosas que nos pasan a todos". Inmediatamente mandó que trajeran un quitamanchas. Cuando en cierta ocasión deslicé una queja por lo poco que, a mi parecer, se vendían mis libros, ella me contestó por e-mail: "L, tu ten paciencia y sigue escribiendo hasta el fin del mundo". Estoy seguro de que nunca la olvidaré. Hasta cuando sea, Berta."