viernes, 11 de marzo de 2016

Mis drogadictos y otros descarriados

 Edward Burra -The Snack Bar (1930)
A ese caporal de la guardia urbana barcelonesa le faltaba un cursillo en  psicología de aviso para ahorrarle a sus interlocutores al teléfono un sobresalto  creciente, perfectamente evitable, o de por sí ponerse en lugar del otro, cuando me llamó y tras eterno período de vacua información accesoria -rasa y primordial para él- me hizo saber por fin que la única víctima había sido un árbol, en el accidente automovilístico del cual estaba en la burocracia de dar parte al seguro. Marcó nuestro número de fijo a primera hora de esta mañana de sábado, entrando a preguntar por el coche implicado en un siniestro, el a mi nombre que la noche anterior le había prestado mi marido a nuestro hijo Simón.

Por intermedio de contactos, tal cual nos decía estaba a la búsqueda, Simón consiguió trabajo como encargado de nave en una empresa dedicada al montaje de escenarios, Así que ahora cobrará regularmente cada mes, se espera. Por ello ha podido alquilar, a medias con el técnico en sonido que lo recomendó para el empleo, una casa en plena naturaleza, con jardín, para poder albergar a los dos perros de ella, su novia, que ha dado el salto de venirse desde Madrid a residir con él a una urbanización perdida entre los montes. El entorno, eso sí, idílico. La casa me dio otro respiro. La encontramos perfectamente agradable cuando fuimos mi marido y yo a conocer; luminosa, nueva, de amplios espacios y doble entrada; están por dividirla. Es muy factible; planta de abajo para el técnico con su novia, enfermera; planta de arriba para mi hijo con la suya, que debe encontrar trabajo. Con un ligero tabique en la escalera quedarán independientes. El padre del otro chico ha comenzado con la instalación de una cocina extra para los suyos, conoce del tema, lo ha visto sencillo y es lo único que faltaría. Hasta ahí todo perfecto; solo una ligera pega para nuestra parejita: ¡carecen de vehículo!.

Un amigo le ha prestado a Simón una motoneta que tenía dejada de uso, hasta que termine de reventar o se la solicite de vuelta. Con ella puede Simón llegar al trabajo, mientras su novia espera en la casa, con los perros, sin TeleMadrid, a que regrese y la saque a dar una vuelta. Alivia que vamos hacia los días largos de la primavera y el verano, pues de noche esas vías deben de quedar a tenor de la luna y algún que otro privado foco para librarlas del más tenebroso valor lumínico. Ayer vinieron a cenar. Llegaron con la oscuridad caída y sin luz frontal, a paso de cegata motorizado, pues en mitad del trayecto se les desconectó el cable del apaño para ir tirando de bujía inadecuada. Coincide que ese amigo que le acaba de facilitar medio de locomoción es un recién repudiado por mi marido. "No lo quiero ver por casa, ni a él, ni a los otros como él; ya sabes a quienes me refiero", le dijo su padre a Simón, delante de la novia, justo el día antes de irse a vivir por su cuenta; y es que los hijos te pueden llevar a destempladas descolocadas expresiones. "Pues ese perdido drogata, como tu lo llamas, le respondió Simón, es el que ahora me está salvado el transporte".

Simón tiene amigos de variado tipo. Algunos que le vienen desde la niñez más temprana se encuentran a la deriva, enganchados, aunque por su aspecto externo nadie lo diría. Conozco bien a la madre de uno de ellos que con todo el desgarro de su alma está en la conclusión del debate con ella misma entre seguir dándole oportunidades o asumirlo por absolutamente perdido. A Simón lo altera que yo me ponga de parte de ella; pues vivió alguna escena en esa familia y distribuye las responsabilidades, más bien cargando hacia sus separados progenitores. Yo con mi amiga lo único que hago es escucharla y comprender su angustia, lo mismo que si me viniera su hijo con necesidad de catarsis; lejos de mi ánimo buscar causas o achacarle a "alguno" el origen de la problemática; por "algo" en todo caso me decantaría, por la genética, si me obligaran a decir. Simón defiende a esos amigos que según él se largan, por propio gusto y decisión, de las posibles líneas bien consideradas. ¿Por qué, si a ellos les apetece de esa manera, está toda esta maldita sociedad tratando de intervenir para enderezarles el rumbo? ¿por qué su modo de vida a de verse como peor, si no les gusta lo otro y han optado por esto?.

Me larga su discurso y a los pocos días encuentro el argumento que darle en una cita de Henry Ford, el norteamericano fabricante de coches y fundador de la Ford Motor Company:  "Cualquiera que deja de aprender es viejo, así tenga veinte u ochenta años. Cualquiera que siga aprendiendo se mantiene joven. La mejor cosa en la vida es mantener la mente joven" / "Anyone who stops learning is old, whether at twenty or eighty. Anyone who keeps learning stays young. The greatest thing in live is to keep your mind young".

Ahí está Simón, ¿qué ansias de aprender tienen ellos?, ¿qué progresos hacen?; así fuera cazar moscas en el aire, ya se lo consideraría, todo sería cuestión de que le pusieran técnica o arte. Por supuesto que cada cual toma por donde le place o puede y no voy a ser yo precisamente quien vaya a juzgarlo. A mi padre le di el gran discurso, ya sabes. Igual ellos están en algo maravilloso y soy yo la que no alcanzo a vislumbrar el brillo o lo realizante en la labor de estar full time, sin otro propósito, a la procura y auto suministro de estupefacientes. Y aún sin colocar, ¿qué ocuka, como tu amiga, que lo hace por devoción, quisiera ver en el futuro a su hijo del mismo modo, aún sin penuria que lo acucie a habitar de prestado impuesto?. Ella elige vivir como los pajaritos del cielo, auspiciada, eso sí,  por la paga que le entra gratis mes a mes, de otro modo ya veríamos si le placería lo mismo esa vida tan alternativa, y cuando el nervio de una muela le de señal, ¿acudirá a mamá para el dentista o aguantará entre latidos de dolor el avance de la descomposición hasta el hueso?.

Se percibirá que tamaño sermón no se la suelto a mi hijo ni bajo los efectos de una fumata, pero aquí, ¿quién me priva?. Mira si ella, la amiga, va estar con sus pearcing, tatuajes que hace y animalitos que la acompañan, pendiente de lo que está por venir. Eso es propio de los viejos anticipados asustados plegados a la oscura masa que frente a sus narices ven crecer. Anaís es buena chica, estoy segura, aunque nunca llegué a tratarla, siquiera a conocerla de vista, salvo cargarla en el coche de niña, acercarla con otras hasta sus casas, en alguna ocasión con poca visibilidad; y me pareció muy mona. Igual conoce cómo vivir en el único tiempo que existe, ese eterno que prima en nuestra percepción cuando andamos fuera de los problemas.

Con respecto a esos amigos de Simón, a los que aprecio y siempre ellos se han mostrado educados, amables y afectuosos conmigo, me consta algo que me suena chirriante y estimo estéticamente feo, y es que pongan a menudo su punto de interés y conversación en herencias, riquezas, cobros de alquileres u otras ventajas materiales como llamado de los duendes a solucionar su modus vivendi; ellos, que están por encima de esta porquería de mundo especulativo, apartándose de la rueda de este sistema económico, con sus coches, motos y demás objetos a codiciar que tienen en la mira también. O será que no han podido entrar de pleno en la rueda y no les va el ingresar por su lado menos plácido a cascar años en un empleo que les aporte desgaste y el mínimo sueldo.

Igual me pregunto, ¿para qué tendría uno que empeñarse en la cruzada del progreso y la consecución de sus aspiraciones, si se consigue antes estabilizar los ánimos por otros medios?, ¿por qué ese bregar en lugar de dejarse ir, siendo además de privilegio y no de concesión al grueso de los humanos el tener claro en qué usar la vida para que resulte con sentido, más allá de la básica función de mantenerla per se?¿por qué no darle al gas de las sustancias embriagadoras o a la máquina del suicidio, sin la pejiguera de ponerse en el esfuerzo de acometer eso,  desconocido para muchos, ignorantes tan siquiera de por dónde empezar a descubrirlo, vivir al máximo, como dice Simón que han tomado la opción sus amigos del gremio del alucine hasta que el cuerpo aguante?; ¿para qué esa lucha constante, de caer y levantarse, de retomar y volver a la carga, en una dirección que solo es intuida, en ausencia de resultados constatables más allá de la íntima sensación de sentirse en la brecha?, premio que me cuestiono de qué vale si no encuentra su reflejo en el mundo de las consecuciones concretas.

Rumbo incierto que se imagina es el que nos forjamos los mortales que no hemos sido grabados con la certeza, o no acertamos a que esta se confirme; escalada con base en cuerda de trapecio; muesca que encaja en muesca, sorpresa, milagro, encuentro que se dio, aprovecho, vuelta que da la tuerca, tesón, pase en otra fase por donde ya pasé, fuera del tiempo y el lugar concreto, ¿será ese el camino del extraviado que se cree en la dirección o funciona así en general?. Me cuestiono si no es descarrío mayúsculo el mío que sumados todos los de los amigos de mi hijo Simón embrollados en las dependencias, al menos esas tipificadas.

Otra vuelta de tuerca
Henry James
Volviendo al curso de lo inicial, Simón y su novia tenían previsto cenar en casa y bajar luego al pueblo a encontrarse con quien fuera en esa noche de viernes. Sin luz en la moto, mi marido les dijo que tomaran prestado nuestro auto hasta la tarde siguiente, así el sábado a la mañana dispondrían del mismo para cargar la compra gorda en el supermercado.

Resultó que se vieron con coche y enfilaron hacia la capital -treinta y cinco kilómetros en otra dirección-. El detalle de lo sucedido quedará en el misterio. Terminaron, eso seguro, empotraron contra un árbol. Nuestro pobre abolladito Citroen Picasso vive de lejos el dicho "qué le hace una mancha más al tigre"; en este incidente un importante manchón que le ha costado a Simón otro notable pellizco a su economía, para recambio de dos neumáticos en taller y adquisición de rueda completa en desguace, más obra de ingeniería por su cuenta para restituir la chapa. Ya les hizo notar el de la grúa, "mira, vais a tener denuncia, ahí hay un cabrón sacando fotos".