miércoles, 29 de febrero de 2012

Mister rostro de acero

En una tarde mustia de invierno entraron en la inmobiliaria un par de hombres solicitando visitar algunos apartamentos en alquiler anunciados en el escaparate. Con ellos me  fui; no muy lejos, justo al otro lado de la plaza.
Entre que los pisos eran caros, ellos altos y guapetones, que entramos en buena sintonía y que me miraban con buen ojo, pues la verdad es que regresé a la oficina flotando en vapores de sexy girl.
Al día siguiente regresó el  interesado, en alquilar, para ir a ver los restantes.
Al acabar no hubo manera de negarme a tomar un café con él.
Fueron diez minutos de impacto. 
Para empezar dijo que yo era una bruja que lo había hechizado. Para seguir, que el era un ex mercenario que había luchado en las selvas de El Salvador y Guatemala donde había visto lo imposible y al regresar a su Francia natal se estrelló en su moto de carretera para irse a pasar una larga temporada al limbo de la inconsciencia y despertar con cara nueva, irreconocible en el espejo ante sí mismo, al igual que su cuerpo escuchimizado. Los huesos que sustentaban ahora su rostro eran todos de acero.
Desde luego que algo raro tenía ese hombre; algo raro e inquietante, a la vez que atrayente.
Para terminar, tenía montado un negocio de importación de carne argentina con el socio, que conocía, y al sábado siguiente se presentó en la oficina diciéndome que había soltado unos billetes a su chica de fin de semana para que se fuera de tiendas y poder venir a darme la nueva de que no pararía hasta conseguirme.
¡La que me espera!, exclamé para mi en cuanto desapareció por la puerta.
Tras esa intervención desapareció para siempre.
No se la pegó con otra moto porque lo vi un tiempo después frente a la agencia de alquiler de vehículos contigua a  nuestra oficina. Ni sabría decir si lo vi mirando hacia nuestra vidriera.

Ahora me pregunto si uno puede destrozarse la cara llevando casco, o machacársela sin perder un ápice de cerebro.
A lo mejor el tío estaba tocado.
O puede que me estuviese tomando el pelo.

martes, 28 de febrero de 2012

Cavendish Laboratory

The Seventh Duke of Devonshire,
William Cavendish
(27 Apr 1808 - 21 Dec 1891)
Tras año y medio intentándolo me citaron en un college para una entrevista.
Entras a un college en el centro por un portalón a la calle y te introduces en una isla dentro de la ciudad llena de otros parques y edificios que no hubieras imaginado desde el exterior.
Los colleges están para prestar servicios a los estudiantes de la University of Cambridge, además de alojamiento y comida, los provee de herramientas para el estudio y de actividades culturales, deportivas y recreativas. 
Andando por los laberintos me topé en la parte trasera de la cocina del Downing College con la altura de dos tiarrones que ni para el ejército los hubiera imaginado tan fornidos, el uno negro, el otro con tatuajes y rubicunda barba recogida en redecilla, ambos trajinando entre una espesura de carros repletos de bandejas con servicios usados. Saqué pecho y los saludé, les dije que iba a por una plaza para trabajar como ellos.
En la entrevista un hombre de aguda mirada azul e impoluta casaca blanca con escudo bordado me preguntaba y se explicaba muy bien. De verdad que daba gusto, por más que hacia el final pudiera percibir que ese puesto no iba a ser para mi.
Ahora la única chance que me queda es una plaza de limpiadora en los Cavendish Laboratory. Dichos laboratorios pertenecen al departamento de físicas de la University of Cambridge y fueron trasladado en los años setenta a las afuera de la ciudad. Ya gustaría recorrer cada día en mi trayecto al trabajo las verdes extensiones que se regalan a la vista en el West Cambridge y a lo largo de Madingley Road.
En la recepción de este complejo de edificios fue que recogí la revista interna de la universidad dónde podía leerse la siguiente cita del profesor Stephen Hawking:
"However difficult life may seem, there is always something you can do, and succeed at"
 "No obstante la vida pueda parecer difícil, siempre hay algo que tu puedes hacer y tener éxito en eso"
 o más a la española, quizá,
"Por más que una vida pueda parecer difícil, siempre cabrán en ella retos alcanzables"

viernes, 17 de febrero de 2012

Pedida de mano


-"No seas cruel, no seas cruel", le musitaba mi madre a mi padre.
-"Es como si se fuera a tirar por un barranco y no la avisara, no te das cuenta, cómo me voy a quedar callado", le contestaba su marido.
-"Mamá, esto no es una novela de Corín Tellado, déjalo que hable", le decía yo a ella.
-"Si te vas con ese hombre, no cuentes conmigo para nada. Tenlo bien en claro, porque eso va a ser así para siempre", continuaba mi padre. 

Lo acababan de conocer, a mi futuro marido. Luego ellos me acompañaron con el coche a Barcelona y viajamos en absoluto silencio hasta que mi padre aparcó  frente a mi vivienda en el barrio de Gracia.

Mi madre me dijo hace poco que lo pasó fatal en el viaje de vuelta a su casa: "Mira que me cuesta llorar, a veces pienso, como la Colometa*, si no estaré hecha de corcho, pero ese día.... ".
Lástima del sufrimiento de ella, porque la verdad es que la escena del veredicto final en el interior del coche,  ellos dos adelante, yo atrás en medio y mi padre hablándole al aire me empezó a resultar graciosa desde el mismo momento en que la estaba viviendo y más allá, cuando vi desaparecer su poderoso Mercedes calle Torrent de l'Olla abajo.
*Personaje protagonista de La plaza del Diamant, poderosa, también, novela de la escritora catalana Mercè Rodoreda.

jueves, 16 de febrero de 2012

La mosca


Me rompí la pierna en las nieves de Semana Santa y recuerdo un calor asfixiante de verano que todavía estaba en la cama.
Entró una mosca en la habitación y me dio una especie de ataque de pánico porque una visita me dijo que conocía el caso de un enyesado en que los huevos de mosca se le colaron por el agujero del pie y le pudrieron la pierna.
Me dolía a rabiar, pero me habían llevado al mejor traumatólogo, así que no podía quejarme, pero lo hacía, porque no podía resistirlo.
¡Mamáaa!; su compañía me aliviaba, pero tardaba mucho en llamarla, porque me daba vergüenza reclamarla en mitad de la noche a mis grandotes trece años.
En la oscuridad me venían a la cabeza todos los dolientes del mundo y les juraba no olvidarme de ellos cuando volviera a correr por ahí.
Cuando suplicaba mandaban llamar al doctor que me inyectaba unas sustancias tan poderosas que me caía de la cama con pata incluída y ni me enteraba del ¡cataclonc!.
Mis amigas se quedaban rectas, sentadas en la otra cama. Yo me divertía, aunque ni sabía lo que les estaba contando. De bien adultas, mi conexión con Carlota aumentó el día que me dijo que le sorprendió agradablemente descubrir entonces que su amiga seria, perfecta y responsable tenía unas puertas que se abrían a algo no tan correcto.
Igualmente seguí estudiando con tesón; venía a darme clases un joven profesor que se quedó un tanto cortado el primer día que me vio sin el pijama, es decir, vestida.
Gracias le doy desde aquí al ángel de la guarda que me pasaba de contrabando pilas de fotonovelas románticas.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Carta al diario

Hill - David Hockney
Aquí va mi última intentona, y si no hay éxito me recluiré en el pasado para volver a la carga más adelante,  cuando las nieves derretidas del invierno me permitan avanzar.
Por cierto que este año salí de buena mañana a la calle tan aguerrida como el año anterior dispuesta a marcar surco entre la blancura con mis ruedas apisonadoras pero tuve que devolverme a casita con la cola entre las piernas.

Queridos amigos de la redacción:
Hace año y medio me fui a Inglaterra a buscarme la vida como tantos españoles lo están haciendo hoy en día.
No soy una sufridora, así que me tomo la emigración por el lado de la aventura, pero claro, la aventura no consiste precisamente en caminar por lugares ajenos al peligro.
Llevo escribiendo un blog (secreto) desde el día en que llegué a Cambridge y es ahora que me estoy dando cuenta de que podría perfectamente encajar en un diario como muestra o reflejo de lo que a algunos nos está sucediendo por estos mundos de Dios.
Me gustaría que le echarais un vistazo.
En la web del diario ponía: "Si quiere que su carta le llegue a una persona determinada, indíquelo claramente al comienzo del mensaje".
Sí, por favor, quiero que se la pasen al Señor Director.
Atentamente, Susanna
Y mis datos.

jueves, 2 de febrero de 2012

La empresa que funciona

William Turner
Quedé en el centro con Daniel, el hijo mayor de mi marido que se vino a Cambridge por el día con una amiga. Nos invitó a comer y después hicimos el tour para que Mariví conociera. Están los dos alojados en Londres, en la casa de la ex de Daniel, él se había venido a hacer un reportaje fotográfico y a ver a su hija; Mariví de turismo y a  reencontrarse con sus antiguos inquilinos. Dani alquiló hace veintidós su primera vivienda en Madrid en el edificio de apartamentos del cual ella era la portera. 
Se que hace veintidós años porque Daniel vino desde Buenos Aires para quedarse en España justo en las fechas del nacimiento de su hermano Lucas, mi primer bebé, y que el edificio era agradable lo se porque me contaron que ella le ponía ambiente con sus fiestas y apoyo a los jóvenes vecinos llegados de países mil.
Entre tanta confraternidad un ingeniero de Nueva York se prendó de su hija y pasados los años regresó a por ella para ir a instalarse a Nueva Jersey, a dónde Mariví viaja con frecuencia desde Asturias para que su nieta la conozca. Asturias es su tierra natal, a la que regresó en cuanto se separó de su marido, el hombre malcarado que recordaba Daniel y que nada tenía que ver con ella. 
Mi bebé creció y se ha venido a encontrar perfectamente con su hermano empresario. Uno tiene todas las ganas de lidiar con los negocios y el otro las tiene de largarse a navegar por el mundo, que eso es lo que va a hacer Daniel, dejando a mi hijo al cargo. 
Pueden estar contentos, ya están probando veleros, con más de cinco millones de parados en España y exterminadas la mitad de las empresas del país, su pequeña empresa de fotografía publicitaria y alquiler de platós les está funcionando mejor que bien.
Mi marido se fue a España por un mes.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Matrimonios en Madrid

Monasterio de Montserrat - Catalunya
Bastaba que alguien articulara el peluche a la entrada de algún gran almacén para empezar a despachar monitos con una facilidad pasmosa. Habíamos creado varios puntos de venta con chicas/os que hacían la demostración y nosotros nos dedicábamos a distribuirlos. Tanto me agradaba la entrada rápida de dinero que los domingos me iba por mi cuenta al rastro con un cargamento en una maleta y me paraba a venderlos en cualquier esquina. Igual que los del top-manta,  pero sin fastidiar a ningún artista.
En cierta ocasión cruzaron por delante mío unos catalanes que por el acento que tenían debían de ser de un pueblo cercano al de mi origen; así que los llamé.
-¿Qué?, ¿les gusta esto?, les dije.
-¡Oh sí, mucho!, contestaron al darse la vuelta.
Acerté hasta el punto de que entre los matrimonios se hallaban los padres del mecánico más interesante y menos engrasado de los que trabajaban en el taller de mi casa cuando yo era niña.
Me contaron lo hecho y visto, aunque una de las mujeres acercándose a mi oreja sentenció a modo de despedida: "¡Ahora!.... ¡como aquello no hay nada!"(en nuestra particular lengua).
Me hubiese gustado preguntarle si el "aquello" hacía referencia a la acequia de su huerto, al campanario de nuestra villa  o al Monasterio Benedictino de Nuestra Señora de Montserrat.
Ni tiempo habrán tenido de deshacer el equipaje que ya habían dado con mi madre para hacerle saber que habían localizado a su hija en Madrid.
¡Serían peliculeros!.
Peliculeros y traicioneros los jubilados esos.... ¡en otra ocasión no les diré ni mu!.