viernes, 4 de febrero de 2011

Adiós a los despachos II


Quizás en los laboratorios hayan conseguido sintetizar algunas sustancias cuyo compuesto, espolvoreando por las oficinas de su propia compañía, logre neutralizar la expresión y la gracia de los seres vivos que allí se encuentren. Puede que estén buscando mecanizar a las personas de carne y hueso para que el beneficio de vender vacunas o analgésicos contra el dolor no se les acabe nunca. Puede que teman que con el avance de la informática y la robótica la humanidad se transmute en bits y chatarra y pierdan a su clientela. Puede que busquen revertir el proceso y estén experimentando con su personal.
Se cuentan muchas historias acerca de las compañías farmaceúticas. Quién sabe; tal vez esta, la  que estoy intuyendo, sea la única cierta.


Lo que sí puedo asegurar es que desde el primer día sentí a las oficinas del holding farmaceútico Tarp como un lugar muerto.
Se trata de una mega construcción de tres plantas, inaugurada un año atrás y compuesta por tres edificios que se comunican por dentro. 
A mis horas sus interiores se hallaban habitados por un sin fin de escritorios, sillas, equipos informáticos, archivadores, papeleras, sofás, mesas ratonas y objetos de decoración todos idénticos entre si. Los cuadros en las paredes eran variados , no se le iba a ocurrir al decorador romper la uniformidad poniéndolos todos iguales. Los humanos que todavía permanecían sentados frente a sus ordenadores o hurgando entre los archivos no rompían en absoluto la monotonía del lugar; la mayoría eran féminas, por cierto.
No mantuve una pequeña conversación con nadie en los tres meses y medio que rondé por ahí ; no recuerdo un saludo cordial, ni una sonrisa auténtica, ni un gesto gracioso, nada.
Ese era un terreno estéril para mi y limpiar escritorios en ese ambiente ya me estaba resultando tedioso. Es más que nada por eso que me alegré después de haber largado los guantes.

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