Dibujo de Fernando Krahn |
Mi marido la rememora así en su lugar de red social:
"Este es un oficio encabronado al que he dedicado la vida y ahora que la estoy encerrando, veo que tuvo momentos que no cambiaría por nada, me escribió hace ya un año. La conocí tres años atrás, cuando me hizo venir desde Cambridge, donde entonces residía, para que tuviéramos una conversación. En pocos meses consiguió que tres prestigiosas editoriales publicaran tres novelas de mi autoría (RBA, Galaxia Gutemberg y Editorial Porto, de Portugal, que me publicó una novela aún inédita en castellano). Doy fe de que era rápida, inteligente, brillante, dueña de un carácter fuerte pero a ratos (muy frecuentes) cariñosa. Era tenaz, emotiva, intuitiva, lista (por supuesto), y muy entrañable para los que llegamos a conocerla. Comí en su casa, en compañía de mi mujer un par de veces; la última acompañados de Xavi Allen, de la Vanguardia y Joan Tarrida, editor de Galaxia Gutemberg. En otra ocasión la visité una tarde de verano. Estábamos sentados a la mesa, bebiendo café, y a ella se le ocurrió comer cerezas. Mandó que las trajeran. Eran deliciosas, pero en el momento en que me metí una en la boca ésta reventó manchándome la camisa. Me ruboricé, y seguramente se notó, porque Berta dijo: "No te preocupes L., son cosas que nos pasan a todos". Inmediatamente mandó que trajeran un quitamanchas. Cuando en cierta ocasión deslicé una queja por lo poco que, a mi parecer, se vendían mis libros, ella me contestó por e-mail: "L, tu ten paciencia y sigue escribiendo hasta el fin del mundo". Estoy seguro de que nunca la olvidaré. Hasta cuando sea, Berta."
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