La Plana - Pintura Susanna Morell |
Luego de la sorpresa inicial, a su edad y condición física no tan inesperada, siento a la semana el vacío por la marcha de Berta Canals. Imagino qué le pueda estar sucediendo a quién la atendía de continuo en el cometido de conseguir esa magnífica imagen que ella ofrecía, desde su trono de real mando. Mi madre, de un equilibrio excepcional, al fallecer su suegra siguió escuchando día y noche el tintinear de la campanilla con la cual mi abuela solicitaba el presto servicio que ella y demás le brindaban con diligencia de ayudas de cámara; hasta el punto de tener que acudir a la consulta de un psiquiatra.
Creo que entre Berta y yo se dio una suerte de conexión, al menos durante un rato por parte de ella; algo que ver teníamos, proveniente de lo más profundo y ancestral; será por esa tierra dura en la cual nacimos, campos del interior, de esos padres roturadores de la piedra, inteligentes, del negocio; con madres de alma más cultivada, diría ella. O será que conecté yo de modo unilateral por devenir Berta el personaje que fue.
Le admiro ese personaje que de ella misma supo extraer. Agradezco haberlo presenciado. Imposible hubiese sido de otro modo hacerse idea de algo tan original, extremado y complejo. Tuvimos el privilegio, las veces que a su casa acudímos mi marido y yo, sentados junto a su mesa de comedor, transcurriendo como en una nube de irrealidad, más cinematográfico todo el conjunto que salido de la directa pantalla.
Tengo registrada como íntima hazaña, congraciada con el azar, el lograr que respondiera a mi carta; entre las variables que favorecieron estuvo el que Berta resultara dejarse llevar por la intuición, pues la tomó en cuenta antes de enterarse de la excelencia de la pluma de mi escritor marido. En otro tanto por ciento habrá influido el conocer Berta a mi tía, y saber de mi familia, la suficientemente cercana a su propiedad en el campo como para estar enterada de los chismes sobre propiedades y herencias que puedan correr. Vio una vez a mi padre en su castillo y se acordaba, cuando Berta acompañó al matrimonio Cela, del Nobel Camilo José Cela, por motivo de investir a la esposa, la periodista Marina Castaño, con un título honorífico anual concedido en montaje de gran fiesta por una cofradía de los vinos; Berta me aclaró.
Campos de La Segarra |
Lo dejaré aquí. ¿Un blog secreto para acceder a la universalidad?, ¿quién se atrevería a decir que no?.
Descansa en paz Berta Canals. Te agradeceré hasta mi desaparición el haber insuflado un cierto aire de consistencia al material de mis sueños. Algún día vendré a presentarte mis respetos frente a tu tumba en tu pueblo de Santa Fe, cementerio silencioso, si es que allí encuentro tu lápida, o al aire seco clamaré tu nombre entre las espigas, y una rosa amarilla o blanca entre las amapolas depositaré, si es que te han incinerado.
-¡Treinta año de espera!, Berta hizo su cálculo y se estremeció al nombrarlo.
-Tampoco te creas... eh, Berta..., yo le decía, ... lo hemos pasado muy bien.
-Pues claro que sí, mujer, ya me lo imagino.
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