El tiene la calma y yo
los nervios por hacerme cargo. Es cierto que por unos días me relajé, pero
ahora, en el umbral del acabose, me regresa intermitente esa inquietud. Mi
marido está tan tranquilo, ya dije, concentrado en su novela, toda la tensión
que vive es la que requieren sus personajes y el montaje de una bien
desarrollada estructura para el producto de su ingente imaginación, ninguna
otra cosa de afuera lo perturba. Lo entiendo porque cuando estás en un proceso
creativo se te borra todo lo demás, se te empequeñece cualquier cagarruta de lo
imprescindible a conseguir para subsistir delante del ordenador, no te ensucias
con ella y si encima te sobreviene una avalancha de inspiración, entonces te
olvidas hasta de la posibilidad de ir a enterarse por si acaso a los bufetes del
subsidio público. ¡Cómo envidio que no se de cuenta!. ¿Tendrá él la solución
mágica que me mostrará como un as surgido de la manga en el último instante?.
Eso espero.
Escuché cierta vez unos
comentarios peyorativos acerca de la personalidad privada de Pablo Picasso,
fuera de su tarea de genio pintor, poniendo como ejemplo de conducta
descarriada con los suyos el hecho de que teniendo en las fechas señaladas de
diciembre a los hijos pequeños en el hogar, se olvidara incluso de que era
Navidad y tuviera que correr con ellos a por el último árbol antes del cierre del puesto donde comprarlo. Lo
cual a mi me parece de una dedicación estupenda, pues en casa somos ambos los
que andamos desconectados del calendario celebrante vigente y siempre es cuando
la fecha se echa encima que resolvemos con lo que está en nuestras posibilidades
de hacer. El abeto por ejemplo –de imitación- lleva años entre los trastos sin
montarse, a la espera de otros niños por los que afanarse, que espero tarden lo
suficiente en llegar.
Sé que se acerca la Navidad, porque ha llamado mi madre y
me ha puesto sobre aviso. Entonces sacaré la manguera serpenteante, con sus
luces en el interior, fácil de colgar en lo alto y capaz en un tris de decorar la cena de fin de año con sus azarosas vueltas anaranjadas.