miércoles, 16 de noviembre de 2016

Otra vez la Navidad

El tiene la calma y yo los nervios por hacerme cargo. Es cierto que por unos días me relajé, pero ahora, en el umbral del acabose, me regresa intermitente esa inquietud. Mi marido está tan tranquilo, ya dije, concentrado en su novela, toda la tensión que vive es la que requieren sus personajes y el montaje de una bien desarrollada estructura para el producto de su ingente imaginación, ninguna otra cosa de afuera lo perturba. Lo entiendo porque cuando estás en un proceso creativo se te borra todo lo demás, se te empequeñece cualquier cagarruta de lo imprescindible a conseguir para subsistir delante del ordenador, no te ensucias con ella y si encima te sobreviene una avalancha de inspiración, entonces te olvidas hasta de la posibilidad  de ir a enterarse por si acaso a los bufetes del subsidio público. ¡Cómo envidio que no se de cuenta!. ¿Tendrá él la solución mágica que me mostrará como un as surgido de la manga en el último instante?. Eso espero.

 Escuché cierta vez unos comentarios peyorativos acerca de la personalidad privada de Pablo Picasso, fuera de su tarea de genio pintor, poniendo como ejemplo de conducta descarriada con los suyos el hecho de que teniendo en las fechas señaladas de diciembre a los hijos pequeños en el hogar, se olvidara incluso de que era Navidad y tuviera que correr con ellos a por el último árbol antes  del cierre del puesto donde comprarlo. Lo cual a mi me parece de una dedicación estupenda, pues en casa somos ambos los que andamos desconectados del calendario celebrante vigente y siempre es cuando la fecha se echa encima que resolvemos con lo que está en nuestras posibilidades de hacer. El abeto por ejemplo –de imitación- lleva años entre los trastos sin montarse, a la espera de otros niños por los que afanarse, que espero tarden lo suficiente en llegar. 
Sé que se acerca la Navidad, porque ha llamado mi madre y me ha puesto sobre aviso. Entonces sacaré la manguera serpenteante, con sus luces en el interior, fácil de colgar en lo alto y capaz en un tris de decorar la cena de fin de año con sus azarosas vueltas anaranjadas.

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