miércoles, 20 de febrero de 2013

Genio y figura hasta la sepultura

Horsefly  - Tábano
En una salida con mi perro me crucé por la urbanización con una mujer paseando al suyo que en principio no reconocí. En cuanto la hube pasado me dí cuenta de que era la alemana loca, envejecida aceleradamente desde la última vez que la recordaba. Vaya lo que hace el tiempo, pensé. Al verla tan vencida sentí un descalabro en el punto de mi memoria donde la tenía a ella emplazada como la policía mala del barrio, en plena energía metida a fiscalizar, controlar e importunar a mi familia u a otros por cualquier nimiedad que se le ocurriera.
Hubo un tiempo en que yo espiaba desde mi balcón antes de bajar para no coincidir en el agua comunitaria con esa mujer; que ya era fastidioso que fuera ella una de las tres únicas nadadoras que aprovechábamos la hermosa, solitaria, bien cuidada y enorme piscina para hacer ejercicio. 
Porque ella siempre tenía algo que decir. Ni para San Juan podía quedarse callada, y en la noche del año en que es tradición centenaria en Cataluña festejar verbenas con petardos y fuegos de artificio, la alemana loca asomaba la nariz a nuestro jardín para cuestionarle a mi hijo Simón si acaso no sabía lo nerviosos que se ponían los perros con el estruendo. 
Hoy me decía otro vecino que en el fondo era una buena mujer, y que cuando murió la suya, hacía un mes,  le fue con las condolencias y todo.
Yo no suelo ir por ahí hablando con unos vecinos de otros, de hecho apenas hablo con ninguno, y con este, ni siquiera sabía de su exacta apariencia física antes de marchar a Inglaterra, pero coincidimos ahora la primera vez en el bosque, él con el husky que su mujer recogió de cachorro, y entonces me hizo saber del  fallecimiento de ella, la chica del husky, inglesa, asesora financiera, de mi edad, negra, muy vital y algo llenita, que yo pensaba era norteamericana, y que echando cuentas estaría ya con la enfermedad sin advertirlo cuando le mostré hará unos cuatro años una casa fabulosa, pues pensaban mudarse, y la recuerdo en la visita aseverando que era el mejor momento para comprar, yéndose entusiasmada a meterse directa en el jacuzzi vacío de una sala de baño espectacular, y clamando hacia el panorámico paisaje que aún recostada le entraba por la vista, ¡esto es lo mío!. Me quedé impresionada con la noticia de su muerte, y a partir de ahí entre en confianza con él, el parejo catalán de la chica del husky, por eso cuando me encontró hace poco despidiéndome de la vencida y su chucho, y siendo que a continuación tomamos los dos por el mismo sendero con nuestros respectivos canes, no pude más que comentarle al respecto sobre la susodicha.

Resulta que por disminuida yo había tomado a la alemana loca por desactivada, brindándole oportunidad de nueva charla, ocasión que aprovechó para interrogar si el perro de mi familia dormía adentro o afuera de casa, porque ella lo escuchaba ladrar de noche y con el frío los perros deben estar bajo techo.
Le dije que se quedara tranquila, que el perro dormía con nosotros y a lo sumo sería en el tris de abrirle la puerta para el último pipí que aprovecharía para increparle a la oscuridad; incluso que de día estaba casi siempre metido a resguardo de los elementos.
Sobraban las explicaciones de mi parte, eso ya lo sabía, pero que le vamos a hacer, a veces me salen sin querer;  y entonces me contestó que siempre adentro no, porque ella muchas veces pasaba y lo veía suelto por el jardín.

¿Será posible?. Me pregunto si hace al estilo de una aventurera, pasar veinticinco años de la vida conviviendo con el mismo moscón al lado.

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