Fotografía de Joel Meyerowitz |
A parte del gran fotógrafo que es me llamó la atención esa observación que él hacia, porque justo estaba dándole vueltas a algo parecido.
Con respecto a mi recorrido estaba pensando que no debía quejarme, pues en esencia había hecho siempre lo que había querido, yendo por la determinada línea que me había buscado, sin sufrir presión externa alguna, y si observaba desde mi más tierna infancia una constante de actividad física en principio bien alejada del glamour que soñaba, pues debería reconocer que algún favor me estaría concediendo la tarea, a no ser que me considerara una masoquista.
Con respecto a mi recorrido estaba pensando que no debía quejarme, pues en esencia había hecho siempre lo que había querido, yendo por la determinada línea que me había buscado, sin sufrir presión externa alguna, y si observaba desde mi más tierna infancia una constante de actividad física en principio bien alejada del glamour que soñaba, pues debería reconocer que algún favor me estaría concediendo la tarea, a no ser que me considerara una masoquista.
De cualquier manera lo que ahora debería hacer es aparcar los sueños por un rato y ponerme a solucionar el día a día. Lo estaba demorando, pero he resuelto que comienzo la semana viniente. Voy a dedicarme a aprender a hacer retoque fotográfico. Mi hijo Lucas en Madrid dice que si adquiero la habilidad podría proporcionarme bastante trabajo para hacer en casa.
Eso conlleva la contradicción de saber que entre cuatro paredes y sin apostar en la red quedaría reducida prácticamente a cero la posibilidad de que respondiendo a mis maniobras algo favorable me volviera a suceder.
Al respecto la vez pasada salté paralizada en el asiento cuando mi marido me dijo que si no mantenía feed-back con nadie a través del blog, igual me resultaría más práctico trabajar en Word, el programa informático específico para escribir y guardar textos, independientemente de la conexión a internet, como hace el con sus novelas. ¡Desde luego él no sabe!, pensé, y le respondí que de momento me encontraba cómoda donde estaba.
Por otro lado, quizá por eso lo decía, estamos al tanto de que los blogs van de baja y que la gente se está pasando a las redes sociales para decir lo que tenga que decir. Esto tiene su lógica, pero yo voy a permanecer; si es que he de continuar.
P. D.
Aún con mis hijos pequeños en una ocasión le dije a mi padre que si alguna vez me iba muy bien, haría no se que cosa que ahora no viene al caso. Entonces el emitió una interjección, tipo ¡jjaa!, que yo interpreté como:
-¡Qué te va a ir bien a ti, con la poca ambición que has demostrado!
Y me entró un fuego por dentro que todavía me da un algo de calor al recordarlo y a la que mentalmente respondí:
-Si supieras..., no te lo puedes ni imaginar...
Eso conlleva la contradicción de saber que entre cuatro paredes y sin apostar en la red quedaría reducida prácticamente a cero la posibilidad de que respondiendo a mis maniobras algo favorable me volviera a suceder.
Al respecto la vez pasada salté paralizada en el asiento cuando mi marido me dijo que si no mantenía feed-back con nadie a través del blog, igual me resultaría más práctico trabajar en Word, el programa informático específico para escribir y guardar textos, independientemente de la conexión a internet, como hace el con sus novelas. ¡Desde luego él no sabe!, pensé, y le respondí que de momento me encontraba cómoda donde estaba.
Por otro lado, quizá por eso lo decía, estamos al tanto de que los blogs van de baja y que la gente se está pasando a las redes sociales para decir lo que tenga que decir. Esto tiene su lógica, pero yo voy a permanecer; si es que he de continuar.
P. D.
Aún con mis hijos pequeños en una ocasión le dije a mi padre que si alguna vez me iba muy bien, haría no se que cosa que ahora no viene al caso. Entonces el emitió una interjección, tipo ¡jjaa!, que yo interpreté como:
-¡Qué te va a ir bien a ti, con la poca ambición que has demostrado!
Y me entró un fuego por dentro que todavía me da un algo de calor al recordarlo y a la que mentalmente respondí:
-Si supieras..., no te lo puedes ni imaginar...
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