Henri era hijo de una cantante francesa de origen griego, afincada entre la alta sociedad británica y propietaria de un afamado cabaret en Londres. El padre fue un héroe de la resistencia francesa, aunque por un tiempo se levantaron voces que aseguraban que Henri y su hermana eran fruto del romance habido entre la refinada artista y el Duque de Edimburgo, marido de la Reina Isabel II de Inglaterra.
Contribuyó al rumor el hecho de que ella durante el proceso de divorcio de su primer marido se negase a hacer público el nombre del padre de los dos retoños que alumbró luego de separarse, y sin embargo sí trascendiera que ambos críos habían sido apadrinados por el Duque de Edimburgo.
Lo cierto es que la relación de la mujer con el consorte de la reina venía desde antes del nacimiento de ambos. El Duque de Edimburgo llegó al mundo en Corfú como Príncipe de Grecia y Dinamarca, y cuando su familia partió al exilio en 1922, la de ella los ayudó a instalarse en Francia. El Príncipe tenía entonces un año de edad y la anécdota es que fue acarreado en una caja de fruta a modo de cuna, ella ni existiría.
Durante una temporada en que el tema volvió a ocupar los tabloides británicos, los periodistas mandaban mensajes a la oficina de mi pueblo insistiendo para que el jefe de Felicia hiciera algún tipo de declaración al respecto, considerando Henri lo más eficaz dejarlos sin respuesta alguna.
Sin embargo el atesoraba las cartas y felicitaciones que le llegaban de palacio como una fortuna a legar a sus descendientes y regulamente era recibido por el Duque de Edimburgo, a cuyos encuentros se iba con el hijo.
Mas comparando fotografías, creo que queda bastante evidente que el padre era el francés;
un hombre que hablando perfecto inglés fue de los primeros en acudió al Ciclo de formación de pilotos de guerra en Gran Bretaña para subirse a los escuadrones de cazas de la RAF (Real Fuerza Aérea Británica) y tomar intrépida acción en el bando de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, siendo también uno de los primeros pilotos en aterrizar sobre el suelo liberado francés el 18 de junio de 1944.
Henri estudió en un internado para la élite en Escocia, donde a la mañana se despertaba en la cama con los brazos escarchado por el frío. Métodos rigurosos y vida espartana para crear personalidades fuertes, de lo cual estaba agradecido. Cursó luego arquitectura en la Universidad de Cambridge y planificación de ciudades en el Instituto de Tecnología de Massachussets. En su etapa laboral se relacionaba con instituciones y universidades de máximo prestigio en todo el mundo. En China fue director y luego decano del Instituto de Gestión de Europa en Beijing. Era consultor de proyectos por Francia y el Medio Oriente, y en Barcelona era profesor de dirección estratégica en una alta escuela de negocios, aunque a mi lo que me hubiera gustado saber es de qué iba su pensamiento y lo que decía en sus conferencias, a ver si me hubiera enterado de algo.
Felicia dice que lloró por horas al enterarse de su fallecimiento, estaba en el coche junto a su marido e hijo, acompañando al chico a Lyon donde estudia, y estuvo todo el trayecto bañada en lágrimas.
"No preciso más de vuestros servicios", con estas escuetas palabras Kitzia las despidió, a ella y a Birguitta, la sueca, una mujer encantadora que se encargaba de organizarle los viajes al marido. Ni una semana les dio de plazo y tuvieron que acelerar la maquinaria para dejarle todos los papeles al corriente y enseñarle en que situación habían quedado sus finanzas; fabulosas, por cierto.
Puede que su manera tajante se debiera a la falta de maestría con el idioma español para manejarse en una circunstancia tan especial, con eso Felicia la disculpó, pero en la despedida post mórtem que le hicieron al marido en Barcelona los de la escuela superior de negocios, los dos bancos reservados a los allegados de la familia se quedaron con solo la viuda y el hijo, sin que a Kitzia se le ocurriera que quizá ellas hubieran tenido una cercanía.
Felicia se la ve mejor que nunca. Se acaban de construir una casa en la montaña a unos pocos kilómetros de la costa, fuimos a verla con otra amiga, y estaba con su marido en tareas de bricolage, pensando que teniendo ese paraíso, se les estaba desvaneciendo la idea para el futuro de vivir la jubilación en Francia.
- Cuando se casó el guapito ese de Inglaterra con la chica tan mona Kate, yo estaba arriba en la oficina de la casa y Max vino para pedirme que bajara al salón a ver la boda con Kitzia; "ves, mujer, y hazle compañía", y yo le decía, "pero cómo voy a bajar, si es que a mí estas cosas no me interesan", y el insistía, "venga Felicia, hazme el favor, siéntate y míralo con ella".
-Era difícil de entender como Kitzia siempre se estaba quejando. Creo que se escudaba en el marido para justificar su inacción. Pero vaya, si hubiese querido.... yo le pasé contactos de gente aficionada a la fotografía en Barcelona.... tenía tiempo y los medios.... y con la economía no digamos... porque yo llevaba las cuentas, y sabía de lo que disponía .. entonces... ¡era increíble!... tenía una mujer de la limpieza, de esas, pobres, con unas vidas... un hijo que murió en accidente, una hija que quedó embarazada, la otra que se droga, el novio también, el marido que se le emborracha... puedes imaginar...todos en un pisito y ella alimentándolos... pues un día va Kitzia y la escucho lamentarse frente a esa mujer de lo mal que lo tenía con el dinero... ¡ella!, ¡la señora!,¡yo no daba crédito!.
Primera parte de la historia en la entrada: 10/07/2012 "El aristócrata Inglés"