lunes, 2 de septiembre de 2013

Vida solucionada


Estuve paseando con una amiga de la infancia estival y ella que tiene la vida resuelta se queja de la uniformidad y la poca sorpresa que le espera, en el mejor de los casos, y piensa que lo mío debe de ser la mar de divertido, siempre sin saber que va a pasar a continuación.
Se queja también de sus alumnos, pues lleva treinta años ejerciendo de profesora en una misma escuela concertada*, a esos niños facilillos de la secundaria, en edad entre doce y dieciséis, y los que a ella le faltan para jubilarse le pesa en la espalda como si de continuo anduviera acarreando una gran mochila sobrecargada.
Dice: "Los de ahora no son como los de hace ocho años, te aseguro, es que están fatal, cada vez peor, y yo no puedo atender a treinta y pico, cada uno con su peculiaridad, que la mitad están zumbados, a más de los catalogados oficialmente como casos especiales, que con el plan de inclusión hay que tenerlos en el aula, atenderlos al mismo tiempo sin que los demás se desbaraten, adecuando el patrón a su medida para que puedan trabajar algo. Estás exponiendo y te puedes encontrar a uno restregando desesperado el pupitre que dice está sucio, y cuando lo mandas a la papelera se queda paralizado por la mitad sin poder cruzar la raya que marca la junta de las baldosas en el suelo, porque siente que si lo hace algo malo le va a suceder a su familia, y ahora que  le compraron un perro que le ayude a superar el impedimento, es dicho animal que parece que corre peligro si se pasa de la línea, y la niña de atrás le está haciendo una trencita en el pelo a la de adelante, mientras la del costado se dibuja la raya del ojo con lápiz khol, y ellas en el patio se pelean a lo bruto más que ellos, con tiradas de pelo, puñetazos y arrastres por el suelo, que antes esto ni existía. Y hay uno que es ladrón de retrovisores en fin de semana. Por descontado que las separaciones matrimoniales influyen. Luego los padres le dan la razón a los críos, que no puedes amonestarlos sin que vengan sus mayores a reclamar, o vienen cuando tu los llamas, y te los tienes ahí enfrente, haciendo como que escuchan, diciendo "si, si, profesora, tiene usted razón", y a continuación la conducta del chico sigue igual, con lo cual te das cuenta de que en su casa no han aplicado las medidas necesarias. Hay chicos que se pasan dos o tres meses expulsados, porque es imposible aguantarlos en la escuela, y luego, cuando regresan, puedes imaginar".
Y yo la miraba y pensaba: "Sí, sí, pobre Eloísa, no me gustaría estar en su piel, por más que tenga el sueldo asegurado de por vida, vacaciones y viajes exóticos con su marido y un hijo de quince años que les salió equilibrado y fenomenal, la casa estupenda allí, la otra allá y el piso en edificio noble que me ha invitado a ver lo bien que les ha quedado después de la última remodelación. Si, sí,  pobre Eloísa, deseo que le llegue pronto el descanso".

*Las escuelas concertadas son las subvencionadas en parte por el estado, así que los padres pagan por la escolarización, pero bastante menos que en una privada. En las llamadas públicas la enseñanza es gratuita (al contrario de lo nominado en Inglaterra).

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