Meg with a broken arm Pintura de Elisabeth Peyton |
En particular charla propiciada por el asueto navideño surgió de explicarle a mi hijo Simón el tipo de pegamento que nos ligaba a su padre y a mí. "Es el super glue que se da o no se da, mágico, sin fórmula que buscarle" -y sigo exponiendo aquí- ese algo que hace que la pareja viva su relación en la gloria perpetua, con sus debidos momentos de cabreo mutuo, claro está, mucho más picante y rotundo el estado ese que el alienado flotante cuya duración -cualquiera baraja cifras al respecto-, lleva la fecha de caducidad inscrita dentro de su propio código de existencia, y bien urdido está el plan, por el hado que rige a nuestra especie, pues ¿quién podría, o querría de veras, pensándolo con claridad, mantenerse hasta el fin de los tiempos suyos en ese estado fuera de sí?. De resultar eterno el embobamiento propio del recién caído en brazos de Eros, ansiaríamos como elixir del amor supremo volver a una cotidianidad en la que pudiéramos proceder bajo los influjos de nuestro único ser individual, libres de nuestros arrobados corazones latiendo a la par, sin precisar de súbitas enardecidas reacciones orgánicas a cada nueva presencia del otro para corroborarse en la vivencia de la pasión, o dejar de vivir cada una de sus cortas ausencias como un destierro. Bendita la relación estable, con sus exquisitos grandes momentos, más allá de sus fogosos o no tan ardientes comienzos.
Pintura de Elisabeth Peyton |
"¿¡Magia mami!?... lo que os une es la costumbre y la de años que lleváis juntos", me respondió Simón, descabalgándose del caballo alado que sintió le pretendía vender, cual Santa Claus cargado de sorpresas. Pero ¿acaso la vida no es una continua invención y ánimo de lucha para sacar adelante nuestro cuento?. Entonces ¿quién podría discutir mi versión o realidad de los hechos?.
Igual debería estar repleta de gozo pues en la sobremesa en la casa de mi madre, al preguntarle mi hermana Clara a Simón si consideraba que su novia era la mujer de su vida, se tomó mi hijo un instante para meditarlo y respondió que la mujer de su vida era yo. El poco mérito por mi parte estriba en que con su chica se hallan en ese punto fluctuante entre si continuar o dejarlo.
¿Magia o el largo tiempo pasado juntos? Yo también quiero creer en que el largo tiempo pasado juntos es gracias a la magia
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