martes, 28 de junio de 2016

Para que lo sepas

Al atardecer de mi actual camino habitual con Tai - S. M.
Para que lo sepa la persona que me está leyendo en los Estados Unidos. Ella es la primera en hacerlo dentro de los siete mil cuatrocientos millones que pueblan a lo largo, alto, ancho y hasta en la cuarta dimensión este planeta en el que todos bullimos, luego de la rusa que se detuvo por un tiempo y vuelve de vez en cuando a mirar.

Le ruego no se asuste por esta mención tan directa. Sepa que tomo sin gravedad, dentro de la importancia, mi éxito por su mirada tan dedicada. Jamás se me ocurriría como autora de estos escritos entrar en su alcoba de exclusivo lector a punta de pistola y navaja entreasomando, con mirada de enferma demente a declamarle que por tanto amor de ser escuchada, le iba a rajar en cuanto pudiera en la cara. Eso le sucedió a la cantante Lily Allen, con el obsesionado que de sopetón vio ella aparecer por su dormitorio; claro que ese intruso era un fan y no a la inversa. Lily tuvo que cambiar de residencia y notó que solo puede irse a vivir a otro lado el que tiene esa posibilidad de privilegio. 

Me pregunto si goza usted de los medios suficientes para eludir a quien fuera de amenazante, tal ese pobrecito que considera Allen, sin cercanos o servicio que lo rescaten de la rienda desbocada para suministrarle el tratamiento que lo desactive de sus delirios. Permítame que la tutee a partir de aquí, como se ve de fresco, antianacrónico y acercador en España, donde por lo general se prefiere ese trato informal, de entrada o al segundo de conocerse, que hasta la reina Letizia en SMS al yerno de un constructor le texteaba estar harta de ser llamada señora, y en consecuencia, infiero, tratada por doquier con la deferencia del usted.

Entonces, si te he abierto una inquietud, no te preocupes, a través de estos canales tan etéreos, si tu no lo permites, es imposible que te contacte en carne y hueso, pues ni idea de dónde resides en ese grandioso país al otro lado del atlántico. Aunque alguna noción me hago de que ha de ser en la costa este, más que en la oeste; por New York, o por Miami; ya ves que me voy acercando, si es que no estoy errada por completo.

Cuando empezaste a pasearte por las páginas me acometió tal elevación rápida y fuerte que estaba creída sin tomar nada de que eras Penélope Cruz. La veía en su alojamiento en hotel, o vivienda que pueda tener en Brooklyn o Manhattan, permanecida ahí con su marido, por una pausa o algún otro proyecto, luego de haber ido a promocionar su film Ma ma, dirigido por  Julio Medem; aprovechando las bondades climáticas de este mes de Junio allá, tan delicioso para callejear como acá, imagino, por cualquier ciudad de esta Europa que a ver si resiste tan agradable para el paseo como para cualquier otro negocio; aunque puede que Penélope esté imposibilitada de  moverse libremente entre los habitantes de a pie, aun por New York, así que, de no cuajar el disfraz, estaríamos en esa cuestión a la par.

Por otro lado creí con todo mi ser que se tratara de alguien que estuviera entrando a mirar a consecuencia de otra carta antaño mandada; la segunda que se habría quedado atascada, a la espera de surgir su efecto con atraso. ¿Me estaría leyendo un hispano a pedido de los hermanos Coen?. ¿Me estaría leyendo Frances McDormand, la actriz y elocuente reivindicadora madre, esposa de Joel Coen?. Ella tiene un hijo que se llama Pedro, un niño paraguayo que adoptó junto a su marido en 1994, con lo cual, suponiendo que quieran conservar para él sus raíces, serían conocedores, al menos rudimentarios, del jopará, habla coloquial del Paraguay, mezcla del idioma español con la lengua guaraní usada, con sus variantes, por ocho millones de personas en regiones de Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil, más algunos emigrados a España. Así que por ahí también nos vamos acercando. Me cuestionaba sobre la identidad concreta de ese lector, convencida de por parte de quién estaba él o ella leyendo.

Luego he llegado hasta ti. He tenido un mes para irme entregando a tu majestad. Ahora pienso en cuando me abandones, como lo harás al acabar la lectura, pues nadie se queda por eterno releyendo la misma historia. La retendrás como mucho en tu bagaje, pasarás a la siguiente y yo me quedaré desolada, sin sombra de ti. Pero no te preocupes por mí, o por cualquier ataque que pueda darme y repercutir en tu persona, pues ya te dije, no se donde habitas. me tomo todo a broma y me recupero rápido; en lo referente a herir, empiezo a temer que no sea más que una inocente, para colmo bastante cuerda mujer, sin auténtico poder de fuego.

PD: Los horarios ya no me cuadran nada. Puede que mi lector viva en Hawai, que sea un insomne o simplemente un autómata que le esté dando al pulsador de las entradas sin enterarse; un autómata robótico, quién sabe, sin voluntad ni entendimiento propio para las letras, todavía.

miércoles, 22 de junio de 2016

Vuelta a Lucas

Elefante y cocodrilo - S. Morell
Mi hijo mayor estuvo viviendo en Madrid mientras trabajaba llevándole los platós en alquiler a su hermano Daniel, y haciéndole labores de comercial como le hago yo ahora a mi "hijastro".  Entre focos y conocer del sector, allí comenzó Lucas su carrera de modelo, a la par que de fotógrafo por su cuenta, hasta que lo de posar y desfilar le fue tan bien, que decidió dedicarse en exclusiva. Afianzado en el oficio, Luego acudió al llamado del aire marino y al reclamo de una importante agencia en Barcelona. Fue cuando se instalaron, su novia y él, en la agradable vivienda con terraza y barbacoa que ya conté; con tal humedad entre las paredes que cuando el dueño les dijo necesitarla de vuelta para reconvertirla en vivero, a ellos les cuadró perfecto dejarla; al coincidir con movidas de cohabitación, mejor les venía renovar aires.

Cambiaron a una habitación alquilada en la vivienda de un matrimonio holandés gay, donde podían permanecer hasta el mes de junio, cuando comienzan a rentarla por día a modo de suite de hotel. A Lucas se le encendió la luz con el negocio. Buscaron entonces piso en Barcelona, elegido para el uso que querían darle, y allí se fueron a residir, en la idea de probar con uno y continuar con unos cuantos si les resultaba. Encontraron el apropiado en el barrio de la Barceloneta, al lado de la playa, precisamente por donde ahora mismo más se pasean los guardias municipales, indagando, preguntando a los vecinos por la afluencia en sus escaleras, pues la nueva alcaldesa está por erradicar el alojamiento turístico en viviendas particulares no registradas como lugar de albergue. Instalados en su nueva morada y puestos a darle los toques de glamour hotelero, enseguida se percataron de la imposibilidad; con lo cual decidieron simplemente realquilar las otras dos habitaciones. La alcaldesa prometió devolver Barcelona a los barceloneses, regenerar el moribundo tejido social, estrangulado por los intereses de ese parque temático en que se ha convertido la ciudad, según el creer de muchos. En su implementación, una de las medidas está siendo la de eliminar la plaga de visitantes incívicos, llegados desde allende las fronteras a vivir su fiesta mediterránea, disturbando la paz de la comunidad de habitantes fijos. Así mi hijo, joven emprendedor catalán, vio cortadas sus alas empresariales, en ese sentido; puesto que por haberse movido tras eso, fue que se le abrió la ocasión por otro lado.

Resulta que el piso que alquiló es propiedad de una firma inversora que se dedica a comprar pisos o inmuebles con potencial de mejora, para arreglarlos y ponerlos en el momento propicio de nuevo a la venta. Mientras estaban en los trámites congenió con los dos jóvenes socios israelíes que llevan esa pequeña sociedad, los cuales le comentaron que necesitarían en un futuro próximo a otra persona para incluir en su equipo, formado por unos cuantos. Se le aguzaron a Lucas los oídos y a la que tuvo ocasión se les ofreció. Buscaban a alguien a tiempo completo, así que Lucas tuvo que decidir, y optó por dejar en punto de descanso lo de modelo y probar esa oportunidad.

Ahora le encanta su ocupación allá y ha encontrado tan buen ambiente, que cuando los otros hablaron de tomar a otra persona, a mi hijo se le ocurrió que esta bien podría ser yo. Raro, verdad, ¡la madre!. Pero es que me temo Lucas piensa en facilitarme vía laboral, ahora que todavía debe de verme susceptible de contratar, para evitarse en el futuro lo que se le pueda venir encima si me quedo fuera del ring. 

Aware Project - Vol.2 - FIGHT - Mini film por Jon Gómez de la Peña
Lucas de modelo en acción, subido sobre moto de Simón; ver en Vimeo
El se lo comentó a ellos, y allá que me citaron para una entrevista. Lucas me llamó antes, por el miedo a que me presentara con pinta de ir a pasear al perro por el bosque. Tu mami te vas al Zara y te compras un traje, ¿eh?, me apremió. Sí, ahora corro, le contesté. Bueno vale, me devolvió la respuesta, ya se que cuando quieres consigues dar la imagen, así que, confío revuelvas en el armario y te presentes con el aspecto adecuado. Llegué a la hora establecida de un viernes pasado el mediodía y me recibieron los seis que había con indumentaria de pícnic urbano, mi hijo en bermudas y musculosa, la ayudante del arquitecto en mallas y top de gimnasio, comiendo en la terraza unas arepas venezolanas y pollo condimentado al estilo Tel Aviv, de refresco unos mojitos preparados por Lucas, abundantes en ramas de menta y bajos en alcohol, para poder seguir trabajando en la plena clarividencia. Será por ello que luego de convidarme y de haber tenido la reunión, se comunicó uno de ellos por teléfono días después, para decirme, de la manera más cortés y bien planteada, que tuvo buena conexión conmigo, el, que se guiaba por el sentir, y pensaban que perfectamente hubiera valido para el puesto, más existía un grave hándicap: ser la madre de mi hijo. Por ello lo habían sopesado detenidamente y decidido que no, pues Lucas había superado por muchísimo las expectativas que habían puesto en él cuando lo tomaron a prueba, que eran muy elevadas, dado que se les presentó fantástico. Se había dado con él una tan excelente relación, lo apreciaban tanto, no solo en lo laboral, sino como amigo que de verdad se les había metido en sus vidas, que no querían comprometer por nada eso; e introducir un factor como el mío, que por lo que fuere pudiere hacer variar, pues les daba mucho respeto.

Por las relaciones se obtienen en general las cosas, y por las mismas en este caso he ido, he vuelto y me quedado igual. Algo planchada cuando me dijo el hombre, hasta que se me pasó, porque me hacía ilusión y hubiese tomado con ganas lo de entrar en combate; irme a la ciudad, a la nueva experiencia y a la posibilidad de ganar más, eso último primordial. Aunque tuve indicios de que no saldría y hubiese supuesto una maratón que no se si mi cuerpo hubiese resistido, pues se prometían nueve horas de oficina y calle, más el tiempo de desplazamiento, conmutar de autobús a tren a metro o lo que fuere, el famoso commute de los anglosajones para el viaje de ida y vuela realizado diariamente de casa al trabajo, que en mi caso calculo en dos horas y media; pudiéndome olvidar del deporte de verdad, con Tai abandonado y a mal hacer mi presente tarea comercial que no quisiera dejar y todas las demás cosas que ahora me ocupan el día.

PD: Lucas sigue haciendo de modelo, cuando le salen trabajos puntuales donde lo eligen sin precisar de casting. Sería un desperdicio para las marcas que no lo hiciera. Hoy está precisamente en Mallorca.

domingo, 19 de junio de 2016

Herederas universales

Franz Kafka, el escritor
Por algún instante confuso, luego de fallecer mi padre,  habré atisbado la posibilidad de reclamar la legítima*, al enterarme de que eso existía y era de real justicia el exigirla. Ofuscación dado que de normal no me rondan por la cabeza ese tipo de elucubraciones, que detesto, pues me sacan de la soñadora a lo grande y por cuenta propia que pretendo ser; la que aprovecha, como material a revertir a su favor, lo punzante que esa, su privilegiada vida entre terciopelos, le haya podido regalar para azuzarla. Absolutamente menos agarraría por esa senda de lo equitativo, si debiera de tomar acción mediante abogados, pleitos y resto de parafernalia legal. Ni soñarlo con la familia.

Bastante tengo con lidiar para los arreglos con los letrados cuando llegan las cartas certificadas que amenazan con el embargo de cualquier cosa con la que pudieran cobrar. Por cuantías ridículas; eso es cierto.

Suficiente tuve la vez que me reclamaron, hará unos seis años, allá por el 2010, el pago de una deuda que tenía de lejos contraída mi padre con una compañía de gas y que no llegó a saldar. Una deuda que se remontaba a la época de estudiante de mi hermano Alex, fallecido a los veintinueve en 1994, cuando tomaría mi padre la titularidad del contrato para ese suministro energético en el piso de Barcelona que alquilara su hijo; quién se habrá ido del mismo sin rescindirlo y así habrán tirado de combustible a nombre de otros los que alquilaran luego. Total que al final, vino a parar a mi la acumulación de factura esa, por lo que durase el recambio de inquilinos calentándose a costa ajena. ¿Por qué habría de llegarme a mi?, cualquiera podría preguntarse.

Imagen de salvapantalla
Foto de nuestros hijos de niños 
sacada por su padre 
También reciente, hará dos meses, luego de pagar por una reparación que no fue, me entró un coraje, que con gusto me hubiera metido a hacer la demanda, a no ser por esa reticencia a meterme entre esos asépticos papeles, oficinas públicas y procesos legales, con gran posibilidad de que puedan devenir en impetuosos devoradores monstruos kafkianos. Hay gente que ama meterse en líos, para acudir a su otra pasión, vérselas en los tribunales o en liza por sus derechos de consumidor; supongo que eso les dará  ese chute de adrenalina que cada intrépido necesita y obtiene por el medio que le parece conveniente. La jefa de mi última inmobiliaria, sin ir más lejos -ayer la vi y nos saludamos con franca ternura- era una de ellas.

Yo necesitaba llevar el ordenador a arreglar y me acordé de un pequeño comercio al que entramos con mi marido tiempo atrás y nos dio buena impresión, por sus ademanes y explicaciones, el hombre que atendía. Entonces lo llevé ahí y resultó que era otro el que estaba y regentaba el negocio. Igual se lo dejé. Tras una espera de varios días lo recogí, me mostró en apariencia que funcionaba, pagué y al cabo de prenderlo en mi lugar de oficina volvió al exacto mismo problema que antes. Tres veces se lo tuve que dejar. Hasta que el bobo me habló de la pelusilla acumulada en las salidas de aire, que posiblemente recalentaban al aparato y generaban el problema. Para limpiarlo deberían desmontarlo, cobrando de nuevo por la hora de labor -era su política de empresa- con independencia del resultado. Así que, me aconsejó, mejor si me olvidaba de ese ordenador, taaan viejo, y me compraba otro de actual.

Ojalá hagan por mí y en beneficio de la comunidad los trámites de las reclamaciones las almas que sienten vocación para ello. Presumo que se da un reparto divino-natural de las funciones y agradezco a los que tienen ese ánimo cívico para actuar en nombre de sus intereses y a favor del de los demás, los que tenemos las preciosas energías metidas en otras actividades más afines a nuestros gustos, favorables también sus resultados para el conjunto; espero.

Para solaz de mi espíritu, luego busqué en red y fui a dar con el informático ideal; eficiente además de agradable; para mayor confort, había sido entrenador de rugby de Simón; me lo hizo saber luego de reconocer a mis hijos de chiquitos en la imagen salvapantalla que tengo en el PC. Pues Julián, así se llama, se quedó mi ordenador, lo miró, me dijo qué le sucedía y cuánto me costaría si quería arreglarlo. Para chequearlo lo desmontó; de paso le quitó la pelusa que obturaba, gratis. Me dijo que era un ordenador en perfecto estado, con sistema operativo prácticamente igual a los que están ahora a la venta; cambiándole el teclado y la tarjeta gráfica, dañada lo más probable por el recalentamiento, lo volvería a tener como recién estrenado y valía muchísimo la pena, pues uno por el estilo nuevo se iba al triple de lo que pagaría por dejar el que tenía como un chavalín despejado de cabeza y robusto de salud. Mientras consigo juntar la suma, me colocó la aplicación de gestión de correo Microsoft Outlook adaptada para Mac en el ordenador de Simón, con los mensajes, agenda y contactos para seguir trabajando; y asunto solucionado.

Foto de los hermanos sacada por mi hermano
en el agosto antes del diciembre en que murió -1994-
La causa de que llegara hasta mí la factura del gas fue porque mi padre, a pesar de haber donado en vida casi todo a quién le tocare -prácticamente el reparto entre los hijos varones- se pensó, repensó y cambió veinte veces el testamento, sin exagerar; y en su cálculo tan meditado, para prevenir de que no pudiera hacer mella en su final legado la llegada imprevista de cualquier obligación o deuda trasladada del finado a sus sucesores hereditarios, encontró la mejor solución, nombrando herederas a las dos que podrían justificar no haber recibido, por tanto ser eximidas del pago; con lo cual el estado dejaría de diezmarle esa porción; que aunque correspondiese a mi hermano, seguiría considerando suya mi padre a efectos prácticos desde ultratumba. Porque el "heredero" lo es a título "universal", es decir, de todo lo que quede, pasando a ser titular de los bienes, derechos y obligaciones de los que era titular el causante, que no se extinguen con la muerte y que no han sido específicamente legados a otra persona. Así que, por más que suene lo de "heredero universal" a "beneficiario gordo" dentro de la figura jurídica de la sucesión, lo  único que nos llegó a nosotras, tras el reparto a los "legatarios", los auténticos que perciben sin responden por las deudas, fue un cachito que por tan insignificante e intrincado se le habrá olvidado a mi padre que tenía. A la postre a mí,  la sorpresiva carta con la factura, que me hizo correr, ¡ahí sí tuve a la fuerza que hacerlo!, para buscarme un abogado de oficio y aplicarme en los trámites, a fin de demostrar que no podían exigirme pago alguno.

*Legítima: Parte de la herencia de la que el testador no puede disponer libremente porque la ley la asigna a determinados herederos.

miércoles, 15 de junio de 2016

Ni a helado

Tai en su máxima felicidad - S. Morell
Habiendo crecido en la España próspera y desatada a consumir de los años noventa, a cualquiera le extrañaría que diga que mis hijos gozaron de la justa cantidad de juguetes, de cónsolas, de videojuegos;  ese número que hace que los sueñes con deleite, te lleguen al fin los más esperados y los disfrutes; o los tengas en medida restringida al lado de la desbordante de tus compañeros y te veas en el ingenio del trueque o la negociación, si es que pretendes jugar con más. Entrada de súbito en el 2008 la depresión económica -entonces mis hijos de dieciocho años y diecinueve años-, con el nivel todavía intacto de llegar al fondo en las arcas de las reservas familiares de la clase media para casos de emergencia, en un país donde se tiende a ayudar y proteger sobremanera a los hijos, se queda incrédulo mi interlocutor, si alguna vez lo he dicho, de que ellos se las arreglan desde los dieciséis sin recibir más que apoyo cariñoso. Ni a un refresco los he invitado, fuera del excepcional que puedan hallar por la nevera; ni un regalo han tenido, tan siquiera por Navidad. Los acogemos con muchísimo gusto, cama y comida; es lo que tienen asegurado cuando vienen; y pastel en los cumpleaños, a elegir si con velas a soplar, hecho por mi, aunque les resulte un anacronismo.

Dicho lo anterior, matizaré. 

Le compramos hace años, cuando lo visitamos en Madrid, una cazadora de cuero a Simón; de tan buena hechura fuera de modas, que ahora se la tiene apoderada su hermano Lucas, el observante del estilo y las tendencias; aunque Simón no puede más que insistir con sonrisa a que se la devuelva, dado que Lucas es su principal suministrador de prendas, que le caen perfectas cuando el hermano las deshecha por el motivo que fuere.

Yo tenía una minúscula reserva para casos de fuerza gravísima. Con una parte viajó Lucas a Londres la primera vez; dicho y hecho, cazado al vuelo -valgan las expresiones- luego de repetirle en variadas circunstancias que me avisara cuando estuviera dispuesto a ir. Con la otra se compró Simón un Mac ordenador de mesa, de los más potentes y pantalla gigante, que es el que ahora estoy usando para mis labores de comercial y otros asuntos en red; despidiéndome de los dibujitos de elefantes y demás animales de la selva, pues a fin de mes Simón me avisó de que ya contrató Internet para su hogar y se lo va a llevar, pues también llega un amigo, que cursaba en Madrid algo así como cinematografía y comunicación audiovisual y piensan ponerse a ver de sacarle partido a la máquina; porque la idea de la madre con fijación en las finanzas, era que la comprara para fines creativos, a la par que crematísticos. Luego le salió a Simón el trabajo que le surgió, la nueva vivienda, la venida de la novia, y conmigo se quedó el Mac maravilla al que me acostumbré, pues ya se sabe que a la mejora se habitúa uno en el tiempo de un compás. 

Les hemos prestado bastante el coche.

Los invité en Madrid a las claras* y bocadillos de calamares.

*Infame mezcla de cerveza con gaseosa