Endorfinas |
No es que me suceda algo así a menudo, pero es que ahora estoy cansada, muy cansada.
Sigo acudiendo a la piscina de mis amores que lleva tiempo sin atacarme y no a la otra, la de Abbey Pools, llena de bebés, padres y abuelos de familias no espeluznantes, confortable y nada agresiva, según mi experiencia, pero cuando reabrieron Parkside Swimming Pool tras la reforma, allí regresé, a encontrarme con una ducha de agua congelada, por una avería, porque es la mía, por su hechura de principal, su graderío y sus nadadores olímpicos, que no por sus monstruítos, que también abundan.
Ayer todo eso únicamente me estimulaba las lágrimas que no me permitía ver tras las gafas mientras avanzaba por el carril pegando brazadas al agua y soltando bramidos hacia el fondo.
Por suerte no cada día tengo que nadar de ese modo, aunque tampoco es desagradable, sobre todo si hacia el final te alcanzan los efectos de las endorfinas, cosa que a medias me sucedió en esta mi sesión de despedida.
Llevo tal agotamiento moral que en la sesión de ayer en la piscina, la de despedida se supone, solo a medias me alcanzaron los efectos de las endorfinas.
Sigo acudiendo a la piscina de mis amores que lleva tiempo sin atacarme y no a la otra, la de Abbey Pools, llena de bebés, padres y abuelos de familias normales, que me resultó acogedora, confortable y nada agresiva, pero a la de Parkside Pools he regresado, a reencontrarme el primer día tras la reforma con una ducha de agua congelada.
Pero en serio que se está portando bien conmigo, a lo mejor es que le han cambiado al director. Me inspira aquí el graderío, su hechura amplia y los nadadores de talla olímpica que a mi vera pasan volando.
Supongo que por ser la grande y contar con parque acuático abundan en ella también los monstruítos, que los hay bastantes en esta ciudad, o al menos yo los veo por donde circulo.
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