lunes, 17 de septiembre de 2012

Princesa húngara


Caspar David Friedrich (1818)
Hoy, a dos días de acabar con el trabajo, he ido a topar en el hostel con  el alma rusa del romanticismo en la piel de un natural de Odessa.
Estaba ordenando la autococina-comedor de los huéspedes, cuando la  única persona que había en la sala, un hombre sentado leyendo vestido con camisa y pantalón de safari, levantó la cabeza de sus papeles y me dijo que yo era como una supermodelo, una princesa, un ente de calidad superior aparecido ante sus ojos.
-Es que "soy" una princesa, le respondí.
-¿Es usted húngara?, continuó.
-Soy española, ¿porqué ha pensado que pueda ser húngara?.
-Como he visto dos húngaros más por aquí, pensé que a lo mejor usted también lo era, me dijo en perfecto español.
-¡Oh!, ¿dónde has aprendido a hablar tan fluido el castellano?
-En Zaragoza*, viví doce años allí.
-Con razón. Pero vaya, te felicito, ojalá consiga algún día hablar inglés la mitad de bien que tu español.
-Creo que podría adivinar de dónde es usted, siguió.
-A ver...
-¿Vasca?.
-No.
-¿Catalana?.
-Muy bien, de Barcelona, pero puedes tutearme.
-No, no puedo, me resultaría imposible, debería primero tratarla un tiempo más. Son las formas aprendidas, que nos gobiernan.
Entonces se acercó, y lo vi tan dispuesto que tuve que sacarme los guantes para ofrecerle una mano a fin de que la tomara e inclinándose depositara un amago de beso en su dorso.

Me contó que tuvo una novia en Zaragoza clavadita a mi, es decir, de alta gama y acusada sensibilidad. 
Lo sucedido es que la pobre, que se llamaba Pilar, sufría de los nervios y tenía que tomarse pastillas para calmarlos. Como el deseo de él era el de tener descendencia, le planteó a la mujer dicha posibilidad y le sugirió que rebajara la cantidad de píldoras para que, en el caso de quedar embarazada, no llegara a salirles una criatura tonta. 
Entonces sucedió que al reducir las dosis le empezaron a acometer a la novia ataques de agresividad. Tanto que terminó ingresada en un psiquiátrico, al que acudían a visitarla él y la madre de ella,  hasta que mejoró lo suficiente
Entonces la señora se la llevó al pueblo, a la espera de que con la calma de los prados y las vacas su hija alcanzara la serenidad total.

De haber acudido al encuentro del ruso en King's Parade ahora tendría hecha una caricatura para colocar en casa junto a la gallina de Grantchester y al lobo del retrato de Richard Vaughan.
Me mostró una carpeta con sus trabajos. 
Si me hubiese entusiasmado su obra, habría ido a que me dibujara, pero creo que con ella el buscaba más que nada buscarse la vida, empresa loable dónde las haya, de país en país allende su patria, todavía más interesante, pero no por eso iba yo a desviarme de mi ruta habitual para estacionar mi cara frente a su caballete.
Ya que estábamos le dije que escribía un blog.
-Pues mire, si necesita alguna ilustración, puede contar conmigo.
-Sí, gracias, lo tendré en cuenta, le contesté.

Que desilusión. Ni siquiera me preguntó de que iba.
¿Estaría yo en lo cierto pensando que el hombre había pasado rápido del arrobo al negocio?, ¿o a parte de verme como posible madre me estuviera viendo desde el principio como posible clienta?
En fin, para que voy a querer una respuesta que puede que ni exista.
Lo importante es que repente me vi metida en un sketch, y la caricatura seguro que me la hubiera hecho gratis.

*Ciudad española de la comunidad autónoma de Aragón

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