jueves, 24 de enero de 2013

Parto en la carretera


Hacia mitad de la noche sentí un crick adentro y de repente un chorro de agua mojando las sábanas. Desperté a mi marido y le dije que estaba llegando el momento. Entonces nos levantamos y él me preguntó si podía darse una ducha rápida antes de salir hacia el hospital. A lo que contesté que hasta un baño de inmersión si quería, dado que aún tendríamos que esperar muchísiiiiimo. Pero a los pocos minutos, apoyada contra una pared y escuchando puertas allá el agua caer a modo de lluvia, sentí por la zona pélvica que algo marchaba adentro bien diferente de la otra vez, y llamé a mi marido para que se diera prisa.
Trasladamos directamente a nuestro otro hijo, enfundado en su pijama manta, desde su camita hasta la silla porta niños del coche y salimos a todo correr.
Cogimos por la carretera de las curvas hacia Barcelona, pues la autopista estaba todavía en construcción.   Íbamos en en un todoterreno Nissan Patrol, mi marido al volante, yo en el asiento a su costado y nuestro niño atrás.
Mi marido trataba de avanzar calmado, mientras yo le decía que el proceso andaba aceleradísimo y a cada poco me alargaba en el asiento lanzando unos alaridos colosales. El pequeño atrás estaba con los ojos abiertos, pero sin moverse un pelo, cosa absolutamente inédita en él. Ya salidos de las costas, mi marido me consultó si desviáramos hacia un hospital general que quedaba a la vista y más cercano, pero descartamos la idea, porque una sola confusión de carril nos hubiera llevado seguro a tener el crío en el coche. Como así fue, al cabo de unos instantes, sin salirnos de la ruta prevista.
Apenas me dio tiempo a desabrocharme la cremallera y bajarme el pantalón cuando Simón salió disparado, por bendita casualidad apuntando hacia el cielo, yendo yo a recogerlo en el aire exactamente a la altura de mis brazos.
A mi marido, que estaba fijo en la conducción, casi le da un ataque al ver a la criatura afuera. Tuvo el susto de su vida.
-¡Oh, mira que mono!, es moreno mi niño, le dije a mi marido, mientras sujetaba al recién salido envuelto en grasa blanca y me acontecía un relax total que me hacía saber sin lugar a dudas que todo había salido perfecto.
-¿Estás bien?... ¿estáis bien?...
-Está todo de maravilla... pero mira ¡que desastre!... la tapicería... .
-¡La tapicería!, ¡¿cómo se te ocurre ahora pensar en la tapicería?!...
-¡Pues porque todo lo demás está perfecto!, tu tranquilo...
¿Pero cómo está el niño?, eso es lo que tenemos que ver,  ¿cómo es que no llora?
-Está bien... 
-¡Haz que llore!, ¡tiene que llorar!, he visto que los hacen llorar...
-No te preocupes... qué quieres... ¿qué lo ponga boca abajo como a un conejo?,  ¿qué le de un cachete?..., pues ya lo harán en el hospital,...si es lo que hacen,  yo lo veo bien vivo y sin atragantarse..., si es eso...
-Uun nene, neeene, dijo nuestro hijo de veinte meses, desde el asiento trasero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario