miércoles, 26 de junio de 2013

Tecnología de la manzana

Apple - Susanna Morell
Admiro a mi marido porque el nunca se queja. El trabaja en el salón de casa sobre un tablero de aglomerado estrecho donde se le amontonan en un reducido espacio artefactos tecnológicos y soportes de la vieja generación, cual carpetas, libros, folios y papelillos con notas, mezclados en profusión en una maraña de cables y cablecitos, alargadores, enchufes, lámparas, bolígrafos, tornillos, clips, gomitas, inabordables motitas de polvo y posibles arácnidos de tamaño micróscopico.
Tiene un ventanal al frente que acabo de cubrir con papel de rollo para impedir el reflejo del sol dándole sobre la pantalla, y a los demás habitantes de la casa yendo y viniendo, que por algo es también nuestro lugar de estar y comedor. En esas condiciones, cualquiera se concentra, y sin embargo él lo hace, en la medida que le es posible.
Ayer se lamentó y quedé alarmada. Por suerte esta mañana nos despertó una buena entrevista de página entera en un diario de los de mayor tirada, que le fue realizada por un reputado periodista en  una dependencia de su agencia literaria, de eso hace relativamente tanto, que temíamos hubiera sufrido el hombre algún un percance que le impidiera sacar la nota.
Y en estas vamos.

Por otro lado, mi hermano Mateu me regaló un Iphone, que había sido de su hija, regalo a su vez de su novio futbolista del Barça; un teléfono dañado por la carcasa que mi hermano cambió en la tienda correspondiente por otro de aspecto flamante. No es el mismo, pero en caso de avería tendré que dar el nombre del famoso para que me lo puedan reparar. Es una maravilla, estoy enamorada, suena a cliché pero es así; estoy hablando por supuesto del teléfono. Mi hermano también es genial, y mi sobrina, y el futbolista.

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