sábado, 25 de abril de 2015

Gallipoli y el espíritu de Anzac

Sobrenombres a los soldados:
Neozelandeses = Kiwis (por su pájaro sin alas)
Australianos = Diggers (por cabadores)           
Británicos = Tommys (por su imaginario         
                         soldado común Tommy Atkins) 
Pensé que era un as en conseguir clientes, como en el pasado de la inmobiliaria me había sentido, pues en la productora logré nada más entrar tres hotelazos cinco estrellas a los que fotografiar y sacar película, resultado de común requeridor de previo largo estadio cultivando el terreno, y en la empresa me tenían como a la joya recién descubierta, sorprendidos de mi fulminante capacidad de captación. La suerte del principiante, se podría pensar. Ahora me encuentro en páramo desolador, con la península ibérica labrada de norte a sur, sin mísero fruto que llevarme de momento al cesto, y las Baleares resistiéndoseme como roca dura, en este principio de la primavera en que se suponen propicias las Islas.

Entonces me vuelco en la BBC, en busca de las nuevas universales que me expandan el ánimo. Cómo puede ser, me pregunto a menudo y en varias ocasiones he anotado en estas páginas, que mi mejor momento del día consista en disfrutar de mi primera ingesta aderezada con noticias de espanto.

Batallón de Australia, desembarcando a las 08:00hs
25 de abril 1915 - Foto: Arthur Robert Henry Joyner
Ciento treinta mil hombres murieron en la península de Gallipoli, entre febrero y diciembre de 1915, al otro lado del mar Egeo, en el Mediterráneo por el que llegaron, en la falda de las colinas, donde yacen enterrados. En la pretensión de los aliados de la Tripe Entente* de ocupar y despojar de artillería esas tierras de la actual Turquía, para, libre de impedimento el estrecho de mar que las baña, llegar hasta el de Mármara a la conquista de Constantinopla, rebautizada hasta el presente como Estambúl, capital entonces de un decaído Imperio Turco-otomano, aliado de Alemania en la Gran Guerra. Estrategia pensada a la vez para abrir vía de acceso al vital aprovisionamiento de los rusos en el frente del Este. Sin embargo los turcos no se dejaron ganar, en ese estadio de la primera guerra mundial. Destacó en el ejército de los otomanos un teniente general de treinta y dos años, Mustafá Kemal Atatürk, que anticipó la arribada a sus playas de los adversarios, y catapultado por su dominio de la táctica militar en ese combate, se erigió en forjador de la moderna Turquía surgida luego de la guerra de independencia en su propio territorio (1919-1923), tras la final derrota de la alianza germano-otomana en la contienda mundial.

Desde luego que no me puedo quejar de estar en casa tan tranquila escuchando afuera los pajaritos piar, sin un terremoto que asole la mole de edificio que tengo al lado, ni un avión con piloto suicida que dirija su aeronave en picado hasta empotrarla con pasaje completo sobre mi tejado, ni me ataca el ébola, ni tengo que salir huyendo con lo puesto hacia las montañas porque me persigan para la atrocidad unos fanáticos en contra de las creencias de mi tribu, ni mis hijos se han alistados, ni estoy en el epicentro de esa sorda tercera guerra mundial en la que estamos desde lejos adentrándonos. 

Tropas de Nueva Zelanda poniendo los pies en Gallípoli
Foto: Joseph Mc Bride
Ciento treinta mil muertos y doscientos setenta mil heridos, en números redondos, sufrieron los ejércitos francés, británico, australiano, neeozelandés y turco en Gallipoli. El primer lord del almirantazgo británico, Winston Churchill entonces, con treinta y nueve años, posterior glorioso primer ministro en los tiempos de enfrentarse a Adolf Hitler, aprobó la orden de apoderarse del estrecho de los Dardanelos. Los buques acorazados y la acción de los dragaminas, que parecían tan fáciles para despejar el terreno ante los turcos, se demostraron insuficientes, obligando a los aliados a emprender la lenta y más dramática guerra en tierra, soldado contra soldado, con el primer masivo desembarco de tropas del siglo XX, el 25 de abril de 1915, auténtico precedente del día D en Normandía, fecha de la cual se cumplen hoy cien años.

El Anzac Day es un día de gran festividad para australianos y neozelandeses. Anzac nombra a sus fuerzas armadas, pero sobre todo hace referencia a un espíritu ganado como patrias gracias a sus soldados en el embate de Turquía. Aunque en algunas guerras se habían visto enrolados en el siglo XIX como colonias británicas, y en el siglo XX les llegara otra que superó a la que parecía insuperable en su horror; aunque en la primera mundial perecieran en completo veintiocho mil de sus combatientes; aunque sigan en estos momentos sus militares apostados en Irak y Afganistán; la cifra que llevan grabada in mente como signo nacional australianos y neozelandeses, es la de los ocho mil setecientos nueve hombres que dejaron sus vidas en las colinas de Gallipoli. Triunfó de un derramamiento de sangre sobre la guerra perdida; así son de crudas las leyendas que nos gusta a los humanos construir. 

Melbourne (Australia) - 1915
Como el vendedor de pócimas en las películas del viejo oeste hollywoodiense, venía la propaganda sobre tablones para alistarse y los asentados en ciudades tanto como los de paraje abierto, sucumbían a su sex appeal; entrenados estos últimos en hacer pozos en la tierra, diggers, mineros o buscadores de agua, ellos o sus padres, en la fiebre del oro o a la extracción del mineral que fuera, bajo la tierra sedienta para hallar la veta líquida donde asentarse en los confines solitarios de la llanura campera, como lo harían luego para excavar defensa. Anotados voluntarios para juntarse como soldados de sus recién constituidos países, a una contienda internacional que le otorgaría a sus patrias, todavía en edad imberbe como la mayoría de ellos, el marchamo de hombría guerrera para constar en serio junto a las naciones de veras; otros se alistaron por la aventura de alejarse de casa, viajar a país exótico, a luchar, que ni idea tenían, a pesar de lo evidente, de lo devastadora que resulta siempre la guerra. Otra posible razón que se apunta es su dependencia de la madre patria Gran Bretaña, en otro figurado estadio de su temprana edad, la de recién destetados, corriendo junto a ella a su llamado. De hecho, un cuarto de la población que acudió a brindar su coraje había nacido en las Islas, del vientre de sus portadoras británicas, a punto de emprender traslado hacia la nueva vida en el continente austral.

The man with the donkey
El burro ambulancia - Dibujo de
Horace Millichamp Moore-Jones
Resultó una total carnicería, una chapuza de organización, que salvo algunas zambullidas en el mar de su despliegue para asearse, los mantuvo inmersos en una acción sin diversión ni avance, aguantando dentro las trincheras malolientes de por sí, el aliento de los contrincantes metidos en las suyas, que de cierto se podía percibir, de tan pegados que los tenían, encima de sus cabezas, ocho meses a punto de recibir el tiro u bombazo, los que lograron sobrevivir, atacados por los piojos y las moscas en forma de nube oscura que se abalanzaban sobre cada cucharada de la difícil despensa que les llegaba, para introducir como lotería bien probable en sus tráqueas los bacilos de la disentería causante de una mortandad rival a la de los morteros. Lo más digno de contarse, la retirada, planificada y llevada a término con éxito, sin demasiada desmoralización, del 15 de diciembre al 9 de enero 1916.

El país de Australia nació con el nombre oficial de Confederación de Australia en 1901, como dominio de la corona británica, en el mismo año en que la influyente Reina Victoria del Reino Unido falleció, regentado todavía por la actual y perteneciente a la Comunidad Británica de Naciones; Nueva Zelanda, se constituyó como país bajo los mismos términos en 1907.


Terminada la guerra, vino el tiempo de encontrarle algún sentido a la masacre y sacrificio. Comenzó entonces la creación del mito fundacional, ese relato que todo conjunto humano que se precie necesita para su surgimiento, consolidación y permanencia en el tiempo a  través de los embates que inevitablemente cualquier vida, individual o colectiva, viene a sufrir; esa historia inicial, surgida de las entrañas e imaginación de los creativos con capacidad de reinventar lo sucedido a sus congéneres o a ellos mismos, o sacar de su completa invención un relato que resulte atrayente, conmovedor e inspirador para el conjunto en adelante. Es entonces que en Australia y Nueva Zelanda surgieron los artistas de la palabra o el pincel para dar forma a lo que ese desastre estaba pidiendo a gritos, un bálsamo compuesto de la tragedia, para sanar y elevar el alma de esas dos recién instituidas naciones.

Poetas, políticos, pintores y periodistas se lanzaron a la tarea, que habían comenzado a emprender estando allá.
Banjo Paterson loó:
El temple de una raza se demuestra en ocasión de los tiros y el acero,
ahora conocemos lo que las naciones conocen, 
sentimos lo que las naciones sienten; 
con orgullo nos percibimos, australianos somos. 

Horace Millichamp Moore-Jones, cuyos esbozos in situ de las colinas de Gallipoli sirvieron para ayudar a los mandos a colocar sus posiciones en el escenario de la guerra, al regreso creo una serie de imágenes, reflejo de tesón y auxilio, que permanecen en las retinas de todos sus compatriotas.
El político Willliam Hughes estableció la idea del bautismo de sangre.
Charles Bean, corresponsal de guerra destinado en Gallipoli popularizó el término Anzac para referirse a una actitud vital australiana, de resistencia, coraje, buen humor, compañerismo, y de ayuda en los momentos de dificultad o penuria, heredada en parte de los ingleses, pero liberada de las limitaciones de esa sociedad. Escribió junto a un equipo de investigadores la historia de Australia en la primera guerra, siendo original en su forma, al intercalar en esos oficiales tomos la vivencia y visión de las personas concretas junto a los grandes hechos, saber por lo que pasó el soldado lo mismo que el general, o el cabo del otro bando. Una forma de mirar al individuo y su circunstancia que hizo mella entre los historiadores subsecuentes que adoptaron el estilo que se ha vuelto el habitual en Australia.

Puede leerse de lo anterior, a pelo o aplicando traductor, en un artículo, que por lo visto me interesó mucho, del chef australiano y presentador de MasterChef* en la televisión británica John Torode: "Gallipoli: ¿Por qué los australianas celebran un desastre militar?", por supuesto en la BBC.

Desastre que sirvió para forjar la leyenda identitaria de Australia y Nueva Zelanda, igual que los turcos se valieron del sufrimiento de los suyos como material de cimiento para la nueva moderna patria que tendrían que constituir. 
Paisaje de Gallipoli - Horace Millichamp Moore-Jones


¡Y pensar que yo soy una catalana que no se conmueve ni con una sardana*!.

*Triple Entente: Alianza de Francia, Gran Bretaña y Rusia.
  Bloque Central: Unión de Alemania y el Imperio Austrohúngaro.
* MasterChef: Popular programa-concurso de cocina ideado por un inglés, estrenado en Gran Bretaña y  cuyo formato ha sido exportado a más de cuarenta países.

*Sardana: Danza típica catalana; "La sardana és la dansa més bella de totes les danses que es fan i es desfan" verso del poeta catalán Joan Maragall (1860-1911).

viernes, 17 de abril de 2015

De pioneros arqueólogos II

Pictogramas sobre piedra, procedentes
de Kish (Irak), probablemente el vestigio
más antiguo de escritura, 3500aC
Los sumerios dieron el paso de los pictogramas a la escritura cuneiforme, es decir, de la ardua tarea de esculpir figuras y símbolos sobre piedra, a la más cómoda de grabar signos sobre tablillas de arcilla blanda que luego cocían, técnica cerámica al servicio del colosal avance, que al permitir correr con la estilográfica del momento sobre la ductilidad del material, daría espacio a la invención de signos para conceptos abstractos y alas a la imaginación de sus cronistas; escritura llamada cuneiforme por el biselado en forma de cuña al final de la caña o tallo que incidiría para dejarnos constancia narrada de su presente y antecedente. Punto en que comienza la historia.


Así nos enteramos que los primeros gobernantes se sentían embajadores de la divinidad mandados a este mundo a instaurar el orden sobre el caos, lo cual parece indicar que en el origen de nuestra especie la tendrían bastante liada, a mordisco puro o a resquebrajarse los cráneos a pedradas, fuera del paraíso terrenal, sin mucho poder de fuego eso es verdad, que de no ir con los primigenios punzones, las armas estaban por inventar. Lo consiguieron en bastante medida, crear una organización dentro de sus dominios, ayudados por la palabra, embrujo de la cual aumentó al lograr guardarse y reproducirse en soporte aparte, sumado al inventivo o memorístico del cerebro individual; retroalimentándose y potenciando entre ambos la creación artístico-lingüística al servicio de brindarnos una cosmogonía, unas historias sobre dioses y hombres, unos mitos, o unas leyes que consiguen tirar de la vida personal y social, dando cohesión y sentido al conjunto.

Ilustraciones del comic del
catalán Vicente Segrelles 
Existe una Lista Real Sumeria, relación entre mitológica e histórica de monarcas desde los tiempos remotos suyos, como otras de babilonia o asiria, con relatos sobre regidores dotados de poderes sobrehumanos, tales como el mito de Etana de Kish, donde el rey asciende al cielo montado a lomos de un águila para hallar la planta de la fertilidad que le otorga el hijo que la naturaleza le niega, o las hazañas de Gilgamesh, semidiós o superhombre, protagonista de la Épica de Gilgamesh, poema escrito allá por el 2100aC considerado el primer gran trabajo en literatura mundial. Entre sus líneas la historia del arca y el gran diluvio que pasó de cultura en cultura hasta llegar al Noé de la Biblia. Coincidencia de relato que tanto provocó emociones encontradas en cuanto George Smith, en el victoriano Londres de 1872, logró encajar y traducir  ese pasaje de entre los aparentes cascotes que eran los textos partidos aun por descifrar pertenecientes a la gran biblioteca de Ashurbanipal, sacados a kilos por Henry Layard y Hormuzd Rassam en el yacimiento por Mosul.

Una copia de esa epopeya de Gilgamesh fue mandada realizar por el rey Ashurbanipal, el fan coleccionista-acaparador de cualquier texto existente en templo o palacio bajo su dominio, y fue de ahí la encontrada historia de Utnapishtim* transcrita por George Smith del acadio cuneiforme usado en escritura por los babilonios, atados cortos, como apunté ayer, por los asirios en tiempos de ese rey. Se hallaron en el transcurrir de las exploraciones occidentales otras copias de otras culturas, la casi literal de la contada en el Génesis data del 1400aC.

Batman

George Smith cumplió su sueño de ir a continuar la labor de Henry Layard y Hormuzd Rassam en las ruinas de Nínive. Llegó en 1873, dando a la semana con lo que parecía tan arduo de encontrar como la típica aguja en un hangar repleto de eno, justo la descripción del aprovisionamiento del arca. Pudo telegrafiar la buena nueva y el contenido del texto que cuadraba en el relato del diluvio gracias al tendido siete años antes de la primera línea transatlántica por cable submarino que logró funcionar a resultas de lo cual se montó en una remota playa del sudoeste inglés una estación central de cablerío desde donde las líneas telegráficas partían hacia otros continentes para convertir a la Gran Bretaña en la potencia mundial de la comunicación. El nuevo éxito de George Smith fue reportado en artículos de periódicos en todo el mundo. A su vuelta a Inglaterra una señora de las que iba a conferencias se acercó a saludarlo y lo llamó "el gran Smith"; poco acostumbrado, su rostro cobró de inmediato el subido tono de la timidez y el embarazo.

Regresó George Smith a Irak en segunda (1874) y tercera (1876) expedición por cuenta del Museo Británico. En la última, él y Karl Fredrik Enerberg (1841-1876), un asiriólogo finlandés con el que emprendió viaje, se encontraron varados en Aleppo (Siria), a la espera de permisos y por una epidemia en Baghdad, ciudad vía por donde tenían previsto llegar a destino. Enerberg, impaciente, partió solo. Cuando llegó Smith a Mosul encontró que Karl Fredrik Enerberg había fallecido y estaba ahí enterrado, la peste asolaba, se daban combates entre facciones y apretaba una canícula de pleno verano que tornó en conjunto la situación insoportable. Hay versiones que apuntan a que George Smith pidió de urgencia a los del Museo Británico regresar a Inglaterra, sin serle permitida la vuelta inmediata, lo que alargaría su exposición a todos los males, hasta morir de disentería a sus treinta y seis años, en viaje de regreso, en Aleppo, sin lograr arribar a casa, atendido en su agonía por la mujer del cónsul británico en esa ciudad; imposición de demora inimaginable de tratarse George Smith de alguien con familia ilustre o bien conectada a las altas esferas. Épocas de la Reina Victoria. En honor al servicio prestado le fue concedida por su majestad una triste honorosa paga vitalicia a la viuda.

Hormuzd Rassam
(1826-1910)
Hormuzd Rassam resistía mediante su fantasía a una adolescencia de chico despierto en lugar poco estimulante, el Mosul que languidecía bajo un decayente imperio otomano. Allí nació, hasta que a sus veinte llegó el occidental Henry Layard a contratar mano de obra que lo ayudara a desenterrar lo que estuviera esperando de historia en Nimrud y Kuyunjik. Un tío del joven Hormuzd, lo recomendó al recién llegado para hacerle de organizador de las pagas al personal.

Hormuzd Rassam era como asirio de familia católico cristiana, de la Iglesia Asiria del Este y Asirios Cristianos Caldeos, su padre arcediano de la Iglesia de Mosul Asiria de Oriente; asirios diferenciados étnicamente de kurdos, armenios y árabes vecinos; cristianos por oleadas perseguidos y masacrados desde antiguo por esas zonas, como los que huyen aterrorizados en estos días hacia las montañas, ante el avance de los combatientes por el Estado Islámico, que los ansía aniquilados o convertidos a su preciso credo.

Hormuzd Rassam resulto perfecto para Henry Layard, según propias palabras: "Por sus esfuerzos incansables, por su cumplimiento fiel y puntual de todas las obligaciones que se le imponían, por su inagotable buen humor y el apego que sentían por su persona incluso los más patanes entre todos los traídos. Los síndicos del museo de Londres le deben no solo la mayor parte de los éxitos de estas investigaciones, sino la economía con la que he podido llevar esto adelante. Sin él hubiese sido imposible llevar a cabo la mitad de lo que se ha hecho con los medios puestos a mi disposición". Lo tomó al principio bajo su enseñanza y permanecieron luego amigos de por vida. Cuando Henry Layard regresó a Londres, Hormuzd Rassam partió con él para estudiar por dieciocho meses en el Magdalen College de Oxford, regresando juntos para una nueva exploración (1849-1851), luego de la cual Henry Layard dejó la arqueología para embarcarse en política y por su consejo los síndicos del Museo Británico lo pusieron a Hormuzd Rassam en su reemplazo para dirigir con todas las de la ley en la siguiente etapa (1852-1854).

Estando en liza con los franceses por los lugares con derecho propio y exclusivo a meter pala, fue el anteponerse de Hormuzd Rassam a los permisos oficiales y el saber lidiar con las circunstancias del lugar lo que llevó a los hallazgos y al beneficio para la Gran Bretaña. Hablaba los idiomas y conocía la idiosincracia; entonces cavó de noche en Nimrud y Kouyunjik, momento en que se dio el hallazgo del Palacio de Ashurbanipal y su biblioteca, entre sus pedazos la copia de la Épica de Gilgamesh que George Smith rejuntó y tradujo veinte años luego.

Hormuzd Hassam dijo cierta vez: "Preferiría ser deshollinador en Inglaterra que Pasha en Turquía"; se casó con una inglesa y adoptó la religión protestante. Ser un enamorado de la cultura británica no le libró de sufrir en su carrera como diplomático al servicio de la corona el látigo del racismo y el prejuicio contra los colonos por cuenta de la prensa y el público británico a razón de una crisis internacional a la que se lo envió a resolver un episodio con el rey de Abisinia (Etiopía) que había tomado como rehenes a occidentales y acabó el mismo Hormuzd por dos años en cautividad, eso sí, tratando de hacer las paces y cayéndole en gracia del monarca, que lo tuvo como amigo encadenado. Entraron tropas británicas e indias a resolver, con el rey Teodoro II pegándose un tiro en la sien el mismo. Después de su liberación la prensa fue despiadada. Sin causa, hicieron de Hormuzd el chivo expiatorio de todos los males que habían sobrevenido a la misión. Las editoriales retrataron a Hormuzd como débil e ineficaz y la suspicacia latente desde el tiempo de sus hazañas como explorador, se hizo materia de vilipendio, como lava endemoniada expedida por un volcán, calificado como wannabe Englishman, aspirante a-intruso-falso caballero inglés, achacado de ocultar y derivar hacia su provecho las mejores piezas arqueológicas.

Excavación de un palacio en
Ninive - Acuarela de F.Cooper
que trabajó con Layard y Rassam
en Kuyunjik en 1849-50
Un mundo perdido comienza a emerger
Dibujo de Frederick Cooper 

En 1879 Sir Henry Rawlinson escribió un artículo disminuyendo el papel de Hormuzd en el descubrimiento del Cilindro de Ciro II el Grande, una de las principales piezas por él halladas. Sir Henry Rawlinson, el descifrador de la Inscripción de Behistún, el que hizo fichar a George Smith, el que fuera fedeicomisario en el British Museum en el tiempo de las últimas excavaciones de Rassam y cónsul en Baghdad al principio de las búsquedas, vino a decir que el mérito del descubrimiento del palacio de Ashurbanipal era en realidad suyo, siendo Hormuzd Rassam un simple digger, bracero bajo sus órdenes. En su defensa Henry Layard escribió: "Hermuzd Rassam es el más honesto y sencillo de los compañeros de estudio en el campo de la arqueología que nunca he conocido, y uno cuyos servicios jamás han sido reconocidos como mereciera".

Junto al montículo de Kuyunjik a las afueras de Mosul se levantaba hasta reciente el otro nombrado de Nabi Yunus, que aunque se supusiera con tesoros arqueológicos bajo su joroba, tanto los primitivos arqueólogos, como los que llegaron luego con sus refinados sistemas, ninguno osó a remover pieza, pues el lugar era sagrado para los pueblos de la zona, que acudían al santuario erigido sobre su cima a rogar, en el supuesto lugar de enterramiento del profeta Jonás. Pues bien, los del Estado Islámico no han entrado en contemplaciones, ellos llegaron, colocaron sus cargas de dinamita, y en el veinticuatro de junio del año pasado, adiós con el minarete en honor al profeta que no va con su tabla de oración. Luego al negocio, pues parece que corren antigüedades de lo abajo lo volado por circuitos del mundo dispuesto a pagar por ellas.

De todo lo anterior he leído y extraído información de un fantástico artículo de Daniel Silas Adamson para el magazine de la BBC, The men who uncovered Assyria, Los hombres que descubrieron Asiria, que recomiendo encarecidamente, si ha interesado lo anterior, pues explica a la perfección bastante de lo que yo he tratado de contar a mi manera.

*Utnapishtim: Personaje contenido en la Épica de Gilgamesh equivalente al de Noé en el Génesis.

martes, 14 de abril de 2015

De pioneros arqueólogos I


George Smith  (1840-1876)
En un atardecer de 1872 estaba George Smith, principal ayudante del asiriólogo Sir Henry Rawlinson, en una dependencia del Museo Británico en Londres, cuando descifró la bomba de pasaje que sin saber cuál estaba a la espera de hallar entre los cientos de pedazos de tableta de arcilla inscritas en cuneiforme. Hablaba de una fabulosa inundación, de un barco encallado sobre la prominencia de un monte, de una paloma enviada al encuentro de paraje seco, George Smith había dado con la historia del diluvio universal narrada en tiempos muy anteriores a la Biblia. Causó sensación el descubrimiento, añadido, diez años después de salir Charles Darwin con El Origen de las Especies, a poner en entredicho la literalidad u originalidad de lo contado en el Antiguo Testamento.

Linotipia inventada en 1886    
 por el alemán Ottmar Mergonthaler,
de Württemberg (que no Gutenberg).
                         
George Smith (1840-1876) era un londinense nacido en Chelsea, por esa época un distrito bien alejado de lo chic y carísimo actual. De familia humilde, en su adolescencia entró de aprendiz de grabador en una imprenta, antes de la linotipia, donde pasó años confeccionando con el punzón matrices para notas bancarias. Hacia sus veinte, fascinado por las historias y antigüedades recién descubiertas que estaban llegando desde el cercano oriente, comenzó a aprovechar la pausa del almuerzo para visitar el Museo Británico, a unos quince minutos de trayecto caminando rápido, así que iría engullendo por el camino, para saborear adentro la visión de las tabletas y cilindros de arcilla con sus enigmáticas inscripciones labradas en el tiempo encontrado de su imaginación por algún incisivo utensilio semejante al suyo. Con tal permanencia lo vieron con su vista enfocada hacia las muescas cinceladas, que los del museo terminaron por ofrecerle un empleo fuera de su horario en la imprenta, para ordenar y clasificar las decenas de miles de pedazos de tabletas de arcilla acumuladas en los cuartos de depósito, a sueldo de limpiador. George Smith tenía una increíble habilidad memorística para los signos que iba leyendo, consiguiendo armar el puzzle de algunos pasajes entre esa enorme cantidad de partes. Así hizo reales descubrimientos sobre la vida diaria apuntada en la piedra, de habitantes de la Mesopotamia 700 u 800 años antes de Cristo; igual que identificó monarcas allí nombrados, coincidentes con lo narrado en La Biblia, Tras seis años, habiendo escrito incluso sus primeros artículos, Sir Henry Rawlinson convenció al museo de contratarlo como ayudante suyo.

Sin embargo la esperanza de George Smith estaba puesta más allá; inclinado sobre las tabletas de arcilla, aspiraba a viajar al primigenio lugar de estas, a continuar en persona la labor de sus dos soñados pioneros, que en tiempos de ser él un niño habían conseguido abrir brecha hacia una fortuna arqueológica bajo tierra y atraer esos ingentes tesoros en piedra hacia su presencial atención en Londres. Entonces, para correr a tierras de la Mesopotamia, precisaba de un fenómeno que le brindara la posibilidad de encontrar patrocinador. Todavía en 1872 escribía a un amigo: "Si no descubro algo grande, no podré ir".  Tenía mujer y seis hijos. Así le vendió, tras el revuelo, la idea de la expedición al Daily Telegraph*, en la perspectiva de hallar la pieza que faltaba para completar el mosaico expositivo del diluvio. George Smith viajó hacia Mosul, a las ruinas de Nínive en 1873; su familia quedó en Camden, barrio inimaginable entonces como el multicultural bohemio de la música y del ambiente alternativo que es ahora; que ni siquiera esas palabras y su concepto existían.

Sir Austen Henry Layard
(1817-1894)  
El primer inglés en llegar a Mosul con la firme intención de explorar bajo su suelo fue Henry Layard, en 1845. Antes había pasado por allí con un amigo, en 1842, cumpliendo según propias palabras, "con un irresistible deseo de penetrar en las regiones más allá del Éufrates, a las que la historia y la tradición situaban como lugar de nacimiento de la sabiduría de Occidente". Esos dos jóvenes hidalgos del Imperio Británico viajaban a caballo, despreocupados de los peligros, sin uso o abuso de los privilegios de su condición, compartiendo con los lugareños, agradecidos de su hospitalidad, con una pequeña maleta amarrada a la montura y solo protegidos por sus armas. Maravillosos días en el recuerdo de Sir Austen Henry Layard.

Sir Austen Henry Layard, viajero y arqueólogo, político y diplomático más adelante, nació en 1817 en Francia, de padre descendiente de hugonotes, viviendo sus años de crecimiento entre Italia, Inglaterra, Francia y Suiza. A la edad de veinticinco, queriendo en un recorrido por el Asia lejana llegar hasta Ceylan, se encontró estancado en Constantinopla, donde visitó a un conocido de su familia, Sir Stratford Canning, embajador británico en el Imperio Otomano, quien le adjudicó extraoficiales misiones por las zonas de su influencia bajo los turcos. Así pudo viajar por la Anatolia, Siria y Tranjordania, con el amigo, "visitando antiguos asentamientos de civilización y los puntos que la religión hizo sagrados", y  llegar a conocer las magnificentes ruinas de los templos de Petra y Baalbek, en la actual Jordania; empero su pensamiento lo llevaba pasos más hacia el este, "donde un profundo misterio se cierne sobre Asiria, Babilonia y Caldea; a esos nombres vinculadas grandes naciones y ciudades". De regreso a Constantinopla animó al embajador a sostener su misión de ir a explorar bajo ese suelo de la Mesopotamia. Tardó lo que suele la burocracia en conseguir las cartas de recomendación o los permisos para presentarse ante las autoridades locales. Cuando tuvo todo arreglado viajó hacia la provincia de Nínive, donde se enclava Mosul, con lo suficiente para contratar mano de obra autóctona y perseguir su sueño durante un limitado período. A las pocas horas de empezar a hundir pala una cortina de tierra se desprendió de la verticalidad cavada dejando al descubierto unas losas grabadas, que por su grandiosidad indicaban pertenecer a algún templo o palacio. En el año siguiente continuó la prospección del fabuloso yacimiento arqueológico tomando relevo en su aspecto financiero el Museo Británico.

Tierras de la Mesopotamia, cuna de la civilización humana, y de tantas luchas, actual Irak, en las planicies aluviales de los ríos Eúfrates y Tigris:
  • Asentamientos humanos desde el neolítico (6.700-6500aC). 
  • Comunidades agrícolas con conocimiento de alfarería que alcanzaban a decorar (5700-4500aC). 
  • Surgimiento de la primera ciudad-estado del planeta, Uruk (5000-2850aC); con su mayor auge hacia el 3200aC; dotada de edificios monumentales; hallados entre sus restos sellos cilíndricos de lapislázuli u otros minerales grabados para estampar motivos repetidos sobre arcilla húmeda, igual que tablillas con muescas a signo de unidades, que denotaban conocimiento de cálculo y contabilidad. 
  • Establecimiento de la primera civilización del planeta, la de los sumerios, con núcleos urbanos donde se concentraba la fuerza que movía a ese logro de sociedad organizada, que surgida de la de Uruk, o dondequiera o cuando fuera, pues no se sabe a ciencia cierta. allá por el 3.500aC tenía inventado el arado, la polea, la rueda, los rudimentos de la escritura, el ladrillo de adobe, el riego por canales y la embarcación a vela. Y lo más importante. Con los sumerios se da el salto de la prehistoria a la historia de la humanidad, al lograr fijar por escrito lo contado por oral, pequeño hecho para el escribidor, enorme salto para todos nosotros, allá por el 2.600aC. 
  • Luego los acadios, nómadas de raza semítica arribados desde la península arábiga, coexistieron con los sumerios en una especie de simbiótica relación, hasta que se impuso la batalla, librada por generaciones, ganando los acadios la primacía en la cuenca (2334-2193aC), terminada abruptamente sin que se sepan los motivos. Los sumerios, de lejos menguados, se desvanecieron también como civilización hacia el 1900aC., invadidos por nómadas amorreos con origen entre el Mediterráneo y el río Jordán, y elamitas procedentes de las tierras de Persia. Se conjetura alrededor del 2200aC, una gran sequía que durara siglos y contribuyera a asolar cualquier esplendor de sociedad organizada en la Mesopotamia, hasta el surgimiento del Imperio de los asirios (2000-612aC), establecidos al norte, seguido del de los babilonios al sur (1792-539aC).
  • Luego de la caída del Imperio Asirio y el Babilonio, se desarrolló el Imperio Caldeo que alcanzó hasta que Persia, con Ciro II el Grande, conquistó entera la Mesopotamia.

Casi por completo desconocido lo anterior antes de que empezaran los modernos europeos trotamundos del siglo XIX a fijarse en las curiosas piedras que emergían por aquí o por allá, en terreno de sus aventuras, con secretos que parecían contener, dando pista de lo que podría estar subyaciendo alrededor.

Excavaciones en Ninive 1852 
Nimrud y Nínive fueron dos principales ciudades del Neo-Asirio Imperio (934-612aC), el último y más importante período de la Civilización asiria, que se consolidó como potencia en esa zona hacia el 1813aC, expandiéndose y contrajéndose hasta volver a adquirir su postrero gran dominio. Poder que sucumbió de golpe, sumido en luchas internas, a la llegada de unos pujantes babilonios, sus vecinos del sur, aliados de una vez por todas con medos, caldeos, persas, partos, escitas y cimerios. Muertos o trasladados esclavizados sus habitantes, sus palacios, bibliotecas y cualquier vestigio de la vida que llevaban destrozados, las ciudades arrasadas a merced del viento y la tierra que las sepultó, olvidadas, someramente apuntadas como vida del pasado en la Biblia y la tradición oral, hasta que comenzó a emerger su memoria, a través de sus fabulosas ruinas, por obra de los pioneros primitivos arqueólogos Henry LayardHormuzd Rassam, al servicio del Museo Británico, los héroes a quién quería emular George Smith, que se llevaron lo más que pudieron hacia el Londres del Imperio de entonces, y gracias que lo hicieron, pues lo que quedó allá, es lo que ha sido demolido en este marzo recién pasado por los secuaces servidores del Estado Islámico.

Junto a imágenes de impresionantes vívidos leones luchando por sobrevivir en estampas de caza del rey Ashurbanipal (reinado 685-627aC) se rescató del fondo de la tierra un bajorrelieve donde se lo ve a Ashurnasirpal II (reinado 883-859aC), disfrutando de un refrigerio en el jardín con la cabeza de un rebelde jefe elamita colgada de una rama como una manzana. Ayer igual que hoy, los humanos contenemos al monstruo destructor, que corre sin agotarse paralelo a la civilización, o enzarzado en ella, hasta que veamos quién ganará, esperando que lleguemos a ser antes otra cosa más evolucionada.

Grabado del pintor Francisco de Goya, 1 de 82, de la serie
"Los desastres de la guerra" realizados entre 1810-1815

El rey  Ashurnasirpal II, llegado de asentar las conquistas, de la mano de sus poderosos comerciantes y financiado por los tributos de los pueblos sometidos, mandó edificar su capital en Nimrud, treinta kilómetros al sur del Mosul actual, donde se erigiron ciudadela, templos y palacios a lomos y sudor de miles de arameos y otros reclutados de los pueblos bajo su yugo. Ashurnasirpal aplicó a los rebeldes en la ciudad de Tela un suavecillo escarmiento como advertencia a los demás díscolos territorios, reacios a sus órdenes y a los obligados impuestos: "Desollé a los jefes que se habían sublevado y expuse las pieles a la vista de su pueblo, a otros empalé. A sus hombres, jóvenes o viejos, tomé por prisioneros; a unos corté pies y manos; a otros orejas, nariz y labios; a algunos los ojos arranqué. Sumé orejas de los jóvenes en una pila; con las cabezas de los viejos una torre al cielo erigí, para mostrarla como trofeo; a niños y niñas hice arder en una pira y destruí la ciudad, que igualmente fue consumida por el fuego". En los siguientes dos siglos continuaron las conquistas más allá de las planicies de sus ríos, hasta que les llegó el abrupto fin.

Se levantaban hasta el mes pasado en el extrarradio de la ciudad de Mosul, a la vera del río Tigris y su afluente el río Hhosr, dos montículos, de nombre Kouyunjik y Nabi Yunus, bajo los que yació por dos mil quinientos años el testigo de lo que llegó a ser esa plaza, recordada por el profeta Jonás en el Génesis como edificada después del diluvio por el rey Nimrod, "ciudad grande sobremanera, de tres días de recorrido". En el mismo punto se alzó Nínive, por cincuenta años la ciudad más importante del mundo, propiciada su arquitectura y obra pública por el príncipe Sennacherib (reinado 705-681aC) mientras su padre-rey estaba en campaña; amenazada su progresión constructiva tras la violenta muerte del progenitor, que lo llevó al trono y a embarcarse en la batalla contra los pueblos que se resistían, principalmente los babilonios, para acabar el mismo asesinado por su hijo, descontento de que otro hermano fuese el elegido por el padre para sucederle, luego de que el primogénito y heredero en primer término pereciera de modo provocado en una revuelta de los enemigos. cuando el propio imperio estaba por lógica al borde de la aniquilación.

Le dio tiempo a Ashurbanipal antes del fin (reinado 669-626aC) a ampliar la biblioteca comenzada por el rey Sargón II (722-705aC), amasando una importante cantidad de tablillas, las encontradas a trozos por Henry Layard y Hormuzd Rassam, llevadas a carretadas hasta el Londres de George Smith. Ashurbanipal que fue educado en las artes y las ciencias, no para reinar, acabó siendo un rey guerrero, a parte de cultivado, valiéndose de la crueldad con sus enemigos, y de amenazas para hacerse a lo largo de sus dominios con las tablillas que explicaban sobre los grandes hechos y los cotidianos, sobre leyes, mitos, religión y lo poético narrado, sobre todo de Babilonia, inscripciones que si no podía traer a casa, enviaba escribientes a copiar.

Paul-Émile Botta (1802-1870) 
Fue el médico y naturalista francés de origen italiano Paul-Émile Botta quién antes llegó a Kouyunjik, con la presunción de que bajo el montículo dormía una ciudad perdida. Botta, otro trotamundos de alcurnia, nombrado por sus compatriotas cónsul en Mosul a fin de facilitarle la tarea, empezó la exploración en 1842; allí lo conoció Henry Layard en su primer viaje de pasada. Enterados los paisanos de la zona del afán del francés por las rarezas escondidas, le hablaron de cierto lugar donde al perforar para los cimientos de las casas la gente sacaba adoquines cubiertos de extrañas inscripciones que utilizaban en la fabricación de hornos. Allí se desplazó, quince kilómetros al nordeste, por encontrar antes en la actual Khrorsabad, lo que creyó la antigua Nínive, dejando expedito el montículo de Kouyunjik al inglés que habría de volver. Resultó la ciudad tratarse de Dur Sharrukin, fugaz capital de Asiria mandada construir por el rey Sargón II en el 713aC., lujosa y amurallada, con palacios y templos forrados en mármol, a la que luego de siete años y aun por acabar se fue a residir el monarca con toda la corte, falleciendo en combate al año de disfrutarla, cuando su hijo y sucesor Sennacherib decidió regresar a Nínive, dejando Dur Sharrukin a merced del desamparo oficial, cien años hasta quedar enterrada otros dos mil quinientos, que poco será lo que puedan contar sus Lamassus y otros habitantes en mármol cincelado, salvo de su rescate y odiseas a través de los ríos por llegar a París, algunos hundidos en ellos, o lo vivido de los turistas que los visitan en el Museo del Louvre. Parejas de Lamassus que se situaban a las puertas de los templos, figuras de ingente tamaño, cabeza de hombre, cuerpo de león, alas de águila, ahuyentadoras de las fuerzas adversas, que no evitaron sin embargo, el par que quedó en Irak, la voladura con dinamita este nueve de marzo del templo que en origen los contenía y a ellos mismos de ser desfigurados por los taladros de la Yihad al entrar en el museo de Mosul los del Estado Islámico. Razón posible de su nulo efecto protector, la de que fueran simples copias en yeso las expuestas; me acabo de enterar; a buen recaudo las originales, de momento, en el museo de Bagdad.

Sir Henry Creswicke
Rawlinson (1810-1895)
Sir Henry Creswicke Rawlinson, por algunos llamado "padre de la asiriología", diplomático y orientalista, el que hiciera ascender como ayudante suyo a George Smith en el Museo Británico,  en su juventud, como buen inglés inquieto con familia de abolengo, buscó de irse al mundo de las colonias bajo alguna oficial misión que acometer, en su caso en el ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales. En 1835, a sus veinticinco años, aprendida la lengua persa en sus viajes como cadete, fue destinado como oficial para entrenar al ejército del Sha. Allí, en el oeste de Persia, en el actual Irán, le despertaron agudo interés unos caracteres grabados en la pared de un acantilado cercano, textos en cuneiformes aún por descifrar,  tres versiones del mismo escrito que narraría las hazañas de Dario I el Grande (reinado 522-486aC) en tres lenguas diferentes, relato ilustrado por un bajorrelieve a tamaño natural de la figura de ese rey con dos criados y nueve otros personajes atados de cuello y manos que podrían representar a los pueblos conquistados. Rawlinson acudió por dos años al lugar, hasta conseguir en 1838 desentrañar el contenido del texto cuneiforme escrito en antiguo persa, lo cual le dio la clave para poder interpretar los signos de las otras dos versiones, en idiomas elamita y babilonio de la Antigua Mesopotamia. La Inscripción de Behistún, así llamada, es a la escritura cuneiforme lo que la Piedra de Rosetta a los jeroglíficos egipcios: el documento clave para el desciframiento de una escritura en lengua antigua desaparecida, que muestra el mismo texto en otro idioma todavía factible de reconocer.


Montículos de Nimrud a kilómetros de Mosul vistos por el lápiz de A.H. Layard
Aproximación artística a lo que pudo ser el complejo de Nimrud, dibujado por James Ferguson con guía de A. H. Layard

sábado, 4 de abril de 2015

Gracias al porno


Escuché contar a varias mujeres cercanas a la generación de mi madre, ella en edad de gatear cuando estalló la guerra civil de 1936 en España, que era frecuente en su infancia, juventud y hasta de bien plantadas mujeres, encontrarse con algún tocón, en el cine, en el metro, en las monjas, pues también podían ser ellas, me refiero a las féminas en general, encontradas enclaustradas en los ámbitos de las clases y los internados. Alcanzaban a tocar con lo que podían, la vista o las manos, para lo segundo en el cine se venían a colocar justo en la butaca al lado tuyo, si por suerte del viciosillo estaba libre, a ver de palpar por un segundo, por un roce que pareciera casual, la carne que saltaba como un resorte fuera de su contacto, o que quedaba petrificada en el asiento a la espera de que fuera un error de cálculo, con rápido retroceso por parte del vecino, lo que estaba sucediendo. Algunas de las de mi edad alcanzamos a saber de ello en cuerpo propio, pero ya era muchísimo menos probable que ocurriera y de la adolescencia no pasó, habiéndose considerado después un risible caso de antigualla toparse con un tipejo de esos, con la libido subida por algo que no viniera de la pantalla.


En los años de hacerse mi madre adulta imperaba el Generalísimo Franco, con la Falange, la Iglesia y la educación provista por la Sección Femenina, encargados de dejar bien bajo el listón de lo erótico-festivo en el país, hasta considerarse de escándalo mayúsculo la sensual sacada de guante de Rita Hayworth en el papel de Gilda, en la película del mismo nombre, o ni decir de La Dolce Vita de Fellini, con los pechos desbordantes de Anita Ekberg y el anatema contra la degeneración moral de la cinta que había lanzado la Santa Sede; si esto último contribuyó a su éxito en Italia, en España significó su veto hasta la muerte del dictador. En cambio, conforme yo crecía iban surgiendo, primero como setas esporádicas, las transgresiones que causaban revuelo y luego, como el brotar de champiñones cultivados sobre estiércol de équido alimentado con paja, llegó de golpe el descoque total, lo cual fue majestuoso, aportando alegría, ganas de renovarse y bienestar sexual a todo el que decidiera entrar en la onda. Yéndose con tanto despliegue drásticamente a la baja la posibilidad de aparición del hombrecillo con necesidades imperiosas de arrimarse.

En cualquier tipo de sociedad existen los grandes casos sueltos, como violadores en serie, que le pueden tocar por fatalidad a cualquiera, o monstruos que al ser descubiertos dejan demudada y sin explicárselo a la sociedad que los contenía, como puedan ser los casos de Marc Dutroux, el abusador, secuestrador, torturador y asesino de niñas en Bélgica, o Josef Fritzl, el austríaco que secuestró y violó a su propia hija durante veinticuatro años, o Ariel Castro, el estadounidense de origen puertorriqueño que hizo los mismo por diez años con tres mujeres que secuestro por separado y al azar en Cleveland, en el estado de Ohio. Pero por lo general, bienvenido sea para gloria de nuestras naciones el fácil acceso al sexo y al material erótico o pornográfico que lo pueda estimular.