viernes, 17 de abril de 2015

De pioneros arqueólogos II

Pictogramas sobre piedra, procedentes
de Kish (Irak), probablemente el vestigio
más antiguo de escritura, 3500aC
Los sumerios dieron el paso de los pictogramas a la escritura cuneiforme, es decir, de la ardua tarea de esculpir figuras y símbolos sobre piedra, a la más cómoda de grabar signos sobre tablillas de arcilla blanda que luego cocían, técnica cerámica al servicio del colosal avance, que al permitir correr con la estilográfica del momento sobre la ductilidad del material, daría espacio a la invención de signos para conceptos abstractos y alas a la imaginación de sus cronistas; escritura llamada cuneiforme por el biselado en forma de cuña al final de la caña o tallo que incidiría para dejarnos constancia narrada de su presente y antecedente. Punto en que comienza la historia.


Así nos enteramos que los primeros gobernantes se sentían embajadores de la divinidad mandados a este mundo a instaurar el orden sobre el caos, lo cual parece indicar que en el origen de nuestra especie la tendrían bastante liada, a mordisco puro o a resquebrajarse los cráneos a pedradas, fuera del paraíso terrenal, sin mucho poder de fuego eso es verdad, que de no ir con los primigenios punzones, las armas estaban por inventar. Lo consiguieron en bastante medida, crear una organización dentro de sus dominios, ayudados por la palabra, embrujo de la cual aumentó al lograr guardarse y reproducirse en soporte aparte, sumado al inventivo o memorístico del cerebro individual; retroalimentándose y potenciando entre ambos la creación artístico-lingüística al servicio de brindarnos una cosmogonía, unas historias sobre dioses y hombres, unos mitos, o unas leyes que consiguen tirar de la vida personal y social, dando cohesión y sentido al conjunto.

Ilustraciones del comic del
catalán Vicente Segrelles 
Existe una Lista Real Sumeria, relación entre mitológica e histórica de monarcas desde los tiempos remotos suyos, como otras de babilonia o asiria, con relatos sobre regidores dotados de poderes sobrehumanos, tales como el mito de Etana de Kish, donde el rey asciende al cielo montado a lomos de un águila para hallar la planta de la fertilidad que le otorga el hijo que la naturaleza le niega, o las hazañas de Gilgamesh, semidiós o superhombre, protagonista de la Épica de Gilgamesh, poema escrito allá por el 2100aC considerado el primer gran trabajo en literatura mundial. Entre sus líneas la historia del arca y el gran diluvio que pasó de cultura en cultura hasta llegar al Noé de la Biblia. Coincidencia de relato que tanto provocó emociones encontradas en cuanto George Smith, en el victoriano Londres de 1872, logró encajar y traducir  ese pasaje de entre los aparentes cascotes que eran los textos partidos aun por descifrar pertenecientes a la gran biblioteca de Ashurbanipal, sacados a kilos por Henry Layard y Hormuzd Rassam en el yacimiento por Mosul.

Una copia de esa epopeya de Gilgamesh fue mandada realizar por el rey Ashurbanipal, el fan coleccionista-acaparador de cualquier texto existente en templo o palacio bajo su dominio, y fue de ahí la encontrada historia de Utnapishtim* transcrita por George Smith del acadio cuneiforme usado en escritura por los babilonios, atados cortos, como apunté ayer, por los asirios en tiempos de ese rey. Se hallaron en el transcurrir de las exploraciones occidentales otras copias de otras culturas, la casi literal de la contada en el Génesis data del 1400aC.

Batman

George Smith cumplió su sueño de ir a continuar la labor de Henry Layard y Hormuzd Rassam en las ruinas de Nínive. Llegó en 1873, dando a la semana con lo que parecía tan arduo de encontrar como la típica aguja en un hangar repleto de eno, justo la descripción del aprovisionamiento del arca. Pudo telegrafiar la buena nueva y el contenido del texto que cuadraba en el relato del diluvio gracias al tendido siete años antes de la primera línea transatlántica por cable submarino que logró funcionar a resultas de lo cual se montó en una remota playa del sudoeste inglés una estación central de cablerío desde donde las líneas telegráficas partían hacia otros continentes para convertir a la Gran Bretaña en la potencia mundial de la comunicación. El nuevo éxito de George Smith fue reportado en artículos de periódicos en todo el mundo. A su vuelta a Inglaterra una señora de las que iba a conferencias se acercó a saludarlo y lo llamó "el gran Smith"; poco acostumbrado, su rostro cobró de inmediato el subido tono de la timidez y el embarazo.

Regresó George Smith a Irak en segunda (1874) y tercera (1876) expedición por cuenta del Museo Británico. En la última, él y Karl Fredrik Enerberg (1841-1876), un asiriólogo finlandés con el que emprendió viaje, se encontraron varados en Aleppo (Siria), a la espera de permisos y por una epidemia en Baghdad, ciudad vía por donde tenían previsto llegar a destino. Enerberg, impaciente, partió solo. Cuando llegó Smith a Mosul encontró que Karl Fredrik Enerberg había fallecido y estaba ahí enterrado, la peste asolaba, se daban combates entre facciones y apretaba una canícula de pleno verano que tornó en conjunto la situación insoportable. Hay versiones que apuntan a que George Smith pidió de urgencia a los del Museo Británico regresar a Inglaterra, sin serle permitida la vuelta inmediata, lo que alargaría su exposición a todos los males, hasta morir de disentería a sus treinta y seis años, en viaje de regreso, en Aleppo, sin lograr arribar a casa, atendido en su agonía por la mujer del cónsul británico en esa ciudad; imposición de demora inimaginable de tratarse George Smith de alguien con familia ilustre o bien conectada a las altas esferas. Épocas de la Reina Victoria. En honor al servicio prestado le fue concedida por su majestad una triste honorosa paga vitalicia a la viuda.

Hormuzd Rassam
(1826-1910)
Hormuzd Rassam resistía mediante su fantasía a una adolescencia de chico despierto en lugar poco estimulante, el Mosul que languidecía bajo un decayente imperio otomano. Allí nació, hasta que a sus veinte llegó el occidental Henry Layard a contratar mano de obra que lo ayudara a desenterrar lo que estuviera esperando de historia en Nimrud y Kuyunjik. Un tío del joven Hormuzd, lo recomendó al recién llegado para hacerle de organizador de las pagas al personal.

Hormuzd Rassam era como asirio de familia católico cristiana, de la Iglesia Asiria del Este y Asirios Cristianos Caldeos, su padre arcediano de la Iglesia de Mosul Asiria de Oriente; asirios diferenciados étnicamente de kurdos, armenios y árabes vecinos; cristianos por oleadas perseguidos y masacrados desde antiguo por esas zonas, como los que huyen aterrorizados en estos días hacia las montañas, ante el avance de los combatientes por el Estado Islámico, que los ansía aniquilados o convertidos a su preciso credo.

Hormuzd Rassam resulto perfecto para Henry Layard, según propias palabras: "Por sus esfuerzos incansables, por su cumplimiento fiel y puntual de todas las obligaciones que se le imponían, por su inagotable buen humor y el apego que sentían por su persona incluso los más patanes entre todos los traídos. Los síndicos del museo de Londres le deben no solo la mayor parte de los éxitos de estas investigaciones, sino la economía con la que he podido llevar esto adelante. Sin él hubiese sido imposible llevar a cabo la mitad de lo que se ha hecho con los medios puestos a mi disposición". Lo tomó al principio bajo su enseñanza y permanecieron luego amigos de por vida. Cuando Henry Layard regresó a Londres, Hormuzd Rassam partió con él para estudiar por dieciocho meses en el Magdalen College de Oxford, regresando juntos para una nueva exploración (1849-1851), luego de la cual Henry Layard dejó la arqueología para embarcarse en política y por su consejo los síndicos del Museo Británico lo pusieron a Hormuzd Rassam en su reemplazo para dirigir con todas las de la ley en la siguiente etapa (1852-1854).

Estando en liza con los franceses por los lugares con derecho propio y exclusivo a meter pala, fue el anteponerse de Hormuzd Rassam a los permisos oficiales y el saber lidiar con las circunstancias del lugar lo que llevó a los hallazgos y al beneficio para la Gran Bretaña. Hablaba los idiomas y conocía la idiosincracia; entonces cavó de noche en Nimrud y Kouyunjik, momento en que se dio el hallazgo del Palacio de Ashurbanipal y su biblioteca, entre sus pedazos la copia de la Épica de Gilgamesh que George Smith rejuntó y tradujo veinte años luego.

Hormuzd Hassam dijo cierta vez: "Preferiría ser deshollinador en Inglaterra que Pasha en Turquía"; se casó con una inglesa y adoptó la religión protestante. Ser un enamorado de la cultura británica no le libró de sufrir en su carrera como diplomático al servicio de la corona el látigo del racismo y el prejuicio contra los colonos por cuenta de la prensa y el público británico a razón de una crisis internacional a la que se lo envió a resolver un episodio con el rey de Abisinia (Etiopía) que había tomado como rehenes a occidentales y acabó el mismo Hormuzd por dos años en cautividad, eso sí, tratando de hacer las paces y cayéndole en gracia del monarca, que lo tuvo como amigo encadenado. Entraron tropas británicas e indias a resolver, con el rey Teodoro II pegándose un tiro en la sien el mismo. Después de su liberación la prensa fue despiadada. Sin causa, hicieron de Hormuzd el chivo expiatorio de todos los males que habían sobrevenido a la misión. Las editoriales retrataron a Hormuzd como débil e ineficaz y la suspicacia latente desde el tiempo de sus hazañas como explorador, se hizo materia de vilipendio, como lava endemoniada expedida por un volcán, calificado como wannabe Englishman, aspirante a-intruso-falso caballero inglés, achacado de ocultar y derivar hacia su provecho las mejores piezas arqueológicas.

Excavación de un palacio en
Ninive - Acuarela de F.Cooper
que trabajó con Layard y Rassam
en Kuyunjik en 1849-50
Un mundo perdido comienza a emerger
Dibujo de Frederick Cooper 

En 1879 Sir Henry Rawlinson escribió un artículo disminuyendo el papel de Hormuzd en el descubrimiento del Cilindro de Ciro II el Grande, una de las principales piezas por él halladas. Sir Henry Rawlinson, el descifrador de la Inscripción de Behistún, el que hizo fichar a George Smith, el que fuera fedeicomisario en el British Museum en el tiempo de las últimas excavaciones de Rassam y cónsul en Baghdad al principio de las búsquedas, vino a decir que el mérito del descubrimiento del palacio de Ashurbanipal era en realidad suyo, siendo Hormuzd Rassam un simple digger, bracero bajo sus órdenes. En su defensa Henry Layard escribió: "Hermuzd Rassam es el más honesto y sencillo de los compañeros de estudio en el campo de la arqueología que nunca he conocido, y uno cuyos servicios jamás han sido reconocidos como mereciera".

Junto al montículo de Kuyunjik a las afueras de Mosul se levantaba hasta reciente el otro nombrado de Nabi Yunus, que aunque se supusiera con tesoros arqueológicos bajo su joroba, tanto los primitivos arqueólogos, como los que llegaron luego con sus refinados sistemas, ninguno osó a remover pieza, pues el lugar era sagrado para los pueblos de la zona, que acudían al santuario erigido sobre su cima a rogar, en el supuesto lugar de enterramiento del profeta Jonás. Pues bien, los del Estado Islámico no han entrado en contemplaciones, ellos llegaron, colocaron sus cargas de dinamita, y en el veinticuatro de junio del año pasado, adiós con el minarete en honor al profeta que no va con su tabla de oración. Luego al negocio, pues parece que corren antigüedades de lo abajo lo volado por circuitos del mundo dispuesto a pagar por ellas.

De todo lo anterior he leído y extraído información de un fantástico artículo de Daniel Silas Adamson para el magazine de la BBC, The men who uncovered Assyria, Los hombres que descubrieron Asiria, que recomiendo encarecidamente, si ha interesado lo anterior, pues explica a la perfección bastante de lo que yo he tratado de contar a mi manera.

*Utnapishtim: Personaje contenido en la Épica de Gilgamesh equivalente al de Noé en el Génesis.

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