sábado, 25 de abril de 2015

Gallipoli y el espíritu de Anzac

Sobrenombres a los soldados:
Neozelandeses = Kiwis (por su pájaro sin alas)
Australianos = Diggers (por cabadores)           
Británicos = Tommys (por su imaginario         
                         soldado común Tommy Atkins) 
Pensé que era un as en conseguir clientes, como en el pasado de la inmobiliaria me había sentido, pues en la productora logré nada más entrar tres hotelazos cinco estrellas a los que fotografiar y sacar película, resultado de común requeridor de previo largo estadio cultivando el terreno, y en la empresa me tenían como a la joya recién descubierta, sorprendidos de mi fulminante capacidad de captación. La suerte del principiante, se podría pensar. Ahora me encuentro en páramo desolador, con la península ibérica labrada de norte a sur, sin mísero fruto que llevarme de momento al cesto, y las Baleares resistiéndoseme como roca dura, en este principio de la primavera en que se suponen propicias las Islas.

Entonces me vuelco en la BBC, en busca de las nuevas universales que me expandan el ánimo. Cómo puede ser, me pregunto a menudo y en varias ocasiones he anotado en estas páginas, que mi mejor momento del día consista en disfrutar de mi primera ingesta aderezada con noticias de espanto.

Batallón de Australia, desembarcando a las 08:00hs
25 de abril 1915 - Foto: Arthur Robert Henry Joyner
Ciento treinta mil hombres murieron en la península de Gallipoli, entre febrero y diciembre de 1915, al otro lado del mar Egeo, en el Mediterráneo por el que llegaron, en la falda de las colinas, donde yacen enterrados. En la pretensión de los aliados de la Tripe Entente* de ocupar y despojar de artillería esas tierras de la actual Turquía, para, libre de impedimento el estrecho de mar que las baña, llegar hasta el de Mármara a la conquista de Constantinopla, rebautizada hasta el presente como Estambúl, capital entonces de un decaído Imperio Turco-otomano, aliado de Alemania en la Gran Guerra. Estrategia pensada a la vez para abrir vía de acceso al vital aprovisionamiento de los rusos en el frente del Este. Sin embargo los turcos no se dejaron ganar, en ese estadio de la primera guerra mundial. Destacó en el ejército de los otomanos un teniente general de treinta y dos años, Mustafá Kemal Atatürk, que anticipó la arribada a sus playas de los adversarios, y catapultado por su dominio de la táctica militar en ese combate, se erigió en forjador de la moderna Turquía surgida luego de la guerra de independencia en su propio territorio (1919-1923), tras la final derrota de la alianza germano-otomana en la contienda mundial.

Desde luego que no me puedo quejar de estar en casa tan tranquila escuchando afuera los pajaritos piar, sin un terremoto que asole la mole de edificio que tengo al lado, ni un avión con piloto suicida que dirija su aeronave en picado hasta empotrarla con pasaje completo sobre mi tejado, ni me ataca el ébola, ni tengo que salir huyendo con lo puesto hacia las montañas porque me persigan para la atrocidad unos fanáticos en contra de las creencias de mi tribu, ni mis hijos se han alistados, ni estoy en el epicentro de esa sorda tercera guerra mundial en la que estamos desde lejos adentrándonos. 

Tropas de Nueva Zelanda poniendo los pies en Gallípoli
Foto: Joseph Mc Bride
Ciento treinta mil muertos y doscientos setenta mil heridos, en números redondos, sufrieron los ejércitos francés, británico, australiano, neeozelandés y turco en Gallipoli. El primer lord del almirantazgo británico, Winston Churchill entonces, con treinta y nueve años, posterior glorioso primer ministro en los tiempos de enfrentarse a Adolf Hitler, aprobó la orden de apoderarse del estrecho de los Dardanelos. Los buques acorazados y la acción de los dragaminas, que parecían tan fáciles para despejar el terreno ante los turcos, se demostraron insuficientes, obligando a los aliados a emprender la lenta y más dramática guerra en tierra, soldado contra soldado, con el primer masivo desembarco de tropas del siglo XX, el 25 de abril de 1915, auténtico precedente del día D en Normandía, fecha de la cual se cumplen hoy cien años.

El Anzac Day es un día de gran festividad para australianos y neozelandeses. Anzac nombra a sus fuerzas armadas, pero sobre todo hace referencia a un espíritu ganado como patrias gracias a sus soldados en el embate de Turquía. Aunque en algunas guerras se habían visto enrolados en el siglo XIX como colonias británicas, y en el siglo XX les llegara otra que superó a la que parecía insuperable en su horror; aunque en la primera mundial perecieran en completo veintiocho mil de sus combatientes; aunque sigan en estos momentos sus militares apostados en Irak y Afganistán; la cifra que llevan grabada in mente como signo nacional australianos y neozelandeses, es la de los ocho mil setecientos nueve hombres que dejaron sus vidas en las colinas de Gallipoli. Triunfó de un derramamiento de sangre sobre la guerra perdida; así son de crudas las leyendas que nos gusta a los humanos construir. 

Melbourne (Australia) - 1915
Como el vendedor de pócimas en las películas del viejo oeste hollywoodiense, venía la propaganda sobre tablones para alistarse y los asentados en ciudades tanto como los de paraje abierto, sucumbían a su sex appeal; entrenados estos últimos en hacer pozos en la tierra, diggers, mineros o buscadores de agua, ellos o sus padres, en la fiebre del oro o a la extracción del mineral que fuera, bajo la tierra sedienta para hallar la veta líquida donde asentarse en los confines solitarios de la llanura campera, como lo harían luego para excavar defensa. Anotados voluntarios para juntarse como soldados de sus recién constituidos países, a una contienda internacional que le otorgaría a sus patrias, todavía en edad imberbe como la mayoría de ellos, el marchamo de hombría guerrera para constar en serio junto a las naciones de veras; otros se alistaron por la aventura de alejarse de casa, viajar a país exótico, a luchar, que ni idea tenían, a pesar de lo evidente, de lo devastadora que resulta siempre la guerra. Otra posible razón que se apunta es su dependencia de la madre patria Gran Bretaña, en otro figurado estadio de su temprana edad, la de recién destetados, corriendo junto a ella a su llamado. De hecho, un cuarto de la población que acudió a brindar su coraje había nacido en las Islas, del vientre de sus portadoras británicas, a punto de emprender traslado hacia la nueva vida en el continente austral.

The man with the donkey
El burro ambulancia - Dibujo de
Horace Millichamp Moore-Jones
Resultó una total carnicería, una chapuza de organización, que salvo algunas zambullidas en el mar de su despliegue para asearse, los mantuvo inmersos en una acción sin diversión ni avance, aguantando dentro las trincheras malolientes de por sí, el aliento de los contrincantes metidos en las suyas, que de cierto se podía percibir, de tan pegados que los tenían, encima de sus cabezas, ocho meses a punto de recibir el tiro u bombazo, los que lograron sobrevivir, atacados por los piojos y las moscas en forma de nube oscura que se abalanzaban sobre cada cucharada de la difícil despensa que les llegaba, para introducir como lotería bien probable en sus tráqueas los bacilos de la disentería causante de una mortandad rival a la de los morteros. Lo más digno de contarse, la retirada, planificada y llevada a término con éxito, sin demasiada desmoralización, del 15 de diciembre al 9 de enero 1916.

El país de Australia nació con el nombre oficial de Confederación de Australia en 1901, como dominio de la corona británica, en el mismo año en que la influyente Reina Victoria del Reino Unido falleció, regentado todavía por la actual y perteneciente a la Comunidad Británica de Naciones; Nueva Zelanda, se constituyó como país bajo los mismos términos en 1907.


Terminada la guerra, vino el tiempo de encontrarle algún sentido a la masacre y sacrificio. Comenzó entonces la creación del mito fundacional, ese relato que todo conjunto humano que se precie necesita para su surgimiento, consolidación y permanencia en el tiempo a  través de los embates que inevitablemente cualquier vida, individual o colectiva, viene a sufrir; esa historia inicial, surgida de las entrañas e imaginación de los creativos con capacidad de reinventar lo sucedido a sus congéneres o a ellos mismos, o sacar de su completa invención un relato que resulte atrayente, conmovedor e inspirador para el conjunto en adelante. Es entonces que en Australia y Nueva Zelanda surgieron los artistas de la palabra o el pincel para dar forma a lo que ese desastre estaba pidiendo a gritos, un bálsamo compuesto de la tragedia, para sanar y elevar el alma de esas dos recién instituidas naciones.

Poetas, políticos, pintores y periodistas se lanzaron a la tarea, que habían comenzado a emprender estando allá.
Banjo Paterson loó:
El temple de una raza se demuestra en ocasión de los tiros y el acero,
ahora conocemos lo que las naciones conocen, 
sentimos lo que las naciones sienten; 
con orgullo nos percibimos, australianos somos. 

Horace Millichamp Moore-Jones, cuyos esbozos in situ de las colinas de Gallipoli sirvieron para ayudar a los mandos a colocar sus posiciones en el escenario de la guerra, al regreso creo una serie de imágenes, reflejo de tesón y auxilio, que permanecen en las retinas de todos sus compatriotas.
El político Willliam Hughes estableció la idea del bautismo de sangre.
Charles Bean, corresponsal de guerra destinado en Gallipoli popularizó el término Anzac para referirse a una actitud vital australiana, de resistencia, coraje, buen humor, compañerismo, y de ayuda en los momentos de dificultad o penuria, heredada en parte de los ingleses, pero liberada de las limitaciones de esa sociedad. Escribió junto a un equipo de investigadores la historia de Australia en la primera guerra, siendo original en su forma, al intercalar en esos oficiales tomos la vivencia y visión de las personas concretas junto a los grandes hechos, saber por lo que pasó el soldado lo mismo que el general, o el cabo del otro bando. Una forma de mirar al individuo y su circunstancia que hizo mella entre los historiadores subsecuentes que adoptaron el estilo que se ha vuelto el habitual en Australia.

Puede leerse de lo anterior, a pelo o aplicando traductor, en un artículo, que por lo visto me interesó mucho, del chef australiano y presentador de MasterChef* en la televisión británica John Torode: "Gallipoli: ¿Por qué los australianas celebran un desastre militar?", por supuesto en la BBC.

Desastre que sirvió para forjar la leyenda identitaria de Australia y Nueva Zelanda, igual que los turcos se valieron del sufrimiento de los suyos como material de cimiento para la nueva moderna patria que tendrían que constituir. 
Paisaje de Gallipoli - Horace Millichamp Moore-Jones


¡Y pensar que yo soy una catalana que no se conmueve ni con una sardana*!.

*Triple Entente: Alianza de Francia, Gran Bretaña y Rusia.
  Bloque Central: Unión de Alemania y el Imperio Austrohúngaro.
* MasterChef: Popular programa-concurso de cocina ideado por un inglés, estrenado en Gran Bretaña y  cuyo formato ha sido exportado a más de cuarenta países.

*Sardana: Danza típica catalana; "La sardana és la dansa més bella de totes les danses que es fan i es desfan" verso del poeta catalán Joan Maragall (1860-1911).

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