martes, 30 de agosto de 2016

La náusea

                             S.M. 
Estoy en calma chicha cuando debiera encontrarme en internas turbulencias. Es extraño el funcionar de nuestra psique y su impredecible modo de incidir en las funciones de nuestro organismo. Así caigo dormida a la perfección en la inminencia de lo que en otros períodos me ha estorbado por verlo venir de lejos a la hora de conciliar el sueño.

Me pregunto sobre el suicidio.

He acudido al escritor David Foster Wallace (1962-2008), el cual terminara ahorcándose en el patio de su vivienda, dos días luego de asistir al quiropráctico, en un rato en que a sugerencia suya lo dejó solo para ir a un recado su mujer; pues quién lo imaginara, tras haberse ido a recomponer el esqueleto. No obstante en él era presumible, por llevar buena parte de su vida luchando contra esa "náusea de las células y el espíritu", esa "muerte del alma"*; una batalla contra lo que devora de uno mismo en que la influencia externa para ayudar o para causarlo es una mera quimera; un estado muy diferente a la depresión, imposible hacerse idea para los ajenos a sufrir de ello. Voy a leer "La broma infinita", en busca de alguna luz, de alguna otra clave en esa ficción.

Estuve también fijándome sobre el médico cardiocirujano argentino Dr. René Favaloro (1923-2000), pionero mundial y desarrollador del bypass coronario, el cual, cansado, acabó infligiéndose un certero tiro al corazón. Muy diferente un caso del otro.

Me llamó la atención, antes de comenzar a abordarlo, un enunciado en la novela insignia de David Foster Wallace*:
Que todo el mundo es idéntico en su secreta y callada creencia de que en el fondo es distinto de todos los demás."

*Descripciones del estado que pone en boca de un personaje
*Visto en blog de Eugenio Sanchez Bravo 

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