martes, 27 de septiembre de 2016

La inspiradora historia

Olympia Rebel Heart Madonna - S.M.
El fantástico informático que al fin encontré, resulta que de últimas no me resultó tan genial, o dio con una falta de solución justo conmigo, pues me cambió el chip gráfico causante de ponerse la pantalla en negro, para encontrarme luego con la sorpresa de ver desaparecidos del sistema de correos todos los contactos que he ido acumulando, con sus fichas y larga información. Un trabajo de años que el agradable informático no supo como hacer para devolver a su lugar -migrar archivos del sistema operativo Mac a Windows-, por tanto ya no se mostró o no lo encuentro tan dispuesto,  y tuve que recurrir a mi hijo Simón, que sin ser experto tiene un especial arte de tocar teclas que muchas veces soluciona y en este caso logró rescatármelos; vuelve a estar entonces la gran cantidad de posibles clientes en mi PC, aunque han quedado revueltos, sin la clasificación que tenían y debería meterme uno por uno, a actualizar y a subsanar, en un campo que llevo trillado y en el que tengo perdido el gas, con total falta de estímulo para volver a darle empujón. Es decir, estoy harta de hacer de comercial, de este o de cualquier otro ramo para otros, así se me facilitara el apoyo en la infraestructura que precisaría para trabajar sin encontrarme a cada paso forzada a hacer de técnica informática sin tener idea, debiendo regalarle a la empresa toneladas de mi tiempo y paciencia por encontrar solución sin gastar un céntimo, o el mínimo que no se me va a reponer. Hasta noto una cierta falta de aire al ponerme, justo cuando debería redoblar el esfuerzo.

Sé como resolver, eso sí, la historia de fondo de estas páginas para que pudiera elaborarse a partir de ella un guión de película o serie de televisión con desarrollo y remate convincente. Debería para ello cortarse y desviarse este relato en el punto en que mi marido y yo nos encontramos en Barcelona con la agente literaria Berta Canals, entonces ella, a partir de esa bifurcación, entusiasmada con la obra de mi marido, pide traducción a la norteamericana Edith Grossman, o a algún otro eximio traductor en la gran manzana*, y busca editor allá, uno osado, capaz de descubrir valores literarios en la niebla tenebrosa de lo que alguna vez fuera editado sin acabar de funcionar, y lo consigue. Este editor percibe la excelencia y la buena conexión que podrían tener los textos de mi marido con la mentalidad anglosajona y ante todo con la universal -por ende intuye su potencial de venta- y decide apostar por el autor para el mercado estadounidense. Muy intrépido teniendo en cuenta que más del noventa y nueve por ciento de los libros que se venden allá son de original en inglés, o a la inversa, menos del uno por ciento corresponde a libros traducidos de todos los idiomas existentes. Muy intrépido, pero es que Berta, él o ella y nosotros, gustamos de andar por las zonas irracionales; por eso elige el editor los cuentos o novela -lo que más adecuado le parezca-, y se lanza a editarlo y promocionarlo sin rastro de pusilanimidad o escasez de recursos, lo que da un buen resultado para el libro, para la editorial y para el reconocimiento que la obra de mi marido merece; más tarde, con mi aventura y  la película que derivaría, para el reforzamiento de la creencia que inspira a nuestro mundo liberal de que todo es posible y alcanzable si uno se pregunta en el interior, descubre para qué sirve y se empeña a través de todas las dificultades en conseguirlo.

Oculta desnuda Rebel Heart - S.M.
Como continué narrando sobre la marcha, esto se ha alejado de la historia romántico exitosa ejemplarizante que queda estática y concluida a disposición de quién la quiera tomar para adecuarla a nuevo proyecto y vida, y ahora encuentro que, refugiándome como salida adelante en progresar aquí, me he extendido hacia territorios un tanto empantanados, exentos de arenas movedizas, residuos tóxicos o monstruos submarinos, perdiendo carga, como en esas series de televisión que por excelentes que sean, o debido justamente a la apetencia de su público, sus creadores o productores la alargan tanto que da la sensación en algunos episodios que los rellenen con espantapájaros, o impactan con hechos descomunales, tal la muerte innecesaria de algún protagonista, para pasmar a la audiencia entre lo que afloja, o debido a haber firmado el actor, tras temporadas y temporadas, contrato para proseguir su carrera en otros proyectos. Con la diferencia que mi auditorio es de un solo individuo, o incluso puede que ninguno, si el estimado lector o lectora que considero es simplemente producto de un fallo en el contador de visitas.

Estoy sin saber por dónde continuar en general. Por tanto me quedo en calma, sin agobiarme o salir a la desesperada a buscar por ahí cualquier empleo. Le hago caso a mi marido y espero que algo nos llueva, o nos crezca en el jardín. Por si acaso, veo que las algarrobas están madurando. También saco de la experiencia propia y recuerdo de un verano muy muy atrás, mientras estaba en la secta, antes de los vuelos baratos, de la avalancha turística en ciudad, de los juegos olímpicos que le dieron mayor fama a la que trato, antes de la extendida ocupación asalariada de ambos cónyuges y el reparto de las vacaciones a lo largo de otros meses, cuando en agosto quedaba cerrada Barcelona para hallar cualquier ocupación. En esa tesitura, a la disparada y sin sentido, busqué en las páginas del periódico y ahí me fui, tomando los trenes de cercanía que entonces te aseguraban partida y llegada, aunque fuera de cualquier horario si había, debiendo calcular un margen de horas para llegar a tiempo. La gente a veces no se acuerda y piensa que antes era mejor, pero solo por eso, acostumbrados ahora a una exactitud más que germánica -aseguro- en el transporte público cuando normalmente funciona, se sorprenderían desagradados si volviera el regreso. Sucedió entonces, que lo único que me salió, en esas dos semanas de sudar el bochorno fue un oferta para montarme en un autobús a hacer propaganda de unos productos a jubilados mandados gratis de excursión para venderles esos artículos que contentos, mareados o embobados como les tenían, ellos picaban en su compra; o era de esperar que así fuera para que me valiera el haberme enrolado -me suena que ya lo conté-; pero no lo tomé.

*Sitúo al traductor y editor en  la gran manzana = Nueva York para proporcionar buenos paisajes a la filmación. Figúrese, Cambridge-Barcelona-NewYork, fotogénico variado trío, pero podrían perfectamente ubicarse en Seattle, Chicago o donde cuadrara de espectacular en el mundo urbano anglosajón de ultramar; así fuera Vancouver en Canadá, Sidney en Australia, etc

jueves, 15 de septiembre de 2016

Vida normal II

En relación al tercer fallecimiento expuesto en entrada anterior:


A mi padre le preocupaban las constantes poluciones nocturas de mi hermano Pasqual, notadas en las sábanas al hacer las camas, a edad perfectamente adecuada para que esto sucediera dando señal de buena imaginación y fortaleza. Así Pasqual fue también el primero que supe activo, al enrollarse con Rita, su primera novia de la que supimos, la que ahora murió. Los descubrió mi madre en la alcoba del fraile, una habitación en la masía con dos altas camas matrimoniales protegidas de la vista inmediata por estar situadas en sendas recámaras abiertas por arco al aposento general. Igual se estaban dando solo besitos, eso lo sabrían ellos; mi madre lo notó simplemente, que allí estaban, tomándolo como algo fresco y novedoso de suceder. Mi madre recuerda ahora a Rita como la chica simpática y campechana que se sentaba en su cocina mientras esperaba a mi hermano; ante el comentario de haberse apeado, ya antes de la enfermedad, de su anterior actitud algo envarada y orgullosa; esto último lo sostiene también mi tía María, que lo ha sentido muchísimo y con cariño evoca como se volvió de más llana y natural en los últimos tiempos. Su padre trataba con piensos y era de los acaudalados del pueblo. Su hermana mayor tuvo como regalo de dieciocho años el coche más pijo para señorita de la época y le encantaban las pieles tanto como codearse con otras que también las lucieran, nada de conejo, cuanto más preciadas mejor. Hay que tener en cuenta que para entonces no estaba tan arraigado el movimiento animalista en contra, o quizá perdiera el interés luego, por evolucionar ella o a razón del cambio climático, o las luciera de sintéticas, cuando perfectamente tintadas y diseñadas fueran homologadas por los creadores de moda para aceptación de todas las clases sociales. Tampoco se si dejó de debatirse por su percha de moza grandota cuando ardorosamente hubiera deseado ser una sílfide. De Rita -alta y esbelta en sus años más juveniles- recuerdo la vez que coincidí con ella y su marido de visita en casa de mi hermano y cuñada Mateu y Maite cuando se le aguzaron todas las entradas sensitivas al cuerpo para absorber con fruición los datos por los que me preguntaron de a donde habíamos ido con mi marido, nuestros hijos y nuestro sobrino -el hijo mayor de Maite y Mateu-, a la barbacoa en lo de un escritor con pareja empresaria potentada de la cerámica*, y llegó mi sobrino a su casa de vuelta, acostumbrado él a moverse por amplios espacios de bienestar, contando del mega chalet que lo había impresionado por ese su tamaño, belleza y agradabilidad.

Me caían bien las dos hermanas, por su pasión, por llenar el espacio con sus risas: las supongo de chisme sin malicia y entretenidas para las amigas que de verdad tuvieran; yo las valoro desde el trato afable, sin llegar a intimar con ellas o tener algo que ver en los asuntos que las incumbieran. Estaban desde la herencia peleadas ellas. Vino desde Barcelona la mayor para el entierro. Se colocó en la iglesia por la mitad, mezclada entre los asistentes, pegada al pasillo central donde se sitúa el féretro. Llorando y llorando. Los íntimos de Rita aceptaron que al terminar la ceremonia pasara la gente a ofrecerles las condolencias por los bancos primeros que ocupaban. En la actualidad muchos evitan ese trance indicando al cura que pronuncie al final del responso la frase que hace enterar: "Se da el duelo por despedido", para que nadie se aproxime. Pero ellos viven en otra población ahora y querrían facilitar la muestra de acercamiento, además de hacerlo al modo tradicional. A mi no me molestó en absoluto cuando murió mi padre ese pésame desfilando mientras el coro entonaba la especial salve en su honor y pensaba en lo henchido de satisfacción que se sentiría él, por ese pleno y esa gran demostración, si pudiera estar ahí para verlo; ¡lástima para los que lo consiguen!. La hermana no figuraba en el recordatorio donde se leían los nombres de los parientes más allegados. La había visto a ella, la que queda, dos días antes en esa misma nave, para el otro entierro por el cual también había venido desde Barcelona donde vive, y allí estuvimos hablando a la salida, con décadas que llevábamos sin cruzarnos. ¿Es que eres abuela? -me preguntó-, ...vi un recién nacido en brazos de tus hijos en el sitio de red social de alguien y pensé... . ¡No por favor! ¡qué estropicio ahora! -me salió del alma- sería el bebé de mi hermana Agnès.

Se casó Rita con un agricultor y ganadero de familia próspera y tenían en sociedad con el padre suyo y otros socios negocios relacionados con la cría y engorde del cerdo y todo parecía que les iba muy pujante. En una quinta fabulosa que tenían los asociados por el lugar de las granjas íbamos a celebrar, con todos nuestros hijos cuando críos, el día festivo en Catalunya para ir a comer la tarta* de Pascua al campo, invitada yo con mis retoños de rebote, por estar ahí en esas fechas, por ser la hermana y cuñada de Mateu y Maite, entre los matrimonios para juntarse en ese tipo de fechas. Era relajante, en cuanto a poder estar librada de correr tras los pasos siempre al borde de mis ocurrentes cachorros, entretenidos con los otros en ese espacio vallado con parque de gran extensión y edificio de líneas pulidas, sin filigranas, espada de escálibur u otros objetos peligrosos o que peligraran; con el padre-marido anfitrión que hacia el final del día les enseñaba a tirar al tiro al blanco, eso sí algo más peliagudo y de poca gracia que me hacía, con las escopetas, pero menos mal que me quedaba sin ver y parecía que todo iba en orden y controlado, en fila uno tras otro esperando su turno. Ese marido ahora viudo era cazador, de esos que se camuflan con los chalecos y toda la parafernalia como de guerra, diría, aunque no estoy tan enterada, tampoco de qué cazaba. Entre los humanos siempre lo vi como un tipo tranquilo, atento, agradable; con gusto y paciencia para los niños; su hija menor, la que ahora medirá uno ochenta de estatura, le apoyaba constantemente la cabeza en el hombro durante la misa por la madre. Pero se declaró un brote de peste porcina clásica en la primavera del dos mil uno que obligó a sacrificar a ochenta mil cerdos de la región y pareció averiguar el órgano público competente que el foco de expansión provenía de un expansionado número de criadores e intermediarios, entre los que su sociedad se encontraba en el meollo, que actuaban falseando los datos de lechones clandestinos importados de países de la Europa del este como nacidos en instalaciones locales y los llevaron a pleito por ocultación a los organismos sanitarios públicos de la existencia de la enfermedad entre sus gorrinos cuando saltó el virus. Por más que tras cinco años, trece mil folios de sumario y una semana de juicio quedara absuelto cualquier encausado por falta de pruebas, ya había había echo mella en la cotidianidad de ese núcleo familiar el asunto, mudándose de vivienda y de gremio para ir a instalarse con una gran superficie de ferretería y bricolaje a otra región. La vida continuó. Las hijas acabaron sus estudios universitarios y viven en ciudad. El hijo lleva las tierras y vive en el campo. Ahora quedan sin madre, sin esposa.


En relación al primer fallecimiento referido en entrada anterior:

El muerto que fuera político tampoco se trataba con el hermano que fuera profesor director y que fue a su entierro. Puede imaginarse a raíz de qué.

En relación al segundo fallecimiento referido en entrada anterior:

Yo tuve un  escarceo amoroso, por llamarlo de algún modo, con un hermano de la esposa en este matrimonio que ahora ha perdido a su nuera de hecho. Esa hermana mayor de mi fugaz relación fue la más bella beldad, fina como la porcelana, mezcla de  Grace Kelly y Audrey Hepburn sin exagerar, mas lloraba frente al espejo por sentirse tan pato feo, mientras su madre la consolaba y le insistía en que se mirara bien -eso me contó la mía-. Su hermano menor, el de la corta historia conmigo, romántica por parte de él, era de físico bien varonil y agraciado, con un potencial para ligar que se diluía en la nada total. Las chicas le olerían algo raro. El indagaba en el mundo de lo esotérico, por ello se me abrió como un torrente de agua desbocada al entrar en confidencia cierta vez que coincidimos en la discoteca y en un aparte le hablé sobre mi secta. Se creía un elegido y ni siquiera sabía iniciar un beso, tan tierno; yo me ofrecí sin amor para hacerle un favor. Tampoco le sirvió y continuó sin hembra hasta que se adentró tanto entre sus estudios de parapsicología y contacto con espíritus de otras galaxias que terminó perdido, encerrado entre sus materias de investigación, tieso muerto, en sentido literal. Había engordado con el paso de las décadas hasta llegar a obeso y perder el resuello al menor esfuerzo, me contaba mi tía María. Pues él tenía su laboratorio de ermitaño sobre las viviendas de mis tíos y mi primo con esposa y prole, en el piso donde viviera desde siempre, y lo mismo que yo temblaba de adolescente por si me cruzaba a su hermano en las escaleras -interesantísimo, guapísimo, cuatro años mayor que yo y futuro atracador por un período- pues  me dio cierto respeto luego durante años, por encontrarme al otro, que según mi tía tenía instalada en su rellano una polea con cuerda de quita y pon para izarse la compra, acumulaba tarros en la azotea con raras materias en inmersión y a la noche se escuchaban ruidos procedentes de su guarida, como de engranajes y maquinarias que no cesaban.

*Obvio que imposible de ser la actual que aparece semana tras semana paseando su amor por las revistas del corazón

*La mona es un pastel con huevo u otra figura de chocolate -ya conté- que regalan tradicionalmente los padrinos de bautizo a sus ahijados, o le compra u elabora cualquier otro adulto próximo al pobre crío que no goza de tales protectores que lo obsequien, por haber fallecido, por coincidir en ser descuidados o tacaños, o en época más presente, por no haber habido bautizo o nombrado esos padres no practicantes a personas equivalentes para tales fines.

martes, 13 de septiembre de 2016

Vida normal I

Miquel Barceló - Familia 2015
Guiado por el acontecer insospechado se está rellenando de muertos este relato que aventuraba repleto de hazañas vitales según fuera transcurriendo. Es lo que pasa. Pretendas lo que pretendas y por más que te sientas en la dirección, esta vida te sorprende con giros inesperados, y ahí está el espinoso o algodonoso acaecer, materia para que sigas elaborando. Aunque, pensándolo bien, a la larga, si se narra el día a día, está asegurado, aún en tiempos de paz y nula epidemia, que se vean a algunos fallecer, si se enfoca con la pluma en ello. Durante esta estancia de cuatro días en la casa de mi madre han sido tres los difuntos y he asistido a dos de esos tres entierros. Del cierto sabemos que así terminaremos, hasta que se invente la inmortalidad constatable por nuestro propio alargamiento hasta el infinito, en este formato actual de masa biológica auxiliada por ingeniería creciente o en inorgánica pluripsiquica existencia -a saber cómo nos desarrollaremos-, es decir, sin haber partido hacia el imaginado mundo del más allá, o el intuido, o el negado en absoluto, según el florido argumento de cada cual o la tendencia representativa de su conjunto.

El primero en irse fue un marido de entre los amigos de mis padres, de setenta y siete años. Estaba algo delicado de salud, pero su esposa lo estaba más y sin embargo goza ahora de buen aspecto y pasa a formar parte de la alta proporción de viudas dentro del grupo. Se le presenta a ella la cuesta de tener que vivir sola en una gran casona un tanto alejada, cerca del cementerio y más cerca aún de la posibilidad de que alguna panda de cacos pretenda limpiarla de antigüedades u otros valores mas fáciles de meter en sacas; o barajará con los hijos posibles soluciones para sentirse más acompañada. Había tres hileras de bancos llenas de políticos en la ceremonia de la iglesia, los vi sin saber, y como siempre que los descubro sin conocer, se me representaron como cuervos en traje, raros, diferentes de la otra gente, aunque vayan sin corbata, o vestidas de blusa corriente ellas. Estaban porque el finado, ahí en el ataúd, había sido con la entrada de la democracia el primer presidente de la diputación provincial y otros importantes cargos en la región. Por esos años de mayor pompa pública se centró el matrimonio en sus relaciones relevantes por la capital de la provincia, más luego regresaron a incluirse en su otro círculo mas de andar por casa. Era el hombre simpático, hablador y comunicativo. Dice mi madre que lo esperaba sentado en su mesa en las bodas, pues si les tocaba en el convite, tenían asegurado el chiste y el pasarlo divertido. Fue guapo, según mi criterio estándar, de buen porte hasta el final, e imagino que tendría carisma.

A la tarde de ese funeral llamaron las amigas a mi madre para comunicarle la muerte de la pareja de hecho del hijo de una de ellas, de una amiga bastante desconectada desde que se le cortara las venas en casa uno de sus cinco hijos, hará veinte años o más, en el chalet donde sigue residiendo auto confinada, algo embotada y bien contemplada y atendida por su marido. Su marido fue en su momento un revolucionario director de escuela pública, con ideas y actuaciones libres que chocaban al principio del cambio en el país, o que resultarían extravagantes aún ahora, no sé, consiguiendo quien lo amara y quien repudiara su estilo; tampoco sé si quedó algo de su legado. Coincide que este hombre es hermano del anterior muerto que he venido a contar; ahora caigo. Lo saludamos con mi madre en la escalinata de la iglesia al salir, entre la gente que iba bajando y encontrándose, estaba a unos cuantos escalones por arriba de nosotras y dijo: "Yo a estas niñas -señalándome- las tengo muy presentes". Vi que se mantiene flaco y movido.

Gran Elefant Dret - Miquel Barceló
Por azar sucede también que esta segunda fallecida es prima de mi cuñada Maite; prima hermana aunque solo se trató de lejos con las otras tres que eran, pues esta que ahora se ha ido por un cáncer linfático vivía más bohemia, alejada del meollo de su clan. Casualidad dentro del ámbito dela provincia. Mi cuñada se ha quedado afectadísima, por esta noticia y la que estaba por venir. Yo sabía que la entristecería cantidad antes de que le llegara por nuestra vía el aviso, pues dos años atrás había seguido el proceso de todo otro cáncer en otra hermana de esas cuatro; paso a paso acompañando en el sufrimiento hasta el final. Tenía la de ahora cuarenta años. Queda la incógnita de porqué mi cuñada no se enteró, tal cual la tuvieron al tanto por la otra. Ella, y mi hermano por consiguiente, asistieron entonces al funeral que coincidió con la invitación de mi hermana y cuñado en la costa, así que no pudieron estar allá.

Entre sol, mar, piscina y el indefectible banquete, mi hermana Clara recibió el otro aviso inesperado; el del fallecimiento de una allegada, conocida, amiga de cincuenta y un años. Esta había cursado en el colegio con mi prima Julieta; había sido la primera novia de mi hermano Pasqual; era con su marido del grupo de amigos para verbenas y demás de mi hermano Mateu y mi cuñada Maite. Le detectaron algo en el corazón hace unos meses, la estaban tratando y realizando mayores pruebas, pero se encontraba bien cuando la halló muerta su marido en la cama.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Fiesta contínua

S.M.
Sigue la fiesta entre mi familia de origen. Mi hermana Clara y su marido han vuelto a convocarnos a todos para que conozcamos el apartamento  en la Costa Dorada que adquirieron la pasada primavera, con terraza frente al mar y playa casi particular por despoblada de otros bañistas. Cuando todavía estoy repleta por las sentadas del agosto y el bufé con que nos recibió mi cuñada Maite -quién se ha transformado en una consumada anfitriona y elaboradora de bocados delicatessens a la par con mi hermano Mateu- para mostrarnos a los que estábamos por la Costa Brava la integral reforma que una decoradora -una "crack" de mujer, según mi cuñada- les orquestó en el fabuloso dúplex con vistas a la bahía que ya estaba antes del cambio digno de salir fotografiado en revista lujosa de interiorismo. Igual entre gin tonic y gin tonic -el clásico combinado que queda a la moda según se ve servir ahora- su hijo mi sobrino Roger, que se marchaba el día después hacia Biarritz para estadía surfera en casa de un amigo, recién venido del aeropuerto donde se reencontró con la novia que deja, o lo deja ella a él, según la vez y están por retomar la relación, recién salido de un puesto de trabajo en asesoría del que por motu proprio se despidió, pues ya nada le aportaba en cuestión de aprender y tampoco le compensaba en lo económico la plaza que consiguiera donde estuvo como becario tras la carrera de empresariales. Pues a la brisa de esa noche ideal, sentado al borde del sofá de rattan, sosteniendo su bebida cargada del hielo dispensado por el surtidor de la nevera, nos contaba de su estado anímico, bajo, bajo, de tocar en lo más depresivo durante los dos últimos meses que estuvo solo, mandado a revisar cuentas en un hotel de Marruecos. Nos contaba de su desazón por la nariz, que no terminó de quedarle perfecta, luego de una cirugía para solucionarle una mala aireación por ese conducto, ante la afirmación del otorrino de que por ahí muy probable le viniese la ansiedad, atreviéndose además ese doctor otorrinolaringólogo a limarle estéticamente alguna imperfección imperceptible que le habrán comentado y ahora es posible que tengan que recurrir de veras a un cirujano plástico para que le solucione el problema de la punta, que se le está viniendo abajo y habrá que reponerla y apuntalarla en su anterior perfecta posición. Alejado, aún en lo más oprimido, de idea que pudiera llegar a resultar fatal -puntualizaba mi sobrino-; sintiéndose agradecido y tantísimo mejor por compartir con todos los presentes, en esos momentos tan plenos. Desde luego que es complicado. Yo comprendo a mi sobrino perfectamente en esas sus tribulaciones por las fosas nasales.

Instalada  de nuevo mi madre en su población de todo el año, me ha llamado hoy -para alivio con voz vital y alegre- sugiriéndome de ir para su santo el día ocho y quedarme hasta el diez en que podríamos hacer el trayecto hasta la invitación de mi hermana en las plazas sobrantes de los otros que fueran. Tengo muchísimas ganas de que vengas con Tai -me dice y me sorprende- estoy deseosa de que me saque a los gatos que en este mes de estar fuera se han instalado abajo, con camada que han parido y se sienten tan en su propiedad que aunque salga a espantarlos, ¡ccccchú!, ¡ccccchú!, ¡zape!, ¡zape!, se me quedan mirando, como diciendo: tu chista, que ya verás si te hacemos caso; y siguen echados en el césped o arrellanados en las sillas que al declinar la tarde deben dar cabida a otras nalgas.

Así que iré. Lo consulto en casa y hay que ver lo complicado de convenir para solucionar el asunto; siempre el mismo embrollo, ni que me fuera por cuarenta días a hacer la travesía del desierto. Sucede que a criterio de mi marido el coche está para circular como mucho por el pueblo y tiene razón. Así que el jueves próximo tomaré transporte público, sin ser acompañada por el requerido ahuyentador, haciéndose cargo de él Simón, que se lo llevará, debiendo presentárselo a la especie de Pit bull macho de su novia, a ver si los mantienen separados, se saludan a dientes mostrados o lo acepta el otro en su hogar con cordialidad.

Algo extra satisfactorio pasó, de agradecer en lo profundo a sus benefactores: Simón cuenta con transporte propio, y flamante. Sucedió que en una de esas comidas familiares en el pueblo, cuando voy sola, una antes del verano, al hacer repaso de los hijos me tocó el turno y relaté, con más bien aire jocoso, la odisea de Simón en su llevar y recoger a la novia a las dos o tres de la madrugada, cuando ella termina de trabajar en el trabajo que encontró, de camarera en la coctelería de la ribera; los dos sobre la Vespa prestada, a veinte kilómetros por hora los dieciséis kilómetros de distancia hasta donde moran, para empezar él su turno a las diez de la mañana en otra población vecina. Lo mismo que conté a unos amigos de Israel y estos reconocieron como: "lo que todos hemos hecho de jóvenes", a mi cuñada le encogió el corazón. Así que, lo pensó para si misma y concluyó: "Tengo unos ahorros, ¿porqué no iba a poder hacerle un regalo a mi sobrino?". De este modo se lo planteó a su marido: "Si desde que pasó la infancia no les hemos obsequiamos, qué mejor ahora, cuando es de auxilio para mi sobrino querido". Tratándose de ellos no podía ser cualquier trasto y lo que comenzó en la búsqueda por parte de mi hermano entre sus contactos de un coche básico básico de segunda mano que lo ayudara a llegar al trabajo, "nada de alardear o poder irse a viajar con él", terminó siendo un Volkswagen Polo con meses salido de fábrica, seguro a todo riesgo por un año y garantía de tres. ¡Chapó!. Y vaya si lo usa; Simón lleva en dos meses más de cinco mil kilómetros.