martes, 27 de septiembre de 2016

La inspiradora historia

Olympia Rebel Heart Madonna - S.M.
El fantástico informático que al fin encontré, resulta que de últimas no me resultó tan genial, o dio con una falta de solución justo conmigo, pues me cambió el chip gráfico causante de ponerse la pantalla en negro, para encontrarme luego con la sorpresa de ver desaparecidos del sistema de correos todos los contactos que he ido acumulando, con sus fichas y larga información. Un trabajo de años que el agradable informático no supo como hacer para devolver a su lugar -migrar archivos del sistema operativo Mac a Windows-, por tanto ya no se mostró o no lo encuentro tan dispuesto,  y tuve que recurrir a mi hijo Simón, que sin ser experto tiene un especial arte de tocar teclas que muchas veces soluciona y en este caso logró rescatármelos; vuelve a estar entonces la gran cantidad de posibles clientes en mi PC, aunque han quedado revueltos, sin la clasificación que tenían y debería meterme uno por uno, a actualizar y a subsanar, en un campo que llevo trillado y en el que tengo perdido el gas, con total falta de estímulo para volver a darle empujón. Es decir, estoy harta de hacer de comercial, de este o de cualquier otro ramo para otros, así se me facilitara el apoyo en la infraestructura que precisaría para trabajar sin encontrarme a cada paso forzada a hacer de técnica informática sin tener idea, debiendo regalarle a la empresa toneladas de mi tiempo y paciencia por encontrar solución sin gastar un céntimo, o el mínimo que no se me va a reponer. Hasta noto una cierta falta de aire al ponerme, justo cuando debería redoblar el esfuerzo.

Sé como resolver, eso sí, la historia de fondo de estas páginas para que pudiera elaborarse a partir de ella un guión de película o serie de televisión con desarrollo y remate convincente. Debería para ello cortarse y desviarse este relato en el punto en que mi marido y yo nos encontramos en Barcelona con la agente literaria Berta Canals, entonces ella, a partir de esa bifurcación, entusiasmada con la obra de mi marido, pide traducción a la norteamericana Edith Grossman, o a algún otro eximio traductor en la gran manzana*, y busca editor allá, uno osado, capaz de descubrir valores literarios en la niebla tenebrosa de lo que alguna vez fuera editado sin acabar de funcionar, y lo consigue. Este editor percibe la excelencia y la buena conexión que podrían tener los textos de mi marido con la mentalidad anglosajona y ante todo con la universal -por ende intuye su potencial de venta- y decide apostar por el autor para el mercado estadounidense. Muy intrépido teniendo en cuenta que más del noventa y nueve por ciento de los libros que se venden allá son de original en inglés, o a la inversa, menos del uno por ciento corresponde a libros traducidos de todos los idiomas existentes. Muy intrépido, pero es que Berta, él o ella y nosotros, gustamos de andar por las zonas irracionales; por eso elige el editor los cuentos o novela -lo que más adecuado le parezca-, y se lanza a editarlo y promocionarlo sin rastro de pusilanimidad o escasez de recursos, lo que da un buen resultado para el libro, para la editorial y para el reconocimiento que la obra de mi marido merece; más tarde, con mi aventura y  la película que derivaría, para el reforzamiento de la creencia que inspira a nuestro mundo liberal de que todo es posible y alcanzable si uno se pregunta en el interior, descubre para qué sirve y se empeña a través de todas las dificultades en conseguirlo.

Oculta desnuda Rebel Heart - S.M.
Como continué narrando sobre la marcha, esto se ha alejado de la historia romántico exitosa ejemplarizante que queda estática y concluida a disposición de quién la quiera tomar para adecuarla a nuevo proyecto y vida, y ahora encuentro que, refugiándome como salida adelante en progresar aquí, me he extendido hacia territorios un tanto empantanados, exentos de arenas movedizas, residuos tóxicos o monstruos submarinos, perdiendo carga, como en esas series de televisión que por excelentes que sean, o debido justamente a la apetencia de su público, sus creadores o productores la alargan tanto que da la sensación en algunos episodios que los rellenen con espantapájaros, o impactan con hechos descomunales, tal la muerte innecesaria de algún protagonista, para pasmar a la audiencia entre lo que afloja, o debido a haber firmado el actor, tras temporadas y temporadas, contrato para proseguir su carrera en otros proyectos. Con la diferencia que mi auditorio es de un solo individuo, o incluso puede que ninguno, si el estimado lector o lectora que considero es simplemente producto de un fallo en el contador de visitas.

Estoy sin saber por dónde continuar en general. Por tanto me quedo en calma, sin agobiarme o salir a la desesperada a buscar por ahí cualquier empleo. Le hago caso a mi marido y espero que algo nos llueva, o nos crezca en el jardín. Por si acaso, veo que las algarrobas están madurando. También saco de la experiencia propia y recuerdo de un verano muy muy atrás, mientras estaba en la secta, antes de los vuelos baratos, de la avalancha turística en ciudad, de los juegos olímpicos que le dieron mayor fama a la que trato, antes de la extendida ocupación asalariada de ambos cónyuges y el reparto de las vacaciones a lo largo de otros meses, cuando en agosto quedaba cerrada Barcelona para hallar cualquier ocupación. En esa tesitura, a la disparada y sin sentido, busqué en las páginas del periódico y ahí me fui, tomando los trenes de cercanía que entonces te aseguraban partida y llegada, aunque fuera de cualquier horario si había, debiendo calcular un margen de horas para llegar a tiempo. La gente a veces no se acuerda y piensa que antes era mejor, pero solo por eso, acostumbrados ahora a una exactitud más que germánica -aseguro- en el transporte público cuando normalmente funciona, se sorprenderían desagradados si volviera el regreso. Sucedió entonces, que lo único que me salió, en esas dos semanas de sudar el bochorno fue un oferta para montarme en un autobús a hacer propaganda de unos productos a jubilados mandados gratis de excursión para venderles esos artículos que contentos, mareados o embobados como les tenían, ellos picaban en su compra; o era de esperar que así fuera para que me valiera el haberme enrolado -me suena que ya lo conté-; pero no lo tomé.

*Sitúo al traductor y editor en  la gran manzana = Nueva York para proporcionar buenos paisajes a la filmación. Figúrese, Cambridge-Barcelona-NewYork, fotogénico variado trío, pero podrían perfectamente ubicarse en Seattle, Chicago o donde cuadrara de espectacular en el mundo urbano anglosajón de ultramar; así fuera Vancouver en Canadá, Sidney en Australia, etc

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