Junto a Parker's Peace - S.M. |
Tras larga espera, en el intervalo de una semana han venido a Cambridge mi madre con mis dos hermanas por una parte y Alison por la suya. Todo salió perfecto en ambas ocasiones, aunque ahora estoy tan agotada que ni siquiera podría escribir sobre ello.
Mi aplicación en el hostel es tan intensa que el día libre lo necesito absolutamente para quedarme sentada frente al ordenador sin mover un músculo. Si en lugar de ello me la paso de aquí para allá haciendo de guia turístico y con la emoción de los encuentros, a la postre hasta las neuronas se me quedan carbonizadas.
A lo que me ha llevado desempeñar una función tan abrillantadora es a que nadie me vea en otro posible papel. Eso sí, todos me quieren mucho, sobre todo en la cocina. Entre risa y risa no desaprovecho la ocasión de hacerle saber a Chris, el chef, lo buena cocinera que soy, pero de momento tengo que conformarme con cortarle, please darling, unas piñas en rodajas de tanto en tanto. El otro día tuve que verlo ante mis ojos instruyendo a un novato en los fogones en la fritura de unos huevos en tanto que mi experiencia y yo andábamos arrastrándonos por los suelos restregando en cuclillas patas de acero.
En todo caso, la cocina es mi lugar favorito. No huele a nada, no pasan por mis manos los grandes cacharros y estoy rodeada de gratos muchachos, además de que Chris me saca de ella para servir la comida caliente a los clientes que pasan por el autoservicio. A veces Daniel me acompaña en la labor, a veces Jamie. A Jamie y a mi se nos van los ojos tras la gente. La nuestra es una estupenda plaza de observación.
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