Monasterio de Montserrat - Catalunya |
Bastaba que alguien articulara el peluche a la entrada de algún gran almacén para empezar a despachar monitos con una facilidad pasmosa. Habíamos creado varios puntos de venta con chicas/os que hacían la demostración y nosotros nos dedicábamos a distribuirlos. Tanto me agradaba la entrada rápida de dinero que los domingos me iba por mi cuenta al rastro con un cargamento en una maleta y me paraba a venderlos en cualquier esquina. Igual que los del top-manta, pero sin fastidiar a ningún artista.
En cierta ocasión cruzaron por delante mío unos catalanes que por el acento que tenían debían de ser de un pueblo cercano al de mi origen; así que los llamé.
-¿Qué?, ¿les gusta esto?, les dije.
-¿Qué?, ¿les gusta esto?, les dije.
-¡Oh sí, mucho!, contestaron al darse la vuelta.
Acerté hasta el punto de que entre los matrimonios se hallaban los padres del mecánico más interesante y menos engrasado de los que trabajaban en el taller de mi casa cuando yo era niña.
Me contaron lo hecho y visto, aunque una de las mujeres acercándose a mi oreja sentenció a modo de despedida: "¡Ahora!.... ¡como aquello no hay nada!"(en nuestra particular lengua).
Me contaron lo hecho y visto, aunque una de las mujeres acercándose a mi oreja sentenció a modo de despedida: "¡Ahora!.... ¡como aquello no hay nada!"(en nuestra particular lengua).
Me hubiese gustado preguntarle si el "aquello" hacía referencia a la acequia de su huerto, al campanario de nuestra villa o al Monasterio Benedictino de Nuestra Señora de Montserrat.
Ni tiempo habrán tenido de deshacer el equipaje que ya habían dado con mi madre para hacerle saber que habían localizado a su hija en Madrid.
¡Serían peliculeros!.
Peliculeros y traicioneros los jubilados esos.... ¡en otra ocasión no les diré ni mu!.
¡Serían peliculeros!.
Peliculeros y traicioneros los jubilados esos.... ¡en otra ocasión no les diré ni mu!.
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