En 1983 Daniela, Catalina y yo fuimos enviadas por un año a Francia en misión especial para poner la primera pica de nuestro Movimiento en el área de Lyon. Contábamos, como Los Ángeles, con nuestro Charlie particular que nos comandaba desde el centro de operaciones en Barcelona. Desde ahí habíamos iniciado una campaña de expansión nacional que nos llevó a abrir delegaciones en Lleida, Zaragoza, Madrid y La Coruña, y cuyo éxito pretendíamos repetir a escala internacional.
Alquilamos nada más llegar un apartamento para vivir en el barrio de Villeurbanne y un local amplio para las reuniones en la Rue Garibaldi, no lejos del centro.
Catalina había sido alumna durante toda su infancia del Liceo Francés de Barcelona, así que era incuestionable su presencia allí. Daniela, que no conocía en los comienzos una palabra del idioma, llevaba en España sus propios negocios y era rápida y eficaz a la hora de resolver cuestiones prácticas. Y yo, que me las arreglaba bastante bien con el francés, tenía mucha energía y resolución en lo referente a difundir nuestra doctrina por doquier.
Nos llevábamos bien y formábamos un eficaz equipo.
Planificamos un encuentro semanal en el local e ideábamos acciones diarias de propaganda en la calle para tratar de llevar el máximo de gente a esa reunión; solíamos juntar a unas veinte personas entre los que venían por primera vez y los que repetían. Pronto tuvimos un incipiente núcleo de activistas del lioneses.
En cuanto el grupo fue creciendo ampliamos los horarios de reunión y dividimos los grupos por niveles.
La cosa iba progresando y cada día eramos más.
Ahora bien, si solo de números estuviésemos hablando, el éxito más arrasador nos llegó cuando montamos en el local la primera fiesta con la exclusiva intención de recaudar fondos; temimos que el local se nos viniese abajo por el peso de tanta concurrencia.
Fiesta de la Moqueta, así la anunciamos en los volantes. Queríamos costearnos con las ganancias un suelo nuevo para el local. A juzgar por los resultados, ese resultó ser un gancho muy atrayente. Los repartimos entre nuestros conocidos de la facultad, a la que asistíamos a clases de mañana; en las aulas , en el comedor y entre nuestros amigos de la cafetería.
Nunca antes un ligero esfuerzo nos había sido tan recompensado. Un simpatizante de la causa, técnico de sonido, se encargó de la música, otros dos nos ayudaron con las luces y apañabamos la bebida con unos botes de sirope mezclados con agua. Todavía no entiendo la clave del éxito de esos guateques; hubo una segunda y una tercera fiesta, sin que nada decayera.
Yo diría que en ese año casi nos hicimos famosas en Lyon. Cualquiera que se paseara entonces por el centro tenía que toparse a la fuerza con nosotras. Si llovía o hacía mucho frío mudábamos nuestro cuartel al centre commercial la Part-Dieu, allí se nos podía encontrar casi todas las tardes de invierno.
Andábamos en un Citroën 2cv del que teníamos que bajarnos a darle a la manivela cada vez que se calaba; nos turnábamos para darle vueltas frente al capó mientras una tercera accionaba la llave de contacto aguardando el milagro. Yo solo había visto algo así en antiguas comedias cinematográfica y los demás probablemente tampoco, a juzgar por la expectación que levantábamos. No creo que existiera otro modelo igual en toda Francia.
Hacia la mitad de nuestra estancia montamos un operativo de envergadura con el apoyo logístico de nuestros colegas catalanes. Junto a los lioneses que ya se habían integrado en nuestras actividades empapelamos la ciudad con carteles que anunciaban una conferencia pública y alquilamos para ello una sala de actos en un edificio público. Oradores: Daniela Peroni, Catalina Gomez y Susanna Morell. Creo que estábamos inspiradas por el dios de los locos, porque sino no me explico el atrevimiento. Nuestros amigos franceses nos ayudaron a pulir los discursos. No quedó mal y hasta llegamos a salir airosas del turno de ruegos y preguntas. Contábamos con la ventaja de que ni siquiera en español nos desviábamos nunca del guión preestablecido.
PD: Charlie era el detective privado de una exitosa serie de televisión norteamericana de los años setenta. Los Ángeles trabajaban para él y las comandaba a través de teléfono inalámbrico, un alarde de tecnología para ese momento. Las tres ex policias se lucían en escena, mientras que Charlie no apareció nunca en pantalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario