John Lennon & Mick Jagger |
Alex se apareció por la mañana con un ojo totalmente amoratado. Mientras llenabamos las bolsas de lona amarilla con sábanas limpias para subirlas a las habitaciones le pregunté mediante un gesto si había sido cuestión de puños, y así era. De Daniel no me hubiera extrañado, él más bien debe dar que recibir porque lo he visto varias veces con la mano averiada, pero de Alex no me lo esperaba, puede que por su aspecto angelical y sus modales suaves. Le dije que me alegraba saber que había otros chicos encantadores, aparte de los mios, que amanecian alguna vez en su vida con huellas pugilísticas en el rostro. Me causó gracia su pregunta: ¿Tus hijos son bad boys?. Yes, of course, le afirmé con mirada cómplice. Él también había recibido por salir en defensa de alguien y me felicitó por tener hijos que reaccionara como él ante la bravuconería de los demás.
Bad boy. Lo escuché por primera vez en España dos años atrás en boca de una clienta inglesa refiriéndose a su marido. Creí que se le había ocurrido a ella y me resultó muy tierna en su expresión. Ahí puede notarse que mi intromisión en el panorama anglosajón es de muy reciente cuño. Bad boy tiene una fácil traducción al español, chico malo, pero en el cambio se pierden las connotaciones amables que en inglés posee.
A ese matrimonio británico al que atendí poco antes del cierre de la última inmobiliaria en la que trabajé le debo el refuerzo de la pista de por dónde debería andar en mi futuro. Querían ver pisos de alquiler. Buscaban cuatro dormitorios, gran salón, terraza, ascensor, garage, piscina y entorno agradable. A la salida del primero que les mostré me invitaron a su apartamento. Lo hicieron para que me diera una idea de lo que andaban buscando, algo espectacular, pero también es cierto que nunca antes nadie me había abierto las puertas de su vivienda con tanta confianza, ofreciéndome además té, asiento y conversación. Charla en inglés, nada menos; yo no sabía nada, pero ellos tampoco español. Eran muy guapos y elegantes los dos, andarían por los setenta y algo. El había sido capitán de la marina mercante. Se dedicaban ahora a pintar cuadros y a navegar por afición tres meses al año en un velero por las islas griegas, además de viajar con frecuencia a Inglaterra para visitar a los hijos.
Seguí mostrándole pisos a ella. Hubiesemos podido ser amigas. Hablamos de intercambiar lecciones de idioma, pero se habrá encontrado la oficina clausurada si es que regresó. Su marido pasó por un cáncer que lo llevó hasta el borde de la muerte. Me dijo que lo salvó la atención medica recibida en el hospital de nuestra comarca por parte de un médico joven que se volcó en ellos y que ahora ella considera casi como a un hijo por haberle devuelto a su bad boy.
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