Christs Pieces - S.M. |
Estamos a veinticuatro de abril y es domingo de Pascua. Los huevos de chocolate escondidos en los jardines van a llegar derretidos a las manos de los niños que los encuentren. Llevamos semanas disfrutando de temperaturas cercanas a las de junio en el Mediterraneo y rastro cero de lluvias.
Los parques se han llenado de carne blanca expuesta al sol, casi roja en el cogote de los muchachos sin camiseta y en zonas de los pies recién liberadas de los zapatos cerrados; esa es al menos la que me llama la atención. Muslos, brazos y escotes de todo volumen dejados al aire por ligeros vestidos recién reencontrados en los armarios.
Traté de captar con la cámara la explosión floral en los árboles que se dio en cuestión de días. Al natural es precioso de ver, en foto, una tras otra, resulta un tanto empalagoso.
Traté de captar con la cámara la explosión floral en los árboles que se dio en cuestión de días. Al natural es precioso de ver, en foto, una tras otra, resulta un tanto empalagoso.
Ahora son las seis de la tarde, todas las puertas y ventanas de la casa están abiertas, escucho a los niños vecinos jugando afuera al balón. No anochecerá hasta las ocho y media. Bajaré a poner unas truchas al horno. Simón y yo volveremos a cenar en el jardín sin una brisa fresca que nos obligue a taparnos. Por contra mi marido y Lucas están en Barcelona envueltos en jerseys y viendo llover a través de los cristales.
Los ingleses que reservaron plaza en las costas españolas para tumbarse al sol durante la Semana Santa regresaran blanquitos y malhumorados a sus lugares de origen.
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