miércoles, 6 de abril de 2011

La cigarra y la hormiga


Pintura de David Hockney
Me satisface la versión abajo contada de la fábula de La Fontaine porque en ella la cigarra lleva las de ganar. Eso me alienta a seguir con estas narraciones, que de momento solo me aportan diversión. De todos modos no veo porque tal cosa tiene que estar reñida con hacerle caso a la hormiga en sus advertencias. De hecho  llevo  trece días seguidos trabajando con jornadas de hasta once horas y si ahora me es dado estar aquí es porque cuento con dos  libres para recuperarme.
Si mirando hacia los tiempos de Revolución Industrial nos aparece como tremenda la imagen de hombres, mujeres y niños acinados en tugurios junto a las fábricas para trabajar en ellas de sol a sol, en condiciones miserables y ninguna protección a cambio de una triste comida, a los parientes que nos desciendan tampoco les va a resultar muy halagüeña nuestra estampa de principios de siglo XXI, corriendo todo el día tras empleos no gratificantes para asegurarnos la subsistencia o, cuando más, un pasar semejante al de nuestros conocidos.
En un futuro las únicas hormigas que trabajarán incesantemente serán las robóticas, o las que sigan encontrándole el gusto al hecho en si de sentirse ocupadas. Las otras se pasarán en masa al campo de las cigarras dedicándose a cultivar sus aficiones sin que por ello tengan que llamar a la puerta de ninguna vecina a la llegada de la fría estación.

Versión chistosa de la fábula de la cigarra y la hormiga
En el buen tiempo la hormiga no para en el trasiego de acarrear granos hasta su morada con el fin de abastecerla  para cuando llegue el invierno. En tanto la cigarra no hace más que divertirse cantando y tocando la guitarra en el pub. A la primera helada la hormiga se mete en casa, a comer y a esperar a que la cigarra llame a su puerta para poder maltratarla. La cigarra no aparece. Pasan dos años. Ocupada como está la hormiga casi se olvida de su vecina. Un día divisa a lo lejos un fabuloso coche deportivo acercándose. Este se detiene a su lado y de él se apea la cigarra seguida de un acompañante, el arquitecto a cargo del proyecto de mansión que ella piensa levantar en ese preciso lugar. La hormiga no tiene de que preocuparse, su cubículo quedará bien resguardado entre el césped de la piscina que en ese punto irá enclavada.
La hormiga alucina. ¿Qué te pasó cigarra?, le pregunta.
Pues mira, le responde, estaba un día sentada en el pub con mi guitarra y va y entra un productor norteamericano que se había perdido en vacaciones por aquí y que justo se metió al pub y me pilló dándole los últimos arreglos a mi nuevo tema. Fue cosa de oírme y empezar a movilizarse con el teléfono.
De ahí en adelante no me ha ido tan mal. Recién va a salir mi segundo álbum de estudio. Acabo de terminar una gira que me ha llevado a recorrer cinco países del viejo continente y dos de América. La próxima semana parto hacia París para un concierto muy especial .......
¿De verdad te vas a París? le interrumpe la hormiga.
Si, claro, para qué te iba a engañar, le dice la cigarra.
Pues mira cigarra, te pido un favor. Tu que te has hecho tan famosa y que conocerás a tanta gente, si llegaras en París a encontrarte con La Fontaine ¿podrías decirle algo en nombre mio?
Si claro, como no, responde la cigarra.
Entonces, si lo vieras,  mándale este mensaje: "¡De parte de la hormiga laboriosa que se vayan él y sus moralejas a la recontraputa madre que los remilparió!".

(Por el tipo de  improperio diría yo que esta hormiga era de la especie Linepithema humile u hormiga argentina)

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