jueves, 28 de abril de 2011

Intoxicación

Barrio de Chesterton - S.M.
En los últimos tiempos de estar en España me sentía un tanto intoxicada. 
No tengo nada personal en contra del país, me hubiese sucedido lo mismo en cualquier otro que fuese el de mi origen. De hecho España está muy bien. Una supuesta ruta de un mes por toda su geografía tendría que dejar a la fuerza satisfecho a cualquier turista perceptivo por la variedad de ciudades hermosas, paisajes y personas.  Allí se goza como en cualquier otro sitio civilizado de las calles, de la familia y de los amigos. Se encuentran buenas materias primas  para elaborar ricos platos y tiene el sol como ventaja, si gusta el calorcito, con respecto a otros países europeos situados más al norte. También tiene de favorable que no está amenazada por los grandes fenómenos devastadores de   la naturaleza.
En España iba mucho al cine, leía, miraba videos, iba al gimnasio (echo de menos las sesiones de baile latino con Yolanda)  y tenía a mi gran familia cerca.
En el último año también viaje mucho por la península, incluído Portugal, acompañando a mi marido y a sus editores en los recorridos de promoción de su última novela.
Disfrutaba de la vida y de todo allí, pero quería alejarme. Algo me decía que tenía que hacerlo.
Cualquiera sabe que lo ingerido por la boca pasa de últimas a la corriente sanguínea y de ahí a transformarse en cuerpo y energía nuestro. Nada desaparece. Si  algo ya no está es porque se ha transformado en otra cosa.
Por eso me preguntaba qué pasaría con todas esas cosas que por no ser comestibles deberían de andar por ahí vagando, adentro mio, sin ver el momento de ser largada al exterior en forma de algo.

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