domingo, 7 de agosto de 2011

Muñecas japonesas

Óleo de George Grosz
Las novelas del futuro se escribirán para ser leídas, vistas, escuchadas, olidas y sentidas.
Podría existir un banco de sensaciones al que el novelista acudiera en busca de las más precisas para su narración, o crearlas el mismo si se diera maña.
A saber lo que nos aguarda.
Hablando de adelantos tecnológicos tengo que decir que mi marido está prendado de esas muñecas tan reales y tan hermosas que están fabricando los japoneses y que han venido a reemplazar a las antiguas hinchables, tan desgraciaditas las pobres frente a estas actuales competidoras. De tener mucho dinero nosotros nos compraríamos una, o dos, o tres, aunque hay algo que me tiene un poco preocupada.
¿No será que moriremos asfixiados bajo una montaña de entes corpóreos en caso de que se cumplan todos nuestros sueños y predicciones?. No es que esté pensando en todo un stock japonés, pero menuda pila de trastos juntaríamos entre lo nuevo y lo que ya tenemos.
Por eso yo le digo a mi marido. ¿No crees tu, cariño, que el futuro quedaría aligerado si lo nuevo que se generase tendiese a ser todo virtual? Para que íbamos a tener tres muñecas pudiendo contar con unos simples cablecitos bien implantados en nuestros cerebros que nos iban a proporcionar los mismos placeres e incluso más variados sin necesidad de que ningún robot tuviera luego que afanarse en dejarlas a ellas bien limpitas.
Los objetos materiales se estropean, se rompen, se llenan de polvo. Los robots puede que lleguen incluso a pelearse entre ellos, o que la tomen con nosotros, o a saber si a alguno no le da por enamorarse de una muñeca. Me agobio solo de pensarlo. En lo virtual, en cambio, apagas la luz y se acabó. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario