Jan Vermeer- The lacemaker |
Inicié una nueva campaña para buscar trabajo que no está dando fruto alguno. Quería repartir unos cuantos currículums por el área de cafés y restaurantes cercana al The Fitzwilliams Museum, dejar uno en la cafetería de este y de paso ver la exposición de pintura Vermeer's Women: Secrets and Silence. Le dije a mi marido si quería acompañarme.
Eran tres las mujeres que se exhibían brotadas de los pinceles del célebre holandés, razón por la cuál las demás debían de mostrarse tan sigilosas.
Como tenía que sacar copias nos dirigimos primero a la Central Library. Enchufé el pen-drive a un ordenador, elegí documento, cliqué impresión y mientras iba a por las hojas mi marido permaneció frente a la pantalla.
Eran tres las mujeres que se exhibían brotadas de los pinceles del célebre holandés, razón por la cuál las demás debían de mostrarse tan sigilosas.
Como tenía que sacar copias nos dirigimos primero a la Central Library. Enchufé el pen-drive a un ordenador, elegí documento, cliqué impresión y mientras iba a por las hojas mi marido permaneció frente a la pantalla.
-Cariño, me dijo al regresar, ya sabes que si tu me dices que no mire algo, no lo miro, pero me acaba de saltar a la vista el nombre de Berta Canals y he leído la carta.
-¡Pues vaya! eso era lo más fuerte. Si has leído eso ya puedes ver lo demás; de verdad que no me importa, puedes leer todo.
-¡Pero si es una carta de lo más inocente!.
-Pues claro, ¿que pensabas?, yo soy una inocente.
No se habló más.
Le enseñé algunas calles que no conocía. Nos sentamos a comer nuestros sandwichs bajo una tenue llovizna; no hacía frío ni viento. Fue un día calmo y perfecto.
No se habló más.
Le enseñé algunas calles que no conocía. Nos sentamos a comer nuestros sandwichs bajo una tenue llovizna; no hacía frío ni viento. Fue un día calmo y perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario