lunes, 9 de abril de 2012

Esteticién

Carmen Mir - Barcelona 1954
Mi tia Elvira en su juventud era una de las mujeres más guapas de la comarca. Me contaron que había gente de los alrededores que acudía al mercado semanal de nuestro pueblo a fin de verla pasar.
Supongo que contribuiría al éxito el hecho de que en las casas no había televisor y que mi padre la mandaba a las mejores modistas de Barcelona a hacerse vestidos en una época en que el pueblo llano no contaba con las cadenas de moda asequible.
Mi padre quería casarla bien; le controlaba la postura, las amistades y que saliera a la calle con zapatos de tacón.
Ella tuvo varios novios potentados, eso lo recuerdo. El que más nos gustaba era uno madrileño, dueño de una empresa de embutidos de marca popular, que llegaba a mi casa en un descapotable y se ponía a repartirnos juguetes y en la sobremesa nos grababa las voces con su novedoso grabador portátil.
Porque nosotros, los críos, habíamos nacido uno tras otro en la casa de ella, y a mi me gustaba tenerla cerca y encontrar confeti por el suelo de mi habitación a la mañana siguiente de que hubiera salido de fiesta.
Pero mi tía no se casaba y los tiempos empezaban a cambiar. Así que se fue a Madrid a estudiar estética y belleza y terminados los cursos se instaló en Barcelona para dar masajes a domicilio a las señoras de la alta sociedad, entre ellas, la mítica dama de mi carta.
Me gustaba en vacaciones ir a pasar algunos días con mi tía a la capital. Una vez nos encontramos por Las Ramblas al escritor Gabriel García Marquez con su mujer y nos paramos a saludar, porque también la tenía a ella de clienta.
De más crecida mi tía con su amiga Montse Martinez q.e.p.d. me llevaban a tomar algo a un bar de de niños bien que quedaba por el Turó Parc, "para que empieces a mirar" me decía Montse tan guapa como ella era.
Las dos juntas entraron un vez a una librería a preguntar si tenían algún libro de un escritor llamado Gabriel García Marquez y se quedaron gratamente sorprendidas de que la dependienta se sorprendiera de que no supieran de quién se trataba.

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