Café Rottenmeier - Tokio |
En recepción no llegaron a quererla tanto porque les agobiaban verla a su alrededor deambulando con sus aires de superiora.
¡¡Fiesta de la despedida de Terry!!", rotularon bien en grande Natacha y Jessy en un folio mientras se reían pícaramente.
Me quedé sorprendida de la cantidad de pubs que encontré por la zona de Mill Road, llenos y ambientados en un jueves de diario, mientras estaba a la búsqueda del pub perdido al que a último momento había decidido cambiar la directora.
Terry nos invitó a una ronda de bebidas. Podía estar contenta, estábamos casi todos. La directora propuso un brindis de chupito de melocotón que además de tragar tuve que pagar.
Terry nos invitó a una ronda de bebidas. Podía estar contenta, estábamos casi todos. La directora propuso un brindis de chupito de melocotón que además de tragar tuve que pagar.
Era imposible que Terry aguantara, ya lo predije al principio: "Tranquilos, que esta no va a durar".
Pero al fin resultó ser una mujer cálida y una aventurera digna de mi admiración.
Pero al fin resultó ser una mujer cálida y una aventurera digna de mi admiración.
Se casó joven. Tuvo tres hijos. Se separó. Se fue a Francia. Compró allí una casa en la costa norte. Montó en ella un hotelito al estilo inglés, un Bed&Breakfast que no le habrá funcionado. Lo cerró y regresó a su país. Ahora se mete en un empleo itinerante y menos estable dentro de la misma compañía con la ilusión de que la acerque al campo, a la playa y al aire libre. "A partir de cierta edad el tiempo corre más rápido y hay que darse prisa", me dijo.
Espero que sea lo que imagina y que le salga por el camino un hombre que le cuadre.
Espero que sea lo que imagina y que le salga por el camino un hombre que le cuadre.
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