jueves, 12 de julio de 2012

Kitzia y Felicia


Felicia nació en Santander, de padre traumatólogo con clínica propia de renombre en la ciudad pero con una hija, Felicia, a quién no pudo solucionar el problema de rodillas que desde temprana edad le aquejaba.
Tras dos operaciones fallidas en manos de otros médicos, finalmente fue ella sola guiada por una monitora de gimnasio quién consiguió que le molestaran mucho menos y andar mucho mejor a fuerza de reforzar los músculos de los alrededores con bastante ejercicio diario.
Con Felicia me daba por hablar de mi familia parental. Yo le contaba y ella me respondía con su parte correspondiente; avenencias, desavenencias, herencias, injusticias, dramas tipo culebrón y demás.
El padre de Felicia tenía  una amante, por ejemplo, que todavía debe de conservar, circunstancia que a mi amiga le pesaba como una losa que la hacía desconfiar porque se vino a enterar de jovencita de ese algo que era de dominio público en su ciudad, y por lo cual yo me atrevo a referirlo aquí.
Puede que sintiéramos a nuestras familias en algo similares por la cantidad de hermanos, o por nuestros padres, emprendedores y alejados de nosotras,  o por nuestras madres,  educadas y entregadas con ayuda a sus casas y a nuestro cuidado.
Nuestros hijos iban a la misma escuela pública, allí nos conocimos; luego Felicia cambió al suyo a un colegio privado francés dónde le enseñaron mejor, a juzgar por el cese instantáneo de quejas por parte de la madre.
Felicia había cursado la carrera de física y química pero terminó trabajando como informática en la empresa dónde conoció a su marido, un catalán, fanático y currante de los ordenadores, con el que hizo un intento de que creación de empresa y con el que se vino hacia nuestro pueblo de la costa al aceptar él un cargo en el parque de atracciones por estrenar de  PortAventura, en la costa catalana de Tarragona.
Ella contaba siempre que renunció a un trabajo de superwoman que le gustaba mucho, pero que ya la estaba agobiando porque su hijo había nacido, aún era casi un bebé, lo tenía aparcado poco menos que  todo el día entre guarderías y canguros, y la compañía le seguía exigiendo más. 
Ahora que le pienso, ¿no me contó también que ella montó con el marido el negocio que no les funcionó?.
En fin, qué importa, lo bueno es que ahora, con su hijo y los hijos de su marido crecidos, con su andar bastante recuperado, un trabajo en Barcelona en el despacho de otros ingleses ("a rey muerto, rey puesto" y mejorado), y algún que otro viaje o escapada, a Francia, sobre todo, que les gusta mucho, pues la noto  mejor que nunca.
Espero que también Kitzia esté bien y que  la lucha por la herencia que según Felicia está sosteniendo con la hija de un matrimonio anterior del marido no le afecte demasiado a los nervios. La aprecio y ya tuvo bastante con que su madre de pequeña se le fuera. Espero al menos que ahora haya recuperado la cercanía de su hijo. 

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