viernes, 25 de marzo de 2011

Côte brasserie

Magdalene Street - S.M.
Hay días en los que todo sale redondo y otros en los que mejor sería pasar rápido al siguiente para evitar un cúmulo  de desastres. 
Ayer amaneció con cielo despejado y temperaturas casi veraniegas. En el hostel me ofrecieron de improviso hacer el turno de cena. Lástima de no haber acarreado conmigo los bártulos de piscina para aprovechar la pausa. Sin embargo al  poco recibo un mensaje de Marian por si quería tomar café con ella. Como solo disponía de una hora quedamos en la cafetería del propio hostel. Para más tarde me cité con Simón en el centro.
Preparé dos tés y nos sentamos en una mesa del anexo acristalado del comedor, solas a esas horas, y a la luz de un magnífico sol. Marian tiene chispa, con ella  lo de menos es el intercambio idiomático.
Simón regresa a España a principios de Mayo, esa es una nueva, y quería comprarse algo de ropa antes de irse. Lo acompañé y luego me invitó a comer algo en su restaurant. Me presentó a algunos de sus compañeros y Jack,  un chico inglés que conozco, porque creció en nuestro pueblo con mis hijos y que se vino a Cambridge siguiendo los pasos de Lucas, nos preparó una ensalada de endivias extra especial que todavía estoy degustando.
Nada podía haber salido mejor, luego cogí la bicicleta y regresé al hostel.

jueves, 24 de marzo de 2011

Protección natural

A bigger Splash - David Hockney
Mi marido me ha contado que en las clases de inglés a las que asiste el profesor les ha proyectado un corto con una historia horrible en la que un padre guardagujas, o algo parecido, se encuentra en el trance de tener que elegir en cuestión de segundos entre salvar de la muerte a todo un vagón de pasajeros o salvar la vida de su propio hijo. Decide accionar la palanca en favor de los viajeros del tren, que encima son pocos y no muy de fiar, pero que ante la magnanimidad del gesto de su salvador se redimen para comenzar de nuevo adecuadamente. Y el niño, que era precioso y que quería mucho a su papá, se tuvo que ir a otro lado, a filmar otro corto si lo llamaban, porque en ese ya no tenía cabida.
Yo tengo clarísimo que es lo que hubiese hecho ante la disyuntiva.  La humanidad para mí es la que conozco.
Antes de venirme a Inglaterra, al igual que tanta gente solía acompañar el desayuno con las noticias de los diarios y sin ser una desalmanda el pan tostado con tomate y aceite que me preparaba me sentaba de maravilla en tanto me ponía al corriente de las adversidades ajenas.
Creo que estoy dotada como la mayoría de un mecanismo de protección natural que me impide sucumbir al dolor que no vea y sienta muy cerca de mi.
Que no sienta su dolor como en carne propia no significa que no esté con los que tienen motivos para sufrir; los suelo tener bastante presentes y eso me ayuda en muchos momentos, igual que me ayuda saber de gente que pareciera que la pasa muy bien.
Ahora mismo estoy con Japón. Ayer me acordaba con Jamie de un numeroso grupo de karatekas de esta nacionalidad que se alojo recientemente  en el hostel y que eran un encanto. Aunque por más que tenga presentes a los damnificados por el terremoto, el tsunami o la contaminación nuclear, lo que más me preocupa ahora, nos preocupa a todos en casa y mucho, es un serio problema de salud con el que acaba de toparse el sobrino o primo nuestro que estaba viviendo también en Cambridge.

viernes, 18 de marzo de 2011

Swimming Pools Cambridge

Parkside Swimming  Pool Cambridge
Cuando me propusieron en el hostel ayudar en la cocina a la hora de la cena, contemplé de inmediato la posibilidad de volver a nadar.
Hay dos piscinas municipales de veinticinco metros y cubiertas en Cambridge, la del complejo deportivo Abbey Pool, en el barrio del mismo nombre y la más céntrica, Parkside Swimming Pool, situada en el arranque de Mill Road, junto a Parker's Peace, o Parque de la Cruz, que en casa nombro así por la forma que imprimen en su gran cuadrado verde los dos senderos que lo atraviesan en diagonal. Hay otra piscina descubierta de noventa metros en el parque de Jesus Green abierta al público cinco meses al año.
Solo otro bicho anfibio podría comprenderme si dijera que noté a mis músculos vibrando de satisfacción por sentirse de nuevo accionando en el agua; se ve que sentían añoranza por las brazadas, las patadas y el alargamiento de la cintura y el cuerpo todo avanzando por una superficie líquida.
Había ido una vez a conocer la piscina del barrio de Abbey, solo por si acaso, ya  que me queda bastante a trasmano; allí saqué los carnet de Everyone Active para toda la familia, que sirven para poder utilizar los servicios deportivos del Council, algo así como los municipales en España.
En el intervalo de tres horas que se me hace entre el trabajo de la mañana y el de la tarde me alcanza para nadar, comerme el sandwich y ojear alguna revista en el salón social del hostel;  la piscina queda de allí a escasos minutos en bicicleta.

lunes, 14 de marzo de 2011

Vida convencional


S.M.

Nunca he asistido a una actuación musical multitudinaria. Lo más que se le asemejó fue una vez que Alison nos arrastró, a otra amiga y a mi, hasta Barcelona para ver a su compatriota Phil Collins en directo. Eramos tres madres saliendo de marcha. Nuestros hijitos al cuidado de sus respectivos papás. Hubiese podido ser el arranque de una película de aventuras lights y aptas para todos los públicos. Ni siquiera nos fumamos un cigarrillo o nos tomamos una copa. Del coche al concierto y del concierto a casa. El cantante no hizo lleno en esa ocasión, ni mucho menos, y a mi  me entró una especie de gran congoja, aunque nadie lo notara.
Siempre me suceden cosas alrededor de los escenarios. No me veía a mi misma ahí abajo, de pie, jaleando al artista a imitación de lo que hacían todos a mi alrededor. Me sentí muy convencional, todo convencional, por más que mi vida  me lo desmintiese a diario. Contemplando a la distancia el entarimado por encima de un mar de cabezas, anhelé con fuerza cambiar mi posición.
 La idea de llevar la misma vida de casi todo el mundo no es en si misma desagradable, salvo que caiga de repente sobre ti en forma de lluvia embarrada.  Como motivo de representación puede resultar incluso estimulante. Por esa misma época yo la tomaba a veces así a la hora de salir con mis niños a algún lado. Los engalanaba a ellos y a mi misma y me ponía en el dedo anular la alianza de mi abuela.Me divertía notar como la gente  imaginaba la buena vida burguesa en la que estábamos instalados.
Vidas normales las hay de muchos tipos, pero a mi  siempre me dio por ponerme en el papel de las de alto standing, igual que las pintadas en los anuncios de las inmobiliarias. Aunque que ni pensé en intercambiar anillos el día que me casé , en el fondo seguiré siendo siempre una mujer de provincias.

sábado, 12 de marzo de 2011

Full-time job


Pintura Miquel Barceló
Simón regresó hoy de Barcelona. Pasó la semana de Carnaval en nuestro pueblo, al igual que Lucas, y luego se fue a visitar a la abuela y  a la familia. Ahora lo tengo todo el tiempo detrás pretendiendo darme envidia  al enumerar todo lo rico que comió: que si gambas, que si cigalas, que si caragols a la llauna, que si cabrito. Todo buenísimo, como suele ser la comida en las mesas de mi casa, aunque a estas distancias se me hace raro enumerar a tanto animal junto. Alguien me comentó que a los ingleses no les gusta ver en el supermercado la forma entera del bicho, ni ninguna parte que les muestre a las claras de qué se están alimentando. Pero quién sabe.
Simón tuvo la suerte de coincidir con los primos de su edad que están estudiando en Barcelona, así que un día celebraron la llegada de todos ellos, y en otro, el cumpleaños del hijo menor de mi hermana Clara.

Menudas ganas tiene ahora de volver al restaurant a lavar vajilla y a fregar cacharros. El trabajo de kitchen porter es machacador y no sirve para aprender una pizca de inglés.
Supone todo un desafío arreglárselas en Cambridge para vivir y estudiar la lengua sin estar algo provisto y sin dominar el idioma o tener alguna especialización que se precise.
En restauración u hostelería hay que bailar al ritmo de la empresa. Muchos empleos son aquí a tiempo parcial, si uno puede permitírselo esa es la mejor opción para poderse organizar la vida y tomar clases de inglés. Si no es el caso, con viveza y suerte se consiguen trabajos a tiempo completo, de jornadas maratonianas, turnos partidos por pausas de varias horas u  horarios en extremo cambiantes, con resultados mortales para el cuerpo, como en un continuo jet lag sin viajes transoceánicos de por medio.
Con todo y lo anterior, lo digo sin sarcasmo, Cambridge vale muchísimo la pena.
El salario recibido da como para alquilar una habitación individual, no más que habitable, en una vivienda compartida, comer en casa, mantener una bicicleta, ahorrar para visitar a la familia o las vacaciones, pagar la cuota del gimnasio y tomarse unas copas el lunes por la noche; quizá no alcance para que las dos últimas  posibilidades sean compatibles.

viernes, 11 de marzo de 2011

Escenarios


Els Pastorets de Calaf
Hará un mes acudí en Coventry a un encuentro que organizó la dirección general de los hosteles HNA a fin de adoctrinar a su plantilla. Tras arduos alegatos por parte de los cuadros directivos  nos amenizaron la jornada con la actuación de un numeroso grupo de niños y niñas de rasgos indúes que bailaron para nosotros todo un repertorio de coreografías, mezcla de baile moderno con danza tradicional india. Iban todos muy guapos vestidos de raso de vivos colores.  Me gustaba mirarles las caras. Se sabían contemplados y cada cual estaba poniendo sobre el escenario toda la energía y la gracia que le estaba disponible.
Yo también me subí de niña a los escenarios.
Mientras tuve la edad adecuada me elegían indefectiblemente en el pueblo para representar a María allá donde una Virgen necesitaran, así que destaqué por un tiempo como estatua viviente en la obra teatral navideña catalana de Els Pastorets o paseándome al frente de procesiones varias.
Este éxito tuvo su contraparte.
En mi pueblo acontecía también un festival de música en play-back que anhelaba cada año para saber a que cantante tendría que prestarle figura. Los que decidían quién tenía que interpretar a quién nunca satisfacieron mis expectativas. Su visión no les alcanzaba para dar a la Madre de Dios un vuelco de ciento ochenta grados en  su papel. Tampoco yo daba remota señal.
Mis pasos en dirección a los escenarios acabaron de desviarse cuando en mi afán por emular a mis artistas favoritas, pasaba más tiempo decorando los altavoces de mano que me fabricaba para las actuaciones que ensayando los números musicales.
Desde luego que en mi no se ha perdido a una cantante. En la última actuación que recuerdo en la terraza de mi casa, me largué del escenario ante las quejas de los concurrentes por no hacer más que recomenzar una canción de Julio Iglesias que llevaba muy preparada , mientras que los niñatos de mi  familia se alzaban con la palma a base de improvisación. Me encerré en mi habitación; me daba mucha rabia por mi misma, por ser tan perfeccionista.
¿Por qué me metí en una secta a los veinte años?
Aunque nunca me he parado a darle vueltas a la cuestión , bajo el prisma que aquí me ocupa diría que fue por haber vislumbrado la posibilidad de mi regreso a las tablas.
Yo era hasta ese entonces una estudiante ejemplar que repartía monocordemente su tiempo entre las clases, la biblioteca y la piscina. Plantarme en una tarima en mitad de una rambla a arengar a los paseantes, o salir de noche en comando a empapelar Barcelona de carteles, para terminar de madrugada en pandilla comiéndonos unos pulpitos encebollados en un bar de mercado, suponía para mi una especie de actuación. 

miércoles, 9 de marzo de 2011

Películas


Il viaggio di Capitan Fracassa

Me gustan los escenarios. Aunque no los he tenido cerca, por alguna extraña razón me siento íntimamente ligada a ellos. No en balde tres de las películas que más me han impactado en la vida llevaban la escena incorporada a su argumento.
Treinta años pasaron desde All that Jazz, del director Bob Fosse, ¡el mismo que dirigió Cabaret!. Los números musicales eran muy poderosos, lo mismo que  el actor Roy Scheider en la piel de un exitoso coreógrafo, supuesto álter ego del director,  aferrándose frenéticamente a la vida a golpe de espectáculo, en tanto que la muerte, corporizada en una Jessica Lange fantasmagórica,  lo asediaba.
Veinte hace de la película del director italiano Ettore Ecola, El viaje del Capitán Fracassa, que en una ambientación brumosa y teatral le seguía la pista al carromato destartalado de una  troupe de cómicos ambulantes y a sus vidas, pueblo a pueblo por la Francia tenebrosa de fines de siglo XVIII. La vi con mi marido en un desaparecido cine del Paseo de Gracia barcelonés y lo recuerdo además porque eché a perder en un mar de lágrimas el vestido de hilo que llevaba puesto y que me encantaba.
Hace algo más de diez vi Dioses y Monstruos, del director Bill Condon. Me costó respirar de  principio a fin. El realizador James Whale, quién dirigiera en los años treinta la película El doctor Frankenstein  se enfrenta en este film a su vejez y a su final.  Es hermosa la relación narrada entre él, interpretado por el actor Ian Mc Kellen, y su nuevo jardinero, por el actor Brendan Fraser.
Nombro únicamente aquí de pasada a la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, porque supongo que ya surgirá la ocasión de volver sobre ella más adelante.

sábado, 5 de marzo de 2011

Robbie Williams


Dibujo de Egon Schiele
Le pregunté a mi peluquero inglés en Barcelona qué opinión le merecía Robbie Williams y resultó ser  que quién me peina hoy era en los noventa el que componía los pelos a los muchachos de la banda Take That de la que Robbie Williams formaba parte y a la que ha regresado en el dosmildiez tras quince años de separación.
Yo acabo de enterarme de su existencia. Llevo días absorta contemplando sus videos. Menudas multitudes las de sus conciertos, ¡cuatrocientas mil personas concentradas en Knebworth en el 2003!.
Antes no había reparado en él, aunque estoy reconociendo todas sus canciones e incluso había sumado  repetidamente mi voz a la de la actriz Nicole Kidman y a la suya, para entonar juntos Something stupid.
Tiene una cara rara el tío y unos movimientos que parecieran desarticulados sin serlo en absoluto.  Uno no sabe si amarlo o detestarlo. Me quedé pegada a sus videoclips y decidí. Es como un fenómeno desbocado de la naturaleza; a la fuerza tuvo que emprender ese hombre un camino en solitario; no se me ocurre de qué manera podría haber dado rienda suelta a sus excesos sino.
He escuchado que él no es el compositor de sus canciones, pero no lo creo, llevan todas un sello muy marcado y se ajustan como una segunda piel a su persona.
De su vuelta a Take That lo único que he visto es un video convencional en el que se lo ve junto a Gary Barlow, su compañero de grupo, interpretando Shame; sin estar ambientado en el medio oeste me ha recordado a la película norteamericana sobre vaqueros  Brokeback mountain protagonizada por Jake Gyllenhaal y Heath Ledger, aunque de esta solo haya visto el trailer.
Ahora que lo conozco me sale por todos lados, también en la revista Hello lo he visto en la  portada en el día de su boda posando junto a su radiante y blanca novia.
Espero que entre tanta divagación sus canciones le  aporten almenos a mi inglés una tanda de vocabulario.

jueves, 3 de marzo de 2011

Tren de Cambridge a Stansted Airport

Clarendon Street - S.M.
Acabo de regresar de Barcelona.
Para ir de Cambridge a Stansted Airport y viceversa lo mejor es tomarse el tren. El billete de ida y vuelta, con el retorno abierto, cuesta 12.80 libras, casi lo mismo que el de ida solo. El trayecto dura media hora. Los andenes de la estación quedan dos plantas por debajo del nivel de salida a la calle del aeropuerto.
Llegué de noche a mi casa de la costa catalana. Todo estaba en orden allí. Me refiero a que no había acontecido ninguna catástrofe doméstica, o robo alguno. El jardín lucía bonito a la luz que dispensan los tres plafones del alero de la entrada. Adentro hacía frío y olía a humedad. Prendí una estufa de gas butano en el salón y puse a funcionar un radiador de aceite en mi dormitorio. No conseguí conectar el pequeño ordenador que llevaba conmigo al Wifi de la casa.
Miré todo a mi alrededor; me resultaba extraño. Tantos años dedicados a que el lugar no se viniera abajo y en nada se notaba mi aplicación.
Alguna tarea tendría que haber acometido a fin de que las telarañas no se vayan apoderando de la casa, pero como no sabía por dónde comenzar dejé las cosas como estaban y me acosté temprano.
A la mañana siguiente hice los trámites que tenía que hacer y a la tarde me fui hacia el pueblo de mi infancia, a pasar tres días con mi madre y toda la gran familia. De camino hacia allí, en la autopista, notaba cierta extrañeza corporal cada vez que tenía que maniobrar hacia la izquierda para adelantar a otro vehículo.
El domingo organizaron una calçotada para celebrar el cumpleaños de uno de mis hermanos y mi visita. Nada menos que trescientos calçots asaron para la ocasión, cebollas tiernas a la brasa, que cada uno va pelando y sumergiendo en una rica salsa colorada antes de llevárselos a la boca; también costillas de cordero, salchichas y morcillas. Como no podía dejar de ser mi mamá se lució con su excelente repostería.
El sábado también nos juntamos unos cuantos a comer en un restaurant invitados por la tia Elvira.
Esa misma mañana había ido caminando con mi tia Maria hasta el cementerio. Allí estuvimos; colocando ramas de olivo junto a las lápidas de nuestros muertos.
Mi hijo Lucas estaba abriendo el portón de casa cuando yo aparecí con el coche de regreso del pueblo. Acababa de llegar de Cambridge.
La sorpresa me la había dado unos días antes cuando me comunicó por Skipe que se iba a vivir a Madrid. Ya tenía incluso los billetes comprados. Haría escala en Barcelona para pasar la semana de Carnaval en nuestro pueblo.
No le gustó nada a mi hijo la cara que puse al enterarme de la noticia, pero que le vamos a hacer, soy de reacciones lentas y preciso de unas horas para adaptarme a las nuevas situaciones. 
A la mañana siguiente lo llamé para desearle la mejor suerte. Ya me gusta que sea un chico decidido y que si le ha surgido una buena oportunidad la aproveche. No se va a quedar toda la vida sirviendo cafés.Su reciente ascenso a jefe de turno en el Caffè Nero  no le ha frenado ante la posibilidad de iniciarse en Madrid en un terreno laboral por completo diferente. Espero que la idea, que no ha abandonado, de ir rotando por diferentes países, le sirva de acicate para continuar con el inglés.
He pasado unas horas buenas con él. Luego me ha acompañado hasta el aeropuerto del Prat y me ha dejado en las puertas de la terminal C. Poco antes de bajarme del coche me ha dado un golpe de nostalgia anticipada. Lo veía tan guapo, ahí, a mi lado, atento al volante.
Lo cierto es que en Cambridge cada uno hacía su vida.  Nos comunicábamos por Skipe y nos bastaba con sabernos bien. Igual que va a ser ahora, podría pensarse, pero no. Ahora ya no habrá quién me convide a un capuchino en el Caffè Nero, el día que me apetezca tomarme uno allí.