lunes, 14 de marzo de 2011

Vida convencional


S.M.

Nunca he asistido a una actuación musical multitudinaria. Lo más que se le asemejó fue una vez que Alison nos arrastró, a otra amiga y a mi, hasta Barcelona para ver a su compatriota Phil Collins en directo. Eramos tres madres saliendo de marcha. Nuestros hijitos al cuidado de sus respectivos papás. Hubiese podido ser el arranque de una película de aventuras lights y aptas para todos los públicos. Ni siquiera nos fumamos un cigarrillo o nos tomamos una copa. Del coche al concierto y del concierto a casa. El cantante no hizo lleno en esa ocasión, ni mucho menos, y a mi  me entró una especie de gran congoja, aunque nadie lo notara.
Siempre me suceden cosas alrededor de los escenarios. No me veía a mi misma ahí abajo, de pie, jaleando al artista a imitación de lo que hacían todos a mi alrededor. Me sentí muy convencional, todo convencional, por más que mi vida  me lo desmintiese a diario. Contemplando a la distancia el entarimado por encima de un mar de cabezas, anhelé con fuerza cambiar mi posición.
 La idea de llevar la misma vida de casi todo el mundo no es en si misma desagradable, salvo que caiga de repente sobre ti en forma de lluvia embarrada.  Como motivo de representación puede resultar incluso estimulante. Por esa misma época yo la tomaba a veces así a la hora de salir con mis niños a algún lado. Los engalanaba a ellos y a mi misma y me ponía en el dedo anular la alianza de mi abuela.Me divertía notar como la gente  imaginaba la buena vida burguesa en la que estábamos instalados.
Vidas normales las hay de muchos tipos, pero a mi  siempre me dio por ponerme en el papel de las de alto standing, igual que las pintadas en los anuncios de las inmobiliarias. Aunque que ni pensé en intercambiar anillos el día que me casé , en el fondo seguiré siendo siempre una mujer de provincias.

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