Desde que me operaron de cataratas hace unos años mi visión nocturna quedó algo distorsionada con respecto a lo que veía antes. Creo que es por eso que en verano le temía tanto al invierno que estaba por llegar y me desvelaba en la cama de mi recién alquilada habitación imaginándo el frío atroz y la total oscuridad que reinarían en las calles cuando tuviera que salir con mi bicicleta a trabajar desde esa, mi nueva casa, tan terriblemente alejada del centro; luego me venía a la cabeza el contrato de tres meses que había firmado y se me pasaban los nervios de golpe; desde luego que no me iba a pillar el invierno en ese lugar.
Ahora pedaleo de noche y como si nada por lugares apenas iluminados, con las calles convertidas en pistas de hielo y cruzando insospechadas zonas del extrarradio sin un alma a la vista. Todavía es noviembre y estamos viviendo un temporal de frío y nieve puramente invernal; a las cuatro y media de la tarde ya está anocheciendo. De cinco a siete tengo un trabajo de limpiadora en unas oficinas situadas en el Cambridge Science Park, un polígono al norte de la ciudad, próximo a la intersección de Milton Road con la autovía A14.
No fue fácil al principio. Andaba ya bastante segura cuando volví a resbalar en otro bordillo mojado,de milagro caí de pie, pero fue traumático; la bicicleta rodó sola hasta no se cuantos metros más allá.
Al final de Milton Road los vehículos circulaban a mi lado casi rozándome y rogaba al cielo por no morir aplastada como una cucaracha. En la oscuridad del polígono la cosa no mejoraba; si el coche que se estaba acercando no advertía mi presencia, ya me podía despedir, pensaba.
Los ciclistas, para ser vistos, adosamos a nuestras bicicletas unas luces de lets intermitentes de quita y pon que funcionan a pilas. Sirven para que te vean, pero no te iluminan el camino.
Newmarket Road - S.M. |
Ahora pedaleo de noche y como si nada por lugares apenas iluminados, con las calles convertidas en pistas de hielo y cruzando insospechadas zonas del extrarradio sin un alma a la vista. Todavía es noviembre y estamos viviendo un temporal de frío y nieve puramente invernal; a las cuatro y media de la tarde ya está anocheciendo. De cinco a siete tengo un trabajo de limpiadora en unas oficinas situadas en el Cambridge Science Park, un polígono al norte de la ciudad, próximo a la intersección de Milton Road con la autovía A14.
No fue fácil al principio. Andaba ya bastante segura cuando volví a resbalar en otro bordillo mojado,de milagro caí de pie, pero fue traumático; la bicicleta rodó sola hasta no se cuantos metros más allá.
Al final de Milton Road los vehículos circulaban a mi lado casi rozándome y rogaba al cielo por no morir aplastada como una cucaracha. En la oscuridad del polígono la cosa no mejoraba; si el coche que se estaba acercando no advertía mi presencia, ya me podía despedir, pensaba.
Los ciclistas, para ser vistos, adosamos a nuestras bicicletas unas luces de lets intermitentes de quita y pon que funcionan a pilas. Sirven para que te vean, pero no te iluminan el camino.
Al mes descubrí un sendero que mejoró mucho las cosas. En apariencia es una ruta más larga y complicada, pero en la práctica me aleja de los riesgos y llego antes.
Excepto ayer.
Yo pedaleaba por una acera de King's Hedges Road en dirección al Cambridge Regional College cuando delante mio y a mi derecha, vi que un coche se salía de la calzada principal y se empotraba contra la parte trasera de otro auto aparcado en el lateral. Pensé que habría resbalado con el hielo, me detuve un momento a mirar si el conductor había salido ileso. De repente este hizo rugir el motor de su auto y embistió de nuevo al coche que había chocado arrastrándolo metros y metros hacia adelante. Me puse a pedalear sin mirar hacia el costado tratando de alejarme del desastre que se avecinaba. Escuché un estruendo de chapas retorciéndose, y a continuación otro. Yo seguía pedaleando con fuerza; me gustan las películas de acción, pero en esa no quería participar. Nunca hubiera pensado que un solo coche pudiera arramblar con tanto. Desde luego que ese tío iría muy cargado; de droga, de alcohol, de ira; quién sabe, puede que de todo junto.
Crash - Cronenberg |
A la vuelta miré de reojo y sin acercarme demasiado los coches dañados, no fuera que el maleante estuviera todavía por ahí; vi que dos de ellos tenían el capó salido de su quicio. Menuda sorpresa les esperaba a sus dueños a la mañana siguiente. Vaya jugarreta del azar.