lunes, 22 de noviembre de 2010

La gente

Está muy guapa la gente montada en bicicleta. No hay uno solo que no tenga su gracia. Los miro de espaldas delante mío esperando que se abra la luz verde del semáforo, observo las vestimentas y sus diferentes estilos personales. Les miro las caras y su aire cuando vienen de frente y pasan a mi lado en sentido contrario. Me gustaría fotografiarlos tal como los estoy viendo, de uno en uno o en manadas, y captar además los colores de las diferentes escenas.
Mientras aparcaba la bicicleta en el jardincito del hostel pensaba que el día que no tenga que hacer esta ruta matinal  la voy a echar de menos.
Iba a abrir la puerta del jardín que da al salón social cuando un hombre de unos sesenta años y rasgos orientales me ha franqueado la entrada. He notado que tenía ganas de charlar; su mujer se ha sumado a la conversación. Entre los dos me han conducido hasta el tema que les interesaba, mi bicicleta. Me habrán visto por la ventana echándole el candado. Les he dicho que estaba muy satisfecha con ella y que el primer dia que la monté tuve la sensación de andar subida en una nube. Sus ojos expectantes se han llenado de orgullo. Sin hacerme una pregunta directa han conseguido la respuesta que buscaban. Sí, me han dicho, es una muy buena compañía de Taiwán, tiene delegaciones en casi todos los paises del mundo, y han seguido hablando sobre el tema.
La gente es parecida en todos lados; no es dificil adivinar de dónde era ellos.
Por cierto, mi vieja Universal la está usando ahora mi hijo Simón.

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