Calculo que es normal que me sienta algo cansada. No imaginé al sacar los pasajes a España lo a punto que me vendría ese viaje. Cuando regrese recuperada tendré que ponerme en campaña para encontrar otro trabajo que me permita abandonar este hostel que ya ha empezado a pertenecer a mi pasado.
En cuanto a lo que me dije acerca de una película futura, ya tengo a la actriz que podría interpretar mi papel en la pantalla. Ella no guarda conmigo la más mínima semejanza física, pero leí que dijo que podría subsistir y contenta a base de un buen pan regado en aceite de oliva. La prensa es engañosa, mas si eso es cierto, me basta como indicador de que la chica pudiera captarme. ¡Justo lo que yo me llevaría a una isla desierta!, si a eso pudiéramos añadirle unos tomates, unas olivas aliñadas, unas finas lonchas de sabroso jamón curado, y puede que algún queso, a ser posible de cabra, pues ya podríamos ir tirando las dos y hasta repasar el guión bajo alguna palmera, a la espera de ser rescatadas, y por supuesto agua, para ir hidratando, aunque por mi parte tampoco es que dejara tan abajo en la lista a una botella de buen tinto que descorchar a la caída de la tarde con todo el equipo de producción.
Siguiendo con el juego de las representaciones podría incluso existir una tercera actriz que interpretase en otro filme a esta segunda, la de la isla en los pasos previos a hacer de mi; de mi que a mi vez estoy prestando cuerpo a esa niña, a esa joven, o a esa mujer adulta que desde siempre a través del espejo me han ido dictando la actuación.
Siguiendo con el juego de las representaciones podría incluso existir una tercera actriz que interpretase en otro filme a esta segunda, la de la isla en los pasos previos a hacer de mi; de mi que a mi vez estoy prestando cuerpo a esa niña, a esa joven, o a esa mujer adulta que desde siempre a través del espejo me han ido dictando la actuación.
¡Tómate la sopa y deja de mirarte!, me decía mi padre de pequeña. ¿Estaría él intuyendo algo?. Me parece difícil, pero no le encuentro otra explicación. Sentada a la mesa su enfado me sacaba del embobamiento. ¿Qué quería el hombre, si yo no tenía más que ladear la cabeza?. Él me amenazaba con empapelar el trozo de pared espejada al que mi vista se dirigía de continuo. Es raro que justo eso le molestara tanto, si por lo demás él nunca se enfadaba conmigo, ni se alegraba, ni me reñía, ni me abrazaba, ni nada de nada.
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