domingo, 4 de noviembre de 2012

Paraíso animalístico

The parent trap
Los ratones reconocen y esquivan el cebo por más que lo coloque con guantes y recubra de queso gruyere. Mi hijo Simón opina que deberíamos ponerles trampas, para salvaguardar la salud del perro, que según le dijo la veterinaria si hallaran tieso a algún ratón menos listo, eso también podría resultar fatal para él.
-¿Trampas?, ¿todavía existen?, ¡que grima encontrármelos ahí metidos?.
-Pues habría que preguntarles a ellos, igual les resulta más rápido y menos doloroso.
-¡Ay!, calla hijo.
Entre tanto ellos rondando a sus anchas por la propiedad.

El perro es muy simpático, la verdad, pero está visto que el nuestro no es el paraíso de la placidez animalística.
Simón pretendía que sostuviéramos una charla acerca de su joven compañero, un tema en el que yo no quería entrar, pero como forzó la conversación le dije lo que pensaba, que era muy bonito tener un animal y seguro a él le había venido de maravilla, pero que pensando en nuestra vida práctica a futuro suponía un quebradero de cabeza. ¿Acaso pensaba el quedarse instalado en el nido paterno en los sucesivos quince años?, ¿acaso no estaba ya casi todo el tiempo afuera?, ¿quién se lo iba a cuidar?, porque si, como era de desear, la empresa en la que ahora estaba metido tiraba hacia adelante, iba a estar cada vez más ocupado si cabe, y si al acabar se iba a practicar deporte, pues todos encantados, pero ¿y el perro?, y siguiendo con la versión más favorable, ¿qué pasaría si en algún momento se nos diera a todos por poder viajar?..
-Me lo llevaré, el otro día vi a uno viajando en el tren metido en una especie de caja-jaula.
-Ha crecido ¿eh?, tiene más pinta de pastor alemán que de la pequeña especie de labrador que decías.
-Simón me salió entonces con el planteo de que con el nivel de desarrollo que yo hubiese podido alcanzar de no haberlos tenido a ellos, a mis dos varones, estaría ahora en una situación mucho más favorable. Imagínatelo, me dijo, en veintitrés años, y sin embargo, aún sabiéndolo, ¿hubieras dejado de tenernos?.
- Yo lo único que te digo hijo es que no entraba en mis planes estar todo el día pendiente de tu amado chucho.

Entre tanto el aludido nos miraba desde una esquina con la cara y pose que adopta cuando sabe que algo ha hecho mal. Estábamos todos un tanto alterados porque ya iba la tercera vez que el señor se escapaba de casa. 
-¿Tu crees Simón que es de mi agrado volver a verle la cara a la policía local?.
-Pero si he ido yo a recogerlo.
-Da lo mismo, yo llamé, yo tuve que ocuparme,  bastante tuve con ese tipo de historias. Además, tu te vas, lo dejas, y ya nos tienes a tu padre y a mí todo el santo día dominados por el tema del perro, ¿tengo o no tengo razón, hijo?.

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