martes, 23 de julio de 2013

Casualidades de la vida

Bichito entre bichitos - S.Morell
Yo no sé que voy a hacer cuando la rusa o el ruso me abandonen, porque ahora uno de los dos, o los dos, o el oso de habla española, me están mirando a diario, y la estadística va para arriba y mis ánimos también, pero algún día se van a cansar, o se les va a acabar la lectura, y entonces yo me voy a quedar con la imaginación fundida, en el sentido de lo que pueda estar sucediendo por allá. Porque vale que me siento muy contenta, con solo un alma que mire, pero me gustaría que fueran más y que el chorro siguiera fluyendo, aunque a un tiempo sospeche que alguien me esté gastando una broma, o que un lío en el contador haga que se me muestre como venida de Rusia una tenaz conexión inexistente. 
Estoy divertida y exaltada porque me resulta sorprendente que un ruso me lea, ahora bien, si este tuviera un vecino o amigo que también lo hiciera, sería más extraordinario todavía, y si contaran ellos con una agenda repleta de posibles contactos hablantes del español e interesados en esto, entonces estaríamos frente a un fenómeno de la casualidad, y si encima alguno de ellos tomara como propia la labor de publicitarme, habríamos entrado de lleno en el terreno de la coincidencia más absoluta.
Mas las casualidades de la vida son muchas, desde las pequeñas hasta las enormes. Algunas nos benefician y otras nos fastidian; a ambas las podemos aprovechar, salvo que sus tremendos efectos nos resulten devastadores; bien que las más de ellas nos son neutras, proporcionándonos sorpresa, y muchas veces gozo, por haber saltado frente a nuestra mirada ese chispazo de conexión imprevista.
A todos nos sucede.

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