miércoles, 24 de julio de 2013

Tiempo de hazañas I

La libertad guiando al pueblo
Delacroix
Las cantantes, actrices y bailarinas eran desde luego mi inspiración de chiquita, como supongo le sucede a la mayoría de niñas en este planeta, aunque en lo hondo de mis divagaciones creo que prefería destacar por alguna otra hazaña.
Era potente la idea de la madre fundadora del colegio de monjas al que asistía, una viuda con cuatro hijos a quien una vez muerto el marido se le ocurrió crear una congregación; pero a mi me gustaba en su vertiente de niña, página tras página de un libro ilustrado mostrando hechos significativos de los que hacía, cada día consiguiendo algo brillante, propio de ser contado con admiración a los escolares de las siguientes generaciones y de constar en lo que yo miraba y remiraba buscando la clave de llegar a ser tan especial como ella.
Un día Joaquina, que así se llamaba, se ensució sin querer el vestido, que lo llevaba tan limpio y recién planchado, y a resultas del manchón quedó muy compungida por el trabajo que le iba a dar a su mamá, y decidió lavarlo ella sola antes de presentarse en casa; sin sacárselo, por supuesto, porque lo hizo al aire libre y rodeada de pajaritos, y de tan buena y considerada como había sido, al exponer el trozo de tela mojada al cielo, unos angelitos le enviaron unos rayos que se lo dejaron a la de nada como si lo hubiera metido en una centrifugadora secadora por unos minutos a máxima revolución. 
Quise imitarla, no por seguirla en todo igual, pero que a lo mejor hacer algo como ella me daba la pista, y tuve el gran problema de que yo era tan pulida que ni por casualidad se me caía algo encima y por más que jugara en la tierra o a lo que fuere, siempre regresaba a casa tan inmaculada como había salido, y pensé en echarme la mancha adrede, que si un pinchazo y de sangre, que si de tinta pero haber cómo la sacaba luego, y cada sustancia revestía su dificultad, e igual calculé que de esa manera no valdría. 
Hay que ver que entonces no corrían tantas películas de heroínas laicas como haya ahora, o si las había no llegaban hasta el cine de la parroquia de mi pueblo, aunque sí pasaban muchas de vampiros, y también estaba a menudo Jane Porter luciendo sus lindos modelitos para la selva en las de Tarzán.

Entrada a la secta pensé que había llegado mi momento para la acción definitiva. Si antes había sido Jesucristo con sus apóstoles, ahora íbamos a ser nosotros. En el futuro se me podría considerar entre la avanzada de la nueva sociedad, pues yendo a ver, Saúl de Tarso era un judío fariseo perseguidor de la ya andante secta cristiana cuando fue cegado por el rayo, y bien que constaba entre los pioneros.
Esta era una idea particular que yo tenía, nadie hablaba así al respecto cuando estaba adentro, y tampoco era un secta creída o descreída de algún dios.
Lo cierto es que en ningún caso hubiera podido estar allí a medias, porque si estabas, estabas, y si participabas a medias eras considerado "un choto", y ser un choto nada tenía que ver con mi idea gloriosa de hacer historia. 

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