Un día Alison, mi amiga inglesa, me contó que cuando se trasladó a vivir a España con su marido y sus dos hijas, entonces de uno y tres años, alquilaron a los pocos días de llegar un apartamento frente a la playa y les llamó la atención que a un edificio situado junto al mar en un pueblo del Mediterraneo que se precia por tener un sol que luce radiante casi todos los días del año le pusieran por nombre "Edificio Las Nieves". Ellos llegaron en primavera, así que durante seis meses disfrutaron del calorcito hispano y no pensaron más en el asunto, pero cuando llegó el otoño, y luego en invierno, ahí se dieron cuenta de que la persona que le puso el nombre a la construcción tenía un ácido sentido del humor.
El diccionario de la Real Academia Española dice que apartamento significa lo mismo que piso; solo en la península ibérica un apartamento toma el significado de piso pequeño.
Rio Cam - S.M. |
El diccionario de la Real Academia Española dice que apartamento significa lo mismo que piso; solo en la península ibérica un apartamento toma el significado de piso pequeño.
El apartamento de mi amiga seguro que no sería pequeño, pero reuniría todas las otras condiciones que no están en el diccionario pero que a mí me venían a la cabeza en mi tierra cuando escuchaba la palabra apartamento; malos aislamientos, tabiques de papel, cuartos no calefaccionados, o con calefacción eléctrica y acabados de poca o mediana calidad según el precio al que pensaran venderlos. Total, qué importa, si solo los van de temporada, estarían pensando los constructores mientras llenaban la costa de cascajos.
Alison me dijo que pasó más frío en ese apartamento que en toda su vida en Inglaterra, y eso que en otra ocasión me había contado que compartió en Londres un piso de estudiantes donde el gel se les quedaba congelado en los estantes del baño.
Por supuesto que al lado del mar hay también apartamentos hechos a conciencia, y que actualmente hay muchos con calefacción, Alison se trasladó luego a uno de ellos.
Yo lo que noté diferente con respecto a la temperatura a mi llegada a Londres, la semana de febrero en que estuve acompañando a mi hijo , es que pasaba de continuo del frío al calor intenso o al revés sin posibilidad de desabrigarme en lo cálido por estar en el metro, o en una tienda, o en una cafetería y sólo de paso.
En Cambridge me ocurre lo mismo. Sin necesidad de salir del hostel, unas habitaciones parecen saunas y otras neveras, y si entro en el supermercado abrigada para la bicicleta cual astronauta necesito despojarme rápido de gorro, bufanda y guantes para que no me dé un desmayo.
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