Bridas de plástico verdes |
Llevamos un mes en la nueva vivienda.
Qué pasó con Monika, todavía tengo que descifrarlo; si fueron las zapatillas de la suegra o las alteraciones hormonales del embarazo; aunque me incline por pensar que no cambió, sino que la conocimos en el lapso del mejor humor de su vida; pero ojalá me equivoque en esa apreciación.
Voy a recordar los veinte meses pasados en su casa como un momento mágico en mi vida y les estaré siempre agradecida por habernos proporcionado un ámbito y una compañía tan agradable.
Pagando claro.
Pagando claro.
Pero ahora se acabó. Ni visitas, ni regalos, ni nada. Eso es lo que quiero con ellos en adelante, un bonito recuerdo y desearles que sean felices.
Porque nos criticaría, seguro que Monika nos criticaría, como hacía en los últimos tiempos con sus amigos, en especial los de él, que ya se los tenía a casi todos vetados.
Ahora que lo pienso, la amabilidad no fue el único motivo por invitarnos a su fiesta navideña. En algún lado teníamos que meternos para celebrarlo y resistimos una semana con la cocina invadida por ollas humeantes.
En esa noche de paz parece que corrieron las cuchilladas en forma de comentarios maliciosos o regalos inadecuados que nosotros no llegamos a captar.
Antes de mudarnos apareció por su boca el fantasma de propietario de la casa amenazando a todas horas con venir a inspeccionar nuestra alcoba. Apenas habíamos escuchado hablar de él y ahora resulta que pagaría autopista desde Londres para venir a ver si habíamos desenganchado los posits de la pared.
Incluso se mostraron magnánimos: "No os podéis quejar, os hemos dado quince días para avisar de vuestra marcha, cuando lo normal es un mes".
Antes de mudarnos apareció por su boca el fantasma de propietario de la casa amenazando a todas horas con venir a inspeccionar nuestra alcoba. Apenas habíamos escuchado hablar de él y ahora resulta que pagaría autopista desde Londres para venir a ver si habíamos desenganchado los posits de la pared.
Incluso se mostraron magnánimos: "No os podéis quejar, os hemos dado quince días para avisar de vuestra marcha, cuando lo normal es un mes".
Un día les planté cara y se quedaron bastante choqueados.
Luego todo volvió a la normalidad, e incluso a mostrarnos la ropa de la niña cuando ya no le convino que nos fuéramos, o no tan rápido, porque sus planes habían cambiado.
Luego todo volvió a la normalidad, e incluso a mostrarnos la ropa de la niña cuando ya no le convino que nos fuéramos, o no tan rápido, porque sus planes habían cambiado.
El día de la marcha Monika se puso a separar cubiertos y a hacer paquete con los de todo a cien que compramos al entrar y pidió a mi marido la devolución de unas bridas de plástico que Seweryn le había prestado.
Por eso es que mientras Monika hacía la revisión exaustiva del dormitorio que le estábamos dejando yo le dije, "es que Monika, de repente tanta formalidad", como parecía no entender mi marido continuó, "si Monika, que nosotros pensábamos que éramos amigos, y...".
¿Amigos? dijo ella en un suave tono sarcástico.
¡Qué boba!,¡que lástima!, pensé.
En fin, ella se lo va a perder.
En fin, ella se lo va a perder.
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