lunes, 17 de septiembre de 2012

Princesa húngara


Caspar David Friedrich (1818)
Hoy, a dos días de acabar con el trabajo, he ido a topar en el hostel con  el alma rusa del romanticismo en la piel de un natural de Odessa.
Estaba ordenando la autococina-comedor de los huéspedes, cuando la  única persona que había en la sala, un hombre sentado leyendo vestido con camisa y pantalón de safari, levantó la cabeza de sus papeles y me dijo que yo era como una supermodelo, una princesa, un ente de calidad superior aparecido ante sus ojos.
-Es que "soy" una princesa, le respondí.
-¿Es usted húngara?, continuó.
-Soy española, ¿porqué ha pensado que pueda ser húngara?.
-Como he visto dos húngaros más por aquí, pensé que a lo mejor usted también lo era, me dijo en perfecto español.
-¡Oh!, ¿dónde has aprendido a hablar tan fluido el castellano?
-En Zaragoza*, viví doce años allí.
-Con razón. Pero vaya, te felicito, ojalá consiga algún día hablar inglés la mitad de bien que tu español.
-Creo que podría adivinar de dónde es usted, siguió.
-A ver...
-¿Vasca?.
-No.
-¿Catalana?.
-Muy bien, de Barcelona, pero puedes tutearme.
-No, no puedo, me resultaría imposible, debería primero tratarla un tiempo más. Son las formas aprendidas, que nos gobiernan.
Entonces se acercó, y lo vi tan dispuesto que tuve que sacarme los guantes para ofrecerle una mano a fin de que la tomara e inclinándose depositara un amago de beso en su dorso.

Me contó que tuvo una novia en Zaragoza clavadita a mi, es decir, de alta gama y acusada sensibilidad. 
Lo sucedido es que la pobre, que se llamaba Pilar, sufría de los nervios y tenía que tomarse pastillas para calmarlos. Como el deseo de él era el de tener descendencia, le planteó a la mujer dicha posibilidad y le sugirió que rebajara la cantidad de píldoras para que, en el caso de quedar embarazada, no llegara a salirles una criatura tonta. 
Entonces sucedió que al reducir las dosis le empezaron a acometer a la novia ataques de agresividad. Tanto que terminó ingresada en un psiquiátrico, al que acudían a visitarla él y la madre de ella,  hasta que mejoró lo suficiente
Entonces la señora se la llevó al pueblo, a la espera de que con la calma de los prados y las vacas su hija alcanzara la serenidad total.

De haber acudido al encuentro del ruso en King's Parade ahora tendría hecha una caricatura para colocar en casa junto a la gallina de Grantchester y al lobo del retrato de Richard Vaughan.
Me mostró una carpeta con sus trabajos. 
Si me hubiese entusiasmado su obra, habría ido a que me dibujara, pero creo que con ella el buscaba más que nada buscarse la vida, empresa loable dónde las haya, de país en país allende su patria, todavía más interesante, pero no por eso iba yo a desviarme de mi ruta habitual para estacionar mi cara frente a su caballete.
Ya que estábamos le dije que escribía un blog.
-Pues mire, si necesita alguna ilustración, puede contar conmigo.
-Sí, gracias, lo tendré en cuenta, le contesté.

Que desilusión. Ni siquiera me preguntó de que iba.
¿Estaría yo en lo cierto pensando que el hombre había pasado rápido del arrobo al negocio?, ¿o a parte de verme como posible madre me estuviera viendo desde el principio como posible clienta?
En fin, para que voy a querer una respuesta que puede que ni exista.
Lo importante es que repente me vi metida en un sketch, y la caricatura seguro que me la hubiera hecho gratis.

*Ciudad española de la comunidad autónoma de Aragón

domingo, 16 de septiembre de 2012

Veintiséis mil empleados

Distritos del Gran Londres
con la City of London en rojo
Will tiene veinte años y en sus primeros días de trabajo en el hostel lucía un aspecto luminoso.
Dijo que era emocionante iniciarse en una plaza dónde poder aprender y ver que en ella se le ofrecía auténtica comida a la clientela.
-¿Comida fresca?, ¿dónde estuviste tú trabajando antes?, le pregunté sin pizca de asombro a la vista.
-En Wetherspoon, ¿conoces esa compañía?, me contestó.
-Vaya si la conozco,  estuve por entrar ahí.
-¿A comer?
-No, a trabajar, en el pub Tivoli, ¿lo conoces?.
-Yo estaba normalmente en The Regal de St.Andrews Street, en el centro, pero sí, lo conozco, alguna vez me mandaban para allá.
-Es bastante reciente ese pub,¿no?, el Tivoli, en Chesterton, al menos para esa cadena.
-Hará unos dos años que lo tomaron. 
-Con razón no podía encontrarlo, semejaba un local fantasma, colocaba el muñeco de Google Maps sobre la dirección exacta y allí no aparecía por mucho que me paseara acera arriba acera abajo con el cursor.
-Wetherspoon lo tomó y lo remodeló.
-Claro, el coche de las fotos habrá pasado antes inmortalizando la calle sin el pub.
-El local estaría. 
-Sí, y grande. Pensé que sería una iglesia o un teatro. Deberían haberse apurado los de la cuchara* a colgar el rótulo.
-Eso.
-Allí podrías comer, ¿no?, Will.
-Igual que aquí.
-Cómo que igual que aquí.
-Pues nada.
-No me digas.
-Si pagabas podías, solo que allí ni siquiera me apetecía.


¡Dios de la Virgen Santísima!, pensar que me morí de ganas por entrar en ese paraíso.
Mi ilusión cobró volumen a raíz de la segunda llamada telefónica recibida de un empleador en dos años, esta vez en respuesta a una solicitud kilométrica que había rellenado online. 
Allí empecé a informarme sobre la empresa donde iba a trabajar.

Resulta que había picado en mi anzuelo un pez gordo, el gigante de la industria del pub británico; como su dueño a la cabeza, Tim Martin, que con su altura cercana a los dos metros había conseguido colocar su logo y  timbre  en más de ochocientos pubs por todo el Reino Unido. Partiendo de su primero en Haringey, montado en el setenta y nueve de la anterior centuria en ese distrito del segundo anillo del Gran Londres, en una década logró llenar de pubs de su compañía ese y los treinta y un otros distritos que rodean la City of London; sumando hasta el día de hoy a su proeza empresarial una cadena de hoteles y demás negocios adyacentes.
Lo gracioso es que Tim Martin era un desastre en el colegio y le puso a su compañía, Wetherspoon, el apellido de un profesor que tuvo en Nueva Zelanda que ante la exposición infantil de sus pretensiones a futuro le auguró que jamás iba a triunfar como hombre de negocios.
Por más que quede decorativa la indisciplina en el mito originario de un triunfador, tan desaplicado no debía de ser el crío si a pesar de ser expulsado de no se cuantísimos colegios británicos y de la otra parte del globo terminara la carrera de derecho, según biografía, antes de empezar a foguearse en los negocios como comercial para The Times y otras artes mercantiles buscavidas.

Si el número de pub con el distintivo Wetherspoon crece en el Reino Unido como la espuma de sus cervezas, algo de bueno y bien llevado debe de haber ahí, conjeturaba yo, igual va a ser el lugar donde me reconozcan y termine catapultada hacia las alturas del negocio.
Tanto sueño y no pasé de la puerta.
Me citaron para una entrevista y allí acudí. Tras esperar media hora ojeando la revista mensual de la compañía, un muchacho negro de la edad de mis hijos vino a mi encuentro para acompañarme por amplias escaleras alfombradas hasta un segundo piso y hacerme sentar en una mesa del restaurant vacío dónde yo supuse que debía aguardar a su mayor, que resultó ser él mismo, sin gana alguna de gastar su tiempo conmigo.
De entrada me pidió la tarjeta del Insurance Number que no llevaba encima,  por estar escrito que es mejor guardarla en casa que sacarla a pasear; y con eso acabamos.
Sin la tarjeta no hay entrevista, me dijo el muchacho, no me vale su hoja oficial con ese mismo número impreso, ni la posibilidad de que me la alcance luego, mañana o pasado; mi tiempo con usted acabó en cuanto la vi y el resto pasa de la ralla, me siguió diciendo con su actitud y algunas palabras, y no hubo arte mio que valiera para demolerle la primera impresión y convencerlo de que era perfectamente apropiada para el puesto.
Así que de la puerta pasé, pero solo hasta el segundo piso, eso sí, con vistas al río, sentados los dos en las sillas de un grandioso comedor con enormes superficies de su suelo despejado, mullido y estampado para confort y distracción óptica del cliente.
Pub de la cadena Wetherspoon
Eso debe de ser, el fuerte de la cadena estará del otro lado, acertando con el cliente en el gusto de la mayoría.
Locales bien puesto, cerveza de barril en dosis de gran trago si se desea, comida a buen precio, sin humo desde antes de la ley, sin música y abierto desde la mañana temprana hasta el toque de las once.
Y a los veintiséis mil empleados que tienen habría que preguntarles,  que en esa gran masa puede darse de todo, y hasta es posible que a algunos alcancen a permitirles el acceso al black pudding* sobrante a la hora de desayunar.

*Cuchara = Spoon
*Morcilla = Black pudding, blood pudding or blood sausage

sábado, 15 de septiembre de 2012

Will y Jane

Le pregunté a Will, el chico nuevo en la cocina, por dónde vivía y me dijo que cerca de Parker's Peace, por atrás de Hills Road a la altura de la  iglesia de torre puntiaguda que queda en la esquina.
Le dije que era afortunado por vivir en tan buen lugar.
Me contestó que por más que Hills Road tuviera aspecto de calle de cierto nivel, el vivía del otro lado, en la  zona de bloques del ayuntamiento, donde de noche se hartaba a escuchar ruidos, de golpes, de broncas, de televisores que nunca se apagaban, de ululares de sirenas, de policía, de ambulancia en dirección a Addenbrooke's Hospital; donde abundaban borrachos y drogados que incluso se los podía encontrar yacentes en el suelo del ascensor de su propia escalera.
Le pregunté cuantos hermanos tenía.
Levantó el mentón y se puso a contar con los dedos; cinco hermanas y tres hermanos, contestó.
Will comparte piso con su padre, uno de los cuatro hombres con los que su madre tuvo a todos los hijos que él calculó. 
A Will se le iluminó la cara cuando le dije dónde vivía yo. Ese era su barrio de pequeño, por dónde andaba libre como mariposa de casa en casa en bicicleta, como veo que lo siguen haciendo por ahí tantos niños de apariencia suelta y feliz.

Si  Jane hubiese esperado, se habrían podido conocer, aunque a saber si hubieran congeniado. 
Que lástima. 
Me da que con una mano de apoyo esa chica de ojos grandes hubiese podido funcionar. 
Chris se la brindaba, pero de entrada ligó mal con la directora, y por lo visto, de salida también. 
Quizá no hablaría un inglés muy refinado, eso ya me dijo ella misma, "no hablo propio inglés", como poniéndose a parte del sector que dominara el correcto, pero yo con ella me entendía y algo aprendí de su lengua, que me sonaba bien propia, común y normal.
De todos modos es impredecible el camino que lleva a la mejor suerte y si dije lástima es porque Jane me había dicho que le gustaría llegar a ser chef; aunque quizá lo dijo por decir; a parte de la posibilidad, siempre tentadora en Gran Bretaña,  de que llegue a su pueblo y se haga embarazar.
Parque Parker's Peace - Verano 2010
Porque por más que Jane la vaya de semidura, con pantalones caidos y sexualidad ambigua, se maquilla en tonos pastel, usa complementos heavy blandos y gusta de los cuarenta principales como género musical.
Siempre que escuche a la banda norteamericana Maroon 5 me acordaré de ella y también cuando relea en inglés la novela de Charlotte Brontë, Jane Eyre, que le sonaba.
El temor me viene de verla acaramelada en Facebook sujetando en brazos a los bebés de su entorno juvenil, propios bebés, nada figurados, que probablemente le hagan latir la parte más blandengue de su corazón.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Ensueños

Le pregunté a Dave cuál era su sueño.

Algo así no se me ocurre preguntárselo a cualquiera, pero a él, que enseguida entramos en la confidencia de tomarnos todo a chirigota,  le dije que simplemente pretendía conocer a grosso modo hacia dónde apuntaban sus aspiraciones.

Dave, que debe de tener la edad de mi hijo mayor, nació inglés en la parte griega de la isla de Chipre, en la que vivió hasta los ocho y a la que sigue regresando. También vivió en Francia y pasó tres años en Hong Kong, ahí ya sin la familia, y tras las chinas, según me contó, que le resultaron, sin poderlo generalizar, de un temperamento más duro del que había imaginado.
Pues el sueño de Dave es volver a la península del sur de China y montar un bar de copas en la ciudad de la antigua colonia.

Creo que conocí un poco mejor a Chris el día que me dijo que no me preocupara por mi futuro, que él ya lo tenía pensado. En cuanto le fuera mejor montaría una panadería y nos emplearía a Victoria y a mi. El se daba cuenta de lo mucho que nosotras valíamos y de cómo podríamos llevar su negocio adelante.
Hasta entonces todavía lo creía con un pasado aventurero, cabalgando cual Laurence de Arabia por los desiertos, pero eso era casi al principio, porque recuerdo que cuando me lo dijo, yo ni siquiera sabía de su relación de pareja con Victoria.
El último día que lo vi me lo volvió a repetir.
-Susanna, te lo digo en serio, si quieres quedarte en Inglaterra, cuenta por el momento con la habitación de invitados de nuestra casa, y si vuelve a España, estate  tranquila, que cuando monte la panadería te voy a llamar.

A Betty sin embargo nunca le pregunté.
Lo máximo que ella me dijo es que algunas veces temía que las aspiraciones que bullían en su cabeza nunca llegaran a habitar más allá de sus sueños.
Ahí quedó el misterio; aunque puede que algún día me entere.

Hacerse con un dinerillo extra debe de ser un ensueño compartido casi al cien por cien por la amplia masa de humanidad planetaria; la diferencia estribará en el cuánto, para qué, cómo y demás cuestiones de matiz.
Así nos compramos un billete de lotería y ¡ala!, a soñar. Un dinero, del que tenemos, que nos abre la puerta.  Mirándolo desde ese ángulo, quizá sea el mejor gastado, aún sin que toque.
¿Cómo iba a soñar sino, a lo grande o a lo pequeño, el empleado electricista que no se las vio con ánimos de ponerse por cuenta propia o espera justamente a que la suerte económica lo auxilie para iniciarse en su empresa?, ¿cómo iba a soñar el funcionario, que sabe a ciencia cierta lo máximo que cobra o cobrará?, ¿ y el taxista que si no compra el boleto deberá estar mirando en el asiento trasero a la búsqueda del tesoro olvidado para empezar a divagar?, en fin, así siguiendo...
En mi caso, con un marido escritor, eso que me ahorro. Llevo esperando toda la vida a que sus libros se vendan bien.
De todos modos, voy a hacer una confesión personal aquí, por más que a veces lo parezca, el económico no es ni mucho menos el núcleo de mi ensueño, será en todo caso una parte importante, no niego que ande por ahí flotando, grande como una mitocondria en su plasma celular, pero el motor, motor, ese quizá ni yo misma lo reconozca.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

De historieta


Un día, como acostumbra con todos en la cocina, el atento de Chris se acercó hasta mi puesto de lavado  para preguntarme que tal me encontraba en esa mañana.

-All right Chris, le contesté, contenta , contenta, como siempre, aunque ¿sabes, Chris?...
-¿Sí?...
-... en cuanto termine el verano me iré, no voy a esperar a tener otro trabajo, lo tengo absolutamente decidido, dejaré este hostel en septiembre.

Sorprendentemente mis palabras obraron un efecto mágico; ni que hubiera proferido el "ábrete Sésamo".
A los cinco minutos ya tenía adjudicado empaquetar los sesenta y cuatro sandwiches para el lunch de unos clientes, cuando ocho minutos atrás el acceso a tamaña tarea fina me estaba por completo vedado.
También de inmediato florecieron por boca de Chris un montón de palabras contándoles a los demás los recuerdos que guardaba de mi maravillosa manera de cortar vegetales y frutas, que si desde la memoria de los primeros tiempos los trajo era justamente porque hacía tantísimo que no pasaban por mi mano ensaladas y macedonias.
Y volví a salir a la superficie del restaurant, no solo con las prisas a recoger platos sucios, sino con la detención suficiente de verle la cara a la gente en el autoservicio, pudiéndoles sonreír y observar mientras les ponían la comida caliente en el plato.

Pero ahí no se detuvo la progresión.
Ahora que le he hecho saber a Chris que regreso a España, casi me entrona como reina de la restauración, tanto que Will, un chico que acaba de empezar, se habrá creído que yo pintaba bastante y me vino a pedir el visto bueno para la presentación  de fuentes frías que había colocado en el aparador. Así que fui a mirar y le dije: "Beauuutiful", "hermoooso", cuando ¡válgame Dios!, vi asomar la cara de Chris por detrás de las hojas de lechuga preguntando con nariz enrojecida y sonrisa abierta y desdentada si el piropo iba dirigido a él.
De historieta cómica, vaya, igual que cuando aparatosamente me colocó delante, sobre la mesa central de acero, una tabla, su propio cuchillo supersónico cortador y un montón de kiwis para que le hiciera la demostración a Will de como cortarlos con  arte y maestría.
Chris no cesa de repetirle al aire ahora que hizo cuanto estuvo en sus manos para conseguirme trabajo en la cocina  a tiempo completo; tanto es así que pareciera estar tratando de convencerse a sí mismo.

¿Cómo es posible que estos ingleses no se arreglen la dentadura?, debería constar en sus reglas; regla número uno, no andarás sin un diente, así mejoraría la atención y la imagen hacia el cliente que tanto les preocupa; dónde se ha visto que un país próspero que un jefe de cocina ande tan tranquilo durante meses sin una de las dos piezas de adelante?; ¿tan caro resulta?; ¿no verá él que queda un tanto impresentable?.

A lo mejor se le fue el diente pegándole mordisco a un queso manchego de larga curación, porque a juzgar por lo que me fue diciendo debe de tener la despensa de su casa atiborrada de productos hispánicos.
Los compra en plazas especiales, según él, para la barbacoa que nos va a organizar en su jardín y que nunca llega, o se anula, o algo pasa que no se hace.
Esta vez Victoria y él me han invitado en exclusiva a su casa en Waterbeach por motivo de mi despedida.
-Tendré que preguntarle a mi marido, le dije a Chris.
-¿A tu marido?..., ¡kill him!, ¡mátalo!, me respondió tan ocurrente.
Entonces claro, cómo íbamos a cenar a su casa con esas gracias. Mira si le tiene preparada una bomba lapa adherida al asiento; y desde luego sola no pensaba ir. Así que por mi parte, decidido.
Lo más liviano que nos hubiera podido tocado es tener que embucharnos una buena ración de chorizo, quizá como guarnición de una quiche lorraine abonada en mantequilla.
Porque lo del chorizo era a diario.
- Chris, "yo - no - como - chorizo", le tenía que repetir.
- ¿Pero cómo no vas a comer chorizo, Susanna, si tu eres española?.

martes, 11 de septiembre de 2012

Harakiri

Carlos Gorriarena
Jane, la chiquita de Nottingham, también se había ido.
Llegué un día y ya no estaba.
¿Qué pasó?, pregunté.
A mi me caía bien.

Parece que Jane le dijo a la directora que le recordaba a una profesora que tuvo de niña en el colegio y la calificó con unas palabras muy, muy gordas, según Dave; a la profesora o a la directora, ahora veo que no me quedó claro, pero para el caso da lo mismo. 
La cuestión es que directora la despidió; Jane amenazó con denunciarla; entonces la directora se lo pensó y la suspendió por una semana. Al regresar sostuvieron una reunión, la directora, la subdirectora y ella; por gestos y caras a través del cristal se veía que transcurría tensa. Al finalizar Jane salió disparada, recogió sus pertenencias de la casa del hostel dónde se hospedaba y regresó a su ciudad.

Mientras Dave contaba lo anterior y yo no podía disimular mi regocijo.
-Venga, Dave, por favor, dime qué palabra.
-No te la puedo decir Susanna, es demasiado fuerte.
-Va, hombre, ¡qué puede ser!, no ves que yo no me asusto de nada.
- Tu te pones contenta, pero esto es porque desconoces el sentido exacto que algunas palabras pueden tener.
- Cómo voy a captar el sentido de cualquier tipo si ni me la has dicho.
-Sólo te digo que si mi madre me llega a escuchar soltando eso, me mata con unas tijeras.
-Vaya.
-Créeme Susanna, uso unos términos  inaceptables, bajo ningún concepto se le puede proferir algo así  a un superior; y Betty, que se encontraba presente, coincidía de pleno con él.

Pollitos, pollitos, me decepcionáis, pensé, ¿queréis quedaros toda la vida como estáis?.
En fin.
De todos modos algo se rieron ellos con el asunto, y menos mal,  porque sino hubiera sido como para coger las tijeras de la madre y hacerme con ellas el harakiri .

lunes, 10 de septiembre de 2012

De pronto


Llegué un día a la cocina y me encontré con la noticia.
-Me voy, Susanna, me dijo Ian.
-¿Cómo que te vas?, ¿a dónde te vas?.
-Dejo este trabajo, hablé con la directora.
-¿Cómo ha sido?.
-Me lo contó tan rápido y con su acento tan del norte que no me enteré de nada.
-Bien hecho, Ian, me alegro por ti.... Yo quería irme sin celebraciones, pero ahora que somos dos, tendremos que pensar en hacer algo...
A ver Natasha, le dije a ella que andaba por ahí, ¿estarías dispuesta a organizar otra buena fiesta de despedida?...
No creas Ian, seguí con él, me alegro por ti, pero lo que es por mí..., no sé cómo voy a resistir el mes que me queda.

¡Este hostel se queda sin gente!.
Me acordé de una ocurrencia argentina que corría de boca en boca en ese país en épocas de emigración masiva: "El último que apague la luz"
Realmente me alegró saber que Ian estaba menos habituado de lo que yo había supuesto.
Ahora recuerdo alguna ocasión en que le iba detrás tratando de que me explicara lo que para mi era incomprendible, el trato abusador y denigrante que yo veía que recibía la buena gente trabajadora en su país tan avanzado.
-¿Me entiendes Ian?, le iba diciendo.
-Pretendo no entenderte, Susanna, me respondía.

Me hubiese gustado decirle adiós y gracias, pero se escabulló.
Le pregunté si tenía Facebook y me dijo que se contactaría conmigo a través de su amistad en la red con Jessy.
¿Porqué puntualmente a través de Jessy? me extrañé.
Fui a mirar y encontré lo que suponía; ni rastro del hombre.
Imagino que pensaría que con ella chatearía más que con el resto por cuestión del español.

Antes de que Ian decidiera también marcharse, me propuso ir  a tomar un café por ahí, de despedida, él, que en la vida habrá tomado café, pero le respondí que Betty ya me había dicho de organizar algo y le había contestado que casi prefería irme como los demás que se fueron sin nada.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Happy people

Lego people
Había pasado el día en la habitación de casa, con frío, recuperándome frente al ordenador, cuando decidí salir al exterior a despejarme corriendo alrededor de Kendal Way, nuestra calle de ahora, que conforma un circuito ovalado, pero me desvié de lo previsto hasta llegar por sorpresa al río, que resultó quedar bastante próximo por esa ruta que había tomado al azar. 
Afuera reinaba a última hora de la tarde un tiempo soleado con una temperatura ideal, así que me fui trotando más y más hacia el puro campo por el sendero recién descubierto que transcurría al lado mismo del agua.
A la altura de la autovía A14 dije basta y pegué la media vuelta.
El río es hermoso por todos lados, pero en ese día y en esa parte todavía me resultó más espectacular.
El cielo se había despejado para regalarme una estampa verde y resplandeciente salpicada de figuritas coloreadas:
Mujeres poniéndose a punto para la carrera de cuatro kilómetros contra el cáncer de mama que se iba a celebrar el siguiente domingo, ciclistas, corredores habituales, perros con sus dueños, vecinos de la ribera con sus cortadoras de césped, botes en el agua pasando uno tras otro, con remeros agrupados por sexo, talla o estado físico, sacadores de fotos en la orilla, hombres apostado a cada tanto con chaleco amarillo y megáfono en mano que tomé por guardas de seguridad de la ribera, hasta que me di cuenta de que tal despliegue de deporte y civilización no era propio de un día cualquiera.
Un señor y una señora de la organización, sentados en sus sillas playeras contabilizando los botes que pasaban, me hicieron saber que estaba presenciando un acontecimiento anual.
Con los festejos del Jubilee de la Reina Isabel ll (sus sesenta años en el trono) y los Juegos Olímpicos que se acaban de celebrar me pasó algo parecido. Vi de pronto por la tele algo muy colorido, lleno de gente sonriente contándole a la cámara lo amazing que era todo, es decir, lo asombrados y contentos que se encontraban por ver y sentirse partícipes de unos eventos tan magníficos organizados por su patria.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Cactus

Hedgehog    
Lo del erizo venía de una noche del verano pasado, cuando  en una barbacoa en casa de Katie se me ocurrió meterme entre unas matas a inspeccionar el jardín del vecino y algo pinchó mi pie. ¡Un cactus!, ¡un cactus!, exclamé; ¿qué otra cosa pudiera pensar que fuera?.
Por la reacción general pude darme cuenta de que esa no sería la primera imagen que a los demás les hubiese venido a la cabeza; les resultó chocante, y por lo tanto hilarante, y así quedó bautizada la velada como "la barbacoa del cactus".

Luego he visto más hedgehogs, así se los llama en inglés, el cerdito que va por los bordes, bastante frecuentes en los jardines de aquí. Justo hace dos semanas escuchamos su deambular por los parterres mientras cenábamos con marido en la casa de nuestros amigos José y Liz, toda una familia, de erizos, descubrimos entre las plantas, aunque nuestros anfitriones también tienen un hijo pequeño y muy bonito. 
Erizo de mar
Nosotros llegamos a tener uno que encontramos, de erizo, en nuestro jardín de España, pero claro, de eso hace mucho, cuando nuestros propios hijos pequeños y guapos andaban por ahí, y fue una rareza que a los dos días desapareció.

En el mar se pisaban los erizos para mí, que buenas púas tenían y pusieron el pie de mi tío tan gordo que tuvieron que llevarlo al hospital.
En honor a mi tío, que se vio privado de la playa, va este poemilla del verano.

Poema del Cactus
Pincho de mar, pincho de río,
porque tumbas las barcas si te ves tan tranquilo,
ahí te veía llegar, en el mar,
no pongas el pie sobre la roca, niña, que te vas a lastimar.

martes, 4 de septiembre de 2012

Mi fiesta de despedida

"Amigos para siempre"
Anoche me acosté con un erizo, pero al rato lo saqué de la almohada donde lo tenía acurrucado junto a mi mejilla para dejarlo a resguardo de cualquier posible inundación.
A elegir casi prefiero las cosas punzantes, a las en exceso blandengues, pero a ese bichito tan suave de peluche quiero conservarlo para siempre.
Me lo regalaron junto a una tarjeta con dedicatorias y veinticinco pound los amigos del trabajo con motivo de mi despedida. 
Como a una adolescente en su fiesta de graduación, Katie me dio a elegir el lugar de festejo y quise que fuéramos a  The Anchor Pub.

Así puso mi dulce Betty en la tarjeta que Katie consiguió especialmente on line:
"Dear lovely Susanna, no words can describe how much I'll miss you!!. The hostel going to be so different without you!. Thanks you for all the amazing time, I enjoyed every minutes to working with you!. Wish you all the best for the future. Hope see you soon in Cambridge again or in Spain ..." - "Querida Susanna, no tengo palabras para describir lo mucho que te voy a echar de menos!!. El hostel va a quedar muy diferente sin tí!. Gracias por todo este increible tiempo, he disfrutado cada minuto de los que hemos trabajado juntas!. Te deseo todo lo mejor para el futuro. Ojalá nos veamos pronto de vuelta en Cambridge o en España..."
Dave, conocido hace un mes, anotó en español: 
"¡Querida Susanna, ha sido un placer para mi trabajar contigo, y sobre todo, haberte conocido. Te deseo mucha suerte y que seas feliz en España!".
Rose, llegada hace una semana, me pidió de pronto en la mesa la tarjeta para escribir algo:
"I really enjoyed meeting you Susanna! I'm sad I won't get to know you better" - "¡De verdad que me ha gustado conocerte!. Me sabe mal no poder llegar a conocerte mejor".
Stephan, nuevo desde anteayer y sentado a mi lado en el pub, ya había escrito:
"I haven't really gotten the time to get to know you, but nevertheless, I'd like to wish you the best and a safe trip back" - "En realidad no he tenido tiempo de llegar a conocerte, pero sin embargo me gustaría desearte lo mejor y un buen viaje de vuelta". 
En fin, lo que se acostumbra, no voy a reproducir aquí la tarjeta entera.
Estaban todos los que pudieron venir y los que no lo hicieron también dejaron su nota. Los que se fueron antes, no estaban, no escribieron y ni tan siquiera pudieron tomar una cerveza con los recién llegados.

¿Se habrá ido Dave al traductor o le habrá pedido la frase a su ex novia de León?; él se encontraba en otra ciudad y llamó diciendo que no llegaría a tiempo.

¿Porque me habrán regalado los veinticinco pounds?,  ni siquiera aceptaron que les invitara con ellos a unas rondas, ¿tan pobrecita me ven?.